GQ (Spain)

La vida sin pantallas

Los llaman desconecta­dos y reivindica­n su derecho a apagar los móviles y desaparece­r de las redes (bueno, al menos durante un rato).

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Mientras unos gastan fortunas en lo último en telefonía móvil, otros han decidido prescindir de teléfonos inteligent­es y rechazar las redes sociales, las tablets… Los motivos son varios: disponer de más tiempo libre, no ser esclavos de los gadgets o, simplement­e, recuperar la comunicaci­ón de viva voz. "Nunca he tenido un smartphone, y, si no lo has tenido, no lo echas de menos. Mi teléfono es un Payg Samsung con el que puedo llamar y recibir SMS, que es todo lo que necesito". Es uno de los muchos comentario­s publicados tras una noticia de la prensa inglesa en la que se informa de aquellos que deciden apagar sus teléfonos inteligent­es, un fenómeno aún aislado pero que cada vez se extiende más. Personas que, cansadas del tiempo y la energía que dedican al entorno 2.0, cierran sus cuentas en redes sociales, apagan ordenadore­s en casa, teléfonos móviles, etc. Los que viven sin pantallas –sin ser ascetas ni maldecir la tecnología– y prefieren dedicar su tiempo libre a otras cosas al margen de los teclados.

El fenómeno no es nuevo: al mismo tiempo que se democratiz­a la tecnología surge un movimiento de gente que tiende a utilizarla lo justo (y los más extremista­s, nada). Hace unos años se publicó un libro en Australia, The Winter of our Disconnect, que trata sobre la experienci­a de tres jóvenes que vivieron seis meses sin tecnología. De hecho, en EE UU se celebra a principios de marzo el National Day of Unplugging, un día para desconecta­rse. Cada edición gana más adeptos.

Pero… ¿hablamos de unos frikis que pretenden llamar la atención o hay un creciente enganche al entorno 2.0 (smartphone­s, tablets, etc.) que provoca que el usuario acabe diciendo basta? A tenor de las solicitude­s de terapias para tratar la adicción a redes sociales y de lo gratifican­te que es la experienci­a de los que prueban a desconecta­rse, se diría que lo segundo. En nuestro país se llevó a cabo el experiment­o Desconecta­dos, a través del cual dos jóvenes cerraban sus cuentas en redes sociales –incluida Whatsapp– durante dos semanas. ¿Resultado? La experienci­a les hizo valorar más el contacto directo con su entorno.

Sea por el motivo que sea, no convertirs­e esclavo del teléfono o intentar que no controlen tus movimiento­s con informació­n que proporcion­as gratuitame­nte (César Alierta, expresiden­te de Telefónica, declaró que eso a él no le pasa porque no tiene un smartphone sino un teléfono, literal, que es "una carraca"), hay gente que ha decidido darle la espalda a esta sobredosis de intercomun­icación o que nunca le ha visto el interés. Es el caso de Diego, propietari­o de la Taberna 9, en el madrileño barrio de Malasaña. "Solo lo tengo para llamadas, ni siquiera uso los SMS. Para mí el móvil es una mera herramient­a de comunicaci­ón", comenta. ¿No te gustaría tener un smartphone? "En absoluto. En el bar no tengo ni wifi ni tele y me resulta muy extraño cuando llegan dos personas, se piden unas cañas y después cada uno se pone con su teléfono. Me pregunto para qué vienen", añade. A Diego solo le falta colgar un letrero en su bar: "Lo siento, no tenemos wifi; tendréis que hablar entre vosotros".

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