GQ (Spain)

CLAUDIO RANIERI

El hombre del pueblo

-

Estaráenel­banquillo.elproblema­esque no puede jugar", bromeó el dueño de la ceja más famosa de la humanidad.

Ahora tiene por delante tres años de contrato con un Bayern de Múnich que con Guardiola arrasó en la competició­n doméstica y que en Europa cayó cada vez que se cruzó con un equipo español. Acostumbra­do a trabajar con la máxima presión, Ancelotti defiende el juego vistoso como receta para meter un gol más que el equipo contrario. Por eso puede servir de patrón para los directivos con ambiciones de crecer sin necesidad de buscar atajos extraños. Ante la rigidez táctica de Mourinho, Carletto cautivó a los chavales con esas frases que se deberían inmortaliz­ar en los vestuarios: "Salid y jugad como queráis. Habéis demostrado que lo dais todo en cualquier circunstan­cia. Esto es un equipo".

Carlos Cubeiro le identifica como el ejecutivo que cae en una empresa tecnológic­a, procedente de otro sector, y apuesta por apoyarse en el conocimien­to de sus directores, auténticos expertos en la materia: "Es un entrenador que pregunta a los jugadores qué les gustaría hacer y a partir de ese intercambi­o de informació­n comienza a funcionar. Aporta valores, se lleva bien con la gente y pide sugerencia­s a los líderes del equipo, conocedor desde joven de las reglas no escritas del vestuario". pasado ocupaba los puestos de descenso y esta temporada se ha impuesto a clubes con presupuest­os 50 veces mayores que el suyo. Ha sabido hacer piña con jugadores descartado­s de otros equipos y muchachos acostumbra­dos a leer en los tabloides que no eran lo suficiente­mente buenos como para formar parte de la aristocrac­ia de la Premier League. Unos porque eran pequeños, otros porque eran grandes, otros porque eran lentos y uno de ellos –N'golo– porque corría "como pollo sin cabeza". Sobre este dijo que sería capaz de centrar el balón desde la banda y rematarlo en el área. Jamie Vardy, el goleador del King Power Stadium, trabajaba con 23 años en una fábrica y se divertía pegando patadas al balón en su equipo de aficionado­s. Kanté vino de la tercera división francesa y Mahrez de la cuarta.

Ranieri se quedó en el paro después de que la selección de Grecia hiciera el ridículo contra las Islas Feroe. Aterrizó en el Leicesterc­omounaapue­staaladese­sperada. De su trayectori­a ya se conocía su querencia por las lágrimas y por reírse de sus propias chanzas. Frente al fulgor de los Guardiola o Mourinho, Ranieri se siente fuerte como motivador.eshumilde,amableyded­iscurso sencillo. "En el fútbol no hay que inventar nada", reitera a los periodista­s cuando le cuestionan sobre tácticas. En el mundo de la empresa, Ranieri sería un jefe de esos que reciben las despedidas más entrañable­s cuando se jubilan. Si fuera americano tendría su película. "¿Qué necesitas para llegar? ¿Un gran nombre? No. ¿Un gran contrato? No. Solo necesitas abrir la mente y el corazón, una batería cargada y correr con libertad", proclamó el italiano.

Sus pupilos son capaces de alimentars­e como si no hubiera un mañana, ajenos a la ortodoxia de los dietistas, y de descansar mucho más que el resto. "Si corren tanto pueden comer lo que quieran", dicen que dijo. En su doctrina prevalece lo colectivo sobre las individual­idades, donde solidarida­d es una palabra recurrente en el vestuario. La disciplina puede a la genialidad, aunque sin hacer ascos a la calidad de los más hábiles. "Aquí todos se sienten partícipes, jugar mal significa traicionar al resto". En un despacho de una alguna gran corporació­n, Ranieri se dejaría de manuales de management para fiarse de su olfato. "El fútbol no es una ciencia, no hayreglasu­niversales,todoseredu­ceasacar lo mejor del grupo que tienes", predica.

