Hay otros mundos (pero están en hermès)
Más allá de sus exquisitas corbatas o pañuelos, el taller de encargos especiales de la mítica casa francesa ofrece las posibilidad de dar forma a las fantasías más increíbles. Imposible es un adjetivo ignoto para sus artesanos.
Casi dos siglos después del nacimiento de Hermès, la estatua ecuestre del artificiero que corona el número 24 de la calle Faubourg Saint-honoré de París sigue blandiendo las banderas que sujeta con las manos. Bajo los pies de su caballo se alza el majestuoso edificio de seis plantas que alberga la sede, los talleres y la primera tienda de una de las firmas de lujo más legendarias del mundo. Un mito vivo y rentabilísimo que empezó como una fábrica de sillas de montar y devino en un pequeño gigante del prêt-à-porter masculino y femenino. Pese a estar plenamente integrado en el sistema de la moda, la maison fundada por Thierry Hermès ha funcionado siempre a contracorriente: sus bolsos, sus pañuelos y sus corbatas no caducan a los seis meses. Tampoco nacen en función de las tendencias de turno, sino que brotan al capricho de un propósito estético que aspira a perdurar, a sobrevivir. Justo como la propia identidad
de la casa, que a pesar de cotizar en Bolsa sigue manteniendo la mayoría de las acciones en manos de la familia de Pierrealexis Dumas, director artístico de la firma y sexta generación del clan. Es él quien actúa como cancerbero de las esencias de esta referencia especializada en el trabajo de la piel, la seda y la porcelana. Y es él quien guarda celoso uno de los grandes secretos de la casa: el taller de encargos especiales. Un secreto que solo se descubre ante los mejores clientes.
En la madriguera donde todo es posible, los artesanos trabajan con los ingenieros y los diseñadores con los bordadores. Pero todos tienen algo de alquimistas: convierten en material tangible las sensaciones y las ideas de los compradores más especiales. Un bolso único que se inspire en un recuerdo del pasado, un armario hecho a medida con las mejores maderas o una funda forrada para guitarras con una apertura concreta. Todo vale. Sin límites económicos o de tiempo, los artesanos de las cosas improbables hacen magia con los caprichos de los más inconformistas. Hermès es capaz de tapizar un helicóptero o fabricar una escalera a la luna. Y siempre bajo la premisa de la excelencia.
Con cada encargo, el artificiero que preside el edificio suele agitar sus banderas con furia en el cielo de París. La capital francesa debe saber que un artesano se dispone a desafiar a lo imposible.
marcha al equipo liderado por Pierre-alexis Dumas, que valora qué profesionales fromarán parte del equipo que creará el encargo. Una vez valorado el tiempo y las necesidades que requerirá la petición, los diseñadores empiezan a dibujar sobre el papel todos los detalles del diseño que harán realidad. Por regla general, los clientes están obligados a hacer un seguimiento de su encargo con una visita a la propia sede. A veces, dependiendo de las singularidades del diseño, pueden intervenir los talleres que Hermès tiene en Pantin (maletas y camisas), Nontron (porcelana) y Lyon (seda). Todos en Francia.