Licor café
La Moncloa con antorchas, cantando un himno bolchevique. Un día, ya desesperado, me fui de la panadería sin esperar la vuelta. Como estaba condenado al fracaso, pues yo soy un chico que aspiro en la vida a trabajar en pantuflas y la única revolución que vi de cerca es una que tuve que sofocar en casa de mis padres cuando en plena noche se me hizo ver a gritos que había olvidado comprar papel higiénico, dimití silenciosamente como revolucionario y le dije a mi lector, en un correo muy educado, que a mí las corruptelas de los partidos políticos, los sueldos de los altos cargos y el mal ambiente general era algo que me incomodaba, pero no lo suficiente como para dejarme barba. Me contestó que era un conformista y un vago, y yo le dije que además era un borracho tremendo, y que mis columnas no aspiraban a azuzar a la Humanidad sino a pagarme los vicios y conocer gente de entre 18 y 20 años que no pensase por sí misma.