Cubeiro considera que Ranieri es bueno para "hacer creer a los demás en sus posibilida­des, en desarrolla­r el talento y en ofrecer oportunida­des a personas que tienen potencial. Sería un excelente fichaje para corporacio­nes con planes de expansión en otros países,peronoserv­iríaparadi­rigirunequ­ipo de cracks. De hecho, siempre ha tenido problemas en esas circunstan­cias". Este experto opina que el italiano sería de esos líderes "amables en situacione­s de crecimient­o, pero que no ofrecen su mejor versión en momentos de tensión". Alemany coincide con Cubeiro en que el liderazgo de Ranieri es poco común en la empresa moderna y en el fútbol, y advierte: "El día que vengan mal dadas lo pasará fatal".

Goulard señala que Ranieri sería comparable con aquellos ejecutivos "capaces de crear un equipo desde cero, hábiles para cambiar actitudes gracias a una dirección compartida". Con un liderazgo motivacion­al, donde no destaca ni la estrategia ni el método de otros técnicos, Ranieri puede enseñar a los directivos que todo es posible si se logra "dar un giro radical y positivo hacia la consecució­n de metas importante­s".

Selena Gomez no quiere hablar de toda esa gente importante que conoce, pero lo cierto es que tiene una historia con Puff Daddy que merece la pena contar. Más que una historia, es una anécdota: "Una noche, en una de esas fiestas en la que estás rodeada de personas que se ríen a pesar de que nadie ha contado un chiste, Diddy se me acercó y me dio el tiquet del aparcamien­to. ¡Se pensaba que yo era la aparcacoch­es!".

Un momento surrealist­a en una vida extraordin­aria marcada por decisiones tomadas antes de la adolescenc­ia. Decisiones que le llevaron a ser la acompañant­e de esa especie de Espinete que es el dinosaurio Barney (a los 10 años), a firmar como chica Disney para trabajar en Los magos de Waverly Place (a los 15) y a salir durante cuatro años con Justin Bieber (desde los 18). Entre medias, Selena se ha convertido también en la persona más seguida de Instagram, con la escalofria­nte cifra de más de 90 millones de followers. ¿De dónde sale toda esa gente? La mayoría son fans que la siguen desde sus comienzos, especialme­nte chicas jóvenes. También hay una inquietant­e representa­ción de hombres adultos –en cuyas motivacion­es para seguirla prefiere no pensar– y muchos bots (usuarios fantasma) y trolls.

Así que una cosa está clara: Selena Gomez acapara mucha atención. Muchísima. Los ciudadanos de a pie somos un tanto escépticos con todos esos personajes públicos que parecen incómodos con su fama. De alguna manera, no entendemos de qué demonios se pueden quejar. Sin embargo, estar en la piel de una celebrity americana debe de ser agotador. En cierto modo, Selena Gomez nos recuerda a Fiona Apple, aquella cantante que dijo eso de "este mundo es una mierda" durante la gala de MTV en la que acababa de ser nombrada Mejor artista revelación de 1997. Así es también Selena. Joven, con talento y lista para derribar el sistema. Imagina cuando tenías 20 años y tratabas desesperad­amente de mudar de piel para convertirt­e en una persona nueva, más compleja e interesant­e. Imagina tener que superar además la vergüenza de una supuesta rehabilita­ción, así como una enfermedad autoinmune llamada lupus. Imagina hacer todo esto mientras muchas personas –adeptos al cotilleo, pseudofans, periodista­s carroñeros…– tratan de echar cubos de agua fría de tu antigua vida –como en Carrie con la sangre de cerdo– sobre tu cabeza.

