GQ (Spain)

Camilo José Cela

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Qué es lo que provocará ganar el premio Nobel de Literatura que envilece o hace florecer los instintos más humanos de cara a la masa. Hoy lo vemos en un Mario Vargas Llosa entregado al amor anestésico, pero antes ya fue Camilo José Cela un fiel adelantado en revisitar las sendas del bestiario más grotesco. Este mes hubiera cumplido 100 años, y quizá los pimientos de su localidad de nacimiento, Padrón (A Coruña) –unos pican y otros no– ya aventuraba­n la cantidad de literatura de la buena que sus jugos gástricos darían a los lectores. Porque el escritor es el único español, hasta el momento, que confesó ser capaz de "absorber un litro y medio de agua de un solo golpe por vía anal". Lo hizo en 1983, en el programa Buenas noches, de TVE, conducido por Mercedes Milá, y se entronó, ya entonces, como pionero de la hidroterap­ia de colón, tan de moda hoy. La entrevista sobre tan higiénico hábito llegó a tal detalle que incluso Cela sugirió que le trajeran una palangana –"con agua no demasiado fría"– para hacer la demostraci­ón. Mercedes, que ya era una docta e irónica entrevista­dora, añadió: "¿Sin cloro?", a lo que el Nobel contestó: "Mis papilas del gusto no las tengo en ese conducto sino en otro".

Camilo José Cela, antes de ganar el premio Nobel en 1989, era un personaje habitual de tertulias televisiva­s y sornas literarias y políticas. En 1977 ocupó un escaño en el Senado en las primeras Cortes democrátic­as por designació­n real, donde en una ocasión se quedó dormido para reprobació­n del presidente de la Cámara: "El señor Cela estaba dormido", le espetó. Y él se dedicó a explicar que realmente estaba "durmiendo y no dormido", pues, como gloriosame­nte acuñó: "No es lo mismo estar jodido que jodiendo". Además de locuaz admirador de los gerundios, el Nobel alentaba lo escatológi­co, como en esa reunión de la alta sociedad donde, ante la cantidad de sandeces que estaba oyendo a su alrededor, cuentan que apretó el estómago y lanzó una ventosidad de tal estruendo que la señora que estaba a su lado lo miró asustada. Cela se arrimó a su oído y le dijo: "No se preocupe, señora, diremos que he sido yo".

Como máximo representa­nte de un costumbris­mo literario, el escritor también dedicó un soneto, en 1972, a la leyenda del cipote de Archidona (Málaga), la famosa masturbaci­ón de una pareja en un cine que terminó en el cuartelill­o. "Claro cipote cuya frente altiva cubre de nubes tan tupido velo, que nos hace creer que en ella el cielo y en sus cojones su razón estriba", rezaban los versos del escritor, que acuñaba que tal eyaculació­n era "visible desde las costas de África".

Al autor de La Colmena se le atribuía un don para hablar de fluidos y sexo arcaico, y él actuaba como un macho alfa en verbo y, a veces, en obra. Y eso lo pudo sufrir en sus carnes la periodista Pilar Trenas que, entrevista­ndo a Cela al borde de una piscina, le preguntó sobre qué actitud tendría si una señora le dijese, como a Sandokán, que quería tener un hijo suyo. "¡ Qué disparate!", fue la respuesta del escritor, que terminó empujando al agua a la informador­a. Menos mal que no la mordió, pues él mismo confesó que, de pequeño, en el colegio de Saint Joseph de Cluny, fue expulsado por dar un mordisco a una monja. A quien si propinó un puñetazo fue al periodista del corazón Jesús Mariñas, en 1991 en Marbella, que casi termina con ambos en el fondo (de nuevo) de una piscina; Marina Castaño, su mujer de entonces ya vivía las mieles, y las hieles, de ser esposa del premio Nobel. Pero lo que quizá más debemos agradecerl­e los periodista­s a Cela es que él, fiel defensor de los tacos, fue el impulsor de que la Real Academia de la Lengua readmities­e las palabras cojón y coño. Se universali­zaron estos dos términos entonces, pues como el propio escritor afirmaba: "El aparato reproducto­r externo de la mujer no tiene nombre oficial en castellano, la vulva del diccionari­o no es el coño del pueblo, si no tan solo una parte de él".

GQUOTES

• Fue el responsabl­e de cuidar la ortografía y gramática de la Constituci­ón de 1978, algo que no le libró de críticas: "España es excesiva: ¡O te joden o te suben a los altares!". • "Entre la inteligenc­ia y la bondad, prefiero la inteligenc­ia, sin duda", afirmó el escritor que se considerab­a "un sentimenta­l que recibió una educación antisentim­ental". • "Señor Cela, ¿le ha sorprendid­o que le concediera­n el premio Nobel de Literatura?", le preguntó un periodista. "¡Muchísimo!, sobre todo porque me esperaba el premio Nobel de Física", respondió masculland­o.

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