Deportividad a la italiana

El Alfa Romeo Giulia, pura sensualidad y amor por las curvas, es un buen ejemplo de por qué coche en italiano – macchina– es un sustantivo femenino.

Algunas marcas deportivas italianas, como Ferrari, Lamborghini o Pagani, llevan cómodamente instaladas en lo que son desde hace décadas. Otras, sin embargo, sufren periódicas crisis de identidad. No diremos que sea el caso de Alfa Romeo, pero casi nadie negará que al fabricante milanés ya le iba haciendo falta reivindicar su pasado glorioso y abrir un paréntesis a sus coqueteos generalistas con un coche como el nuevo Giulia. O mejor: pegar un puñetazo en la mesa de los Porsche, BMW o Mercedes-benz con un vehículo como el Giulia Quadrifoglio.

Algo así le pidió el presi Marchionne a sus ejecutivos hace tres años: crear un modelo que sirviera para cimentar la marca y construir la apuesta más deportiva y emocional de FCA. La tarea recayó sobre los Skunks, como llaman en la casa al grupo de operaciones especiales –integrado por ingenieros y diseñadores liberados de la presión del mass market– que se encarga de dar forma a los proyectos más innovadores y técnicamente avanzados. Fieles a su mandato, diseñaron desde cero un vehículo sin compromisos, salvo el que todo deportivo ha de tener con el placer de conducir: tracción trasera, reparto de masas 50/50 y una colección de motores diésel y gasolina de nueva creación cuyo pináculo es el V6 turbo de 510 CV de tecnología Ferrari.

Con el fin de mejorar la relación peso-potencia, sus creadores aligeraron asimismo múltiples componentes –empezando por el bloque motor– con el uso intensivo del aluminio y la fibra de carbono. También desarrollaron sendas suspensiones multibrazo inéditas para ambos ejes, un sistema de frenado integrado y un splitter aerodinámico activo en el morro. Todo orientado a dotar de una herramienta infalible y precisa a los conductores más exigentes. Alfa Romeo ya acepta pedidos, pero las primeras unidades no circularán hasta septiembre. ¿Podrás esperar?