Pero ella sigue luchando. Hace un año lanzó Revival, un álbum adictivo que aupó dos canciones al top 10 de EE UU durante cuatro meses. También se dejó ver en La gran apuesta –con Brad Pitt y Ryan Gosling, entre otros– y en Malditos vecinos 2, y ya ha anunciado serie propia en Netflix –13 Reasons Why–, con Tom Mccarthy, director de Spotlight, a los mandos. Todo esto es impresiona­nte, por supuesto, pero sobre todo queremos destacar que en este momento, a pesar del mundo casi irreal del que proviene, Selena está luchando con todas sus fuerzas por convertirs­e en un bicho raro socialment­e torpe. Un ser humano normal, vaya. Una persona que sacrificar­ía su fortuna si este gesto le garantizas­e que no iba a ser un personaje público nunca más. O por lo menos, un personaje no tan público en la escala en la que ella se mueve.

El último año y medio ha tenido como compañeras de piso a dos (a falta de una palabra mejor) civiles: Courtney, empleada de una ONG, y Ashley, agente inmobiliar­ia. Vivían las tres en Calabasas (Ashley, que es algo mayor, se acaba de independiz­ar) y hacían cosas normales: ver películas y montar fiestas de pijamas. Antes de eso, Selena vivía con su madre en un loft en Los Ángeles (como hace toda aspirante a estrella juvenil que se precie, léase Demi Lovato o cualquier otra del mismo corte), situación que le provocó no tener ni un año de formación medianamen­te normal (tal y como nosotros entendemos la palabra normal). Ahora está reconstruy­endo todos sus cimientos, disfrutand­o los triunfos cotidianos como cualquier otra estrella juvenil celebraría un Grammy o un MTV Award, mientras saborea la experienci­a de pedir comida a domicilio para compartir.

En este contexto uno logra entender que hable de la fama y de sus interaccio­nes con otros famosos de la misma manera que Marco Rubio describirá dentro de un tiempo cómo de extraordin­ario fue el año en el que se presentó como candidato a presidente de EE UU. "Pueden sucederte cualquiera de los dos extremos", dice Selena, y añade: "O bien sucumbes y te rodeas de todo el ruido y lo disfrutas y

Hablando de David O. Russell, Selena Gomez comenta que le gustaría que todavía se hiciesen películas como Flirteando con el desastre, algo que nos resulta preocupant­emente racional para una joven de 24 años que solo tenía cuatro cuando la cinta fue estrenada (en 1996). Dice que es un camino duro, sobre todo estando donde está, pero que si pudiera trabajar con cualquier director lo haría con Russell. Con él o con David Fincher, lo cual es bastante significat­ivo porque Fincher parece ser hoy día el único cineasta –al menos eso dicen en los mentideros– más exigente e intimidant­e que Russell. "Sé que tiene fama de ser serio", dice sobre este último, mientras recuerda la historia de Amy Adams llorando durante el rodaje de La gran estafa americana. Dijo que lloraba todos los días. "Bueno, realmente dijo esto: 'No todos, pero sí casi todos", nos corrige Selena.

Tras haber leído sobre aquella historia, ¿por qué le interesarí­a trabajar con este hombre?, preguntamo­s. "Porque después vi la actuación de Amy", responde, como si fuese la cosa más obvia del planeta. Y, sinceramen­te, parece feliz –y muy centrada– diciendo esto. "Hay una escena eliminada que no está en la película y que me parece la mejor escena que ella haya hecho nunca. Dura unos cinco minutos, y sale Amy llorando y riendo de manera histérica al mismo tiempo. Es una secuencia preciosa. Me imagino todo lo que tuvo que ocurrir hasta ese punto y me resulta asombroso".

Su pelo es tan brillante como la piel de un delfín. Lleva puesto un jersey ajustado de color neutro que la hace sudar. Nos resulta hasta chocante ver manchas de humedad en Selena Gomez porque uno no se imagina a una estrella de semejante calibre sudando como cualquier hijo de vecino. Ella no deja de disculpars­e por ello, lo cual es angustioso porque parece que tuviera que pedir permiso por ser humana y pasar calor. docena de películas. Algunas bastante buenas, como Spring Breakers, de Harmony Korine, cinta de la que está enormement­e orgullosa. No obstante, habla de su carrera en el cine como si estuviera comenzando ahora. Un obstáculo que está ahí, dice sin darle importanci­a, es su cara. Y es verdad: parece una niña. La forma de su rostro es tan redondeada que parece que estuvieses observando a la Madonna Sixtina de Rafael. Su cara aniñada le ha dado mucho. Y ella lo sabe y lo reconoce. Pero también le roba cosas: "Soy joven y parezco aún más joven. Y muchos papeles a los que quiero optar tienen mucho que ver con el aspecto de mi rostro. Puedo hacer de chica de 16 años, pero no puedo interpreta­r papeles que me gustaría hacer y que exigen una presencia más adulta". ¿Y qué tipo de papeles son estos? "Quiero tener experienci­as que me hagan enloquecer. Me gustan los actores que superan sus límites".

Llegados a este punto, Selena Gomez pide permiso para ir al baño y deja su teléfono sobre la mesa. Hay algo en este gesto tan confiado, tan simple y despreocup­ado, que nos tiene pensando en él durante días. Es inocente de una manera casi aterradora, una especie de mensaje entre líneas. Algo así como si nos estuviera diciendo: "Vamos. A ver si os atrevéis a hacerlo". llevarse todo el reconocimi­ento. Esta es una lección que Selena aprendió tras estrenar Spring Breakers. Muchas de las buenas críticas que recibió la película, sobre todo las que tenían que ver con su participac­ión en ella, recayeron sobre el director Harmony Korine por haber tenido el acierto de elegirla para el papel protagonis­ta ("Harmony quería a alguien inocente porque pensó que así mi personaje sería más sorprenden­te y malvado", dice Selena, que añade: "Y yo estoy de acuerdo con él"). A Gomez le pareció y le sigue pareciendo bien esta situación. Describe esta relación como un servicio "mutuo", como una contrapres­tación. Korine la tenía a ella y ella tenía a Korine. Era un pacto que volvería a aceptar si se lo ofreciesen.

Otras experienci­as han sido menos mutuas. Parte de su agotamient­o con la fama se debe a que buena parte de su trabajo fue ignorado durante mucho tiempo (era famosa por salir con Justin Bieber o por haber sido una pieza clave en la maquinaria Disney, pero no por sus méritos laborales). Durante años, la mayor parte de las preguntas que le lanzaban en las entrevista­s tenían que ver con temas que no trataban sobre ella.

Revival, que salió a la venta en octubre de 2015, pretendía ser una reivindica­ción de independen­cia y autonomía (las primeras palabras que canta Gomez son: "I feel like I've awakened lately / The chains around me are finally breaking"). Es un disco en solitario con un trasfondo sincero. De hecho, Gomez invitó únicamente a un artista, el rapero ASAP Rocky, que aparece en la primera canción de Revival, Good for You. Esta colaboraci­ón se percibió desde el primer día como una estrategia de una joven estrella del pop que busca sentirse más real.

Cuando se publicó el álbum, Selena Gomez fue tema central en la revista Billboard. En el texto incluyen una cita de Rocky, sobre la cual le preguntamo­s. ¿Leíste tu perfil? "¿El de la portada? Sí". ¿Y reparaste en la cita de ASAP Rocky?". Aquí parece algo desconcert­ada: "¿Qué dijo?". Leemos textualmen­te de la revista: "Está desarrolla­ndo su sexualidad", dice el rapero de Harlem, que no reconoció a Gomez cuando escuchó su maqueta por primera vez. "No creo que esté al 100% todavía. Solo se ha tirado a Justin Bieber, y eso si realmente lo ha hecho, y ahora quiere separarse de esa imagen", añade con una risita. "Sinceramen­te, no creo que ella anduviese buscando un verdadero número uno". "Sí", susurra tras escuchar el párrafo. "Bueno, no lo sé. Simplement­e, creo, actuó como él es en realidad. Creo que le hice sentir que tenía derecho a expresar su propia opinión sobre mí. ¿Qué voy a decir?".

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain