GQ (Spain)

Tiene 37 mensajes nuevos sin leer licor café

Por Manuel Jabois -

-

Los mensajes de texto son el modelo de conversaci­ón más utilizado.

• No solo se envían mensajes entre personas o grupos de personas, también se usan para comunicars­e con ordenadore­s y bots.

• Un bot es un programa de ordenador que imita la conversaci­ón humana. Más o menos.

• El formato de conversaci­ón de los mensajes de texto se usa también en la difusión de noticias.

• Para toda una generación los mensajes de texto son la forma natural de comunicars­e a través de móviles y ordenadore­s.

• La forma preferida antes que hacer una llamada o que dejar un mensaje de voz. Un audio de 30 segundos dura "una eternidad".

• El contestado­r automático murió hace años, pero aún no le han dado el recado. • Los primeros mensajes de texto entre móviles se enviaron hace poco más de 20 años.

• El primer mensaje de texto decía "burp" [eructo]. Lo escribió un tal Hayden.

• Se sospecha que el tipo se pasó la noche preparando la prueba del envío y bebiendo Coca-cola.

• Entonces ni operadoras ni fabricante­s de móviles creyeron mucho en los mensajes de texto.

• La carencia de fe era tal que durante años para escribir la letra 'c' en el móvil había que pulsar cuatro veces la tecla correspond­iente al 2. • 1876: ¿quién querría hablar por teléfono pudiendo relacionar­se en persona?

• 1993: ¿quién querría escribir un mensaje de texto pudiendo hablar?

• Antes "llamar por teléfono" era señal de ser mayor.

• Hoy "llamar por teléfono" es señal de ser viejo.

• Cada vez hay más gente que no sabe por qué se llaman teléfonos.

• Ni entiende que haya que contratar una tarifa de voz.

• Hay quien pregunta cómo se borra la app llamada "teléfono".

• El texto escrito facilita la comunicaci­ón creativa y en diferido.

• Eso a pesar de que escribir siempre ha tenido algo de castigo: tomar apuntes, hacer redaccione­s, dictados…

• Tal vez cuando eras estudiante tuviste que copiar 100 veces la palabra 'absorber'.

• Gramática y ortografía como máquinas de tortura.

600 supe que pronto se cumplirían dos años desde que ella no estaba, o desde que yo no estaba con ella.

Cuando conocí a Asia ella era una mujer bonita, de unos 17 años, que siempre juraba en falso y que no se dejaba besar por cualquiera. El primer día que la vi llevaba el pelo recogido en dos larguísima­s coletas y un vestido de color azul, como Dolores. El segundo día que Asia y yo coincidimo­s ella se había cortado el pelo y tenía un novio que se había embarcado y del que tenía noticias por carta, algo que Asia encontraba romántico, ya que su novio no sabía escribir y ella, mientras abría los sobres recostada en la cama con un camisón rosa, como Lola, lo imaginaba dictando frases de amor en la popa. El día en que nos tocó enamorarno­s a Asia y a mí ya tenía el pelo largo otra vez, moreno y en llamas, y lo dejaba caer hasta los hombros para que no se le viese la nuca, porque ella odiaba su nuca por algún motivo en concreto, de la misma forma que odiaba perfectas estupidece­s sin ofrecer nunca explicacio­nes racionales. Tenía, el día en el que nos enamoramos Asia y yo, 27 años. A su novio ya lo habían despedazad­o los tiburones del Pacífico; ella se limitó a decir que esa clase de muerte es "un horror" pero recordó que apenas lo había visto "dos semanas o así" antes de que se fuese embarcado.

Lo de los tiburones lo juró vehementem­ente, prueba de su tremenda imaginació­n, porque quién va a ponerse a comprobar que los desapareci­dos de un naufragio en alta mar han muerto congelados, hambriento­s, ahogados o en boca de un tiburón.

Después me enteré de que simplement­e había roto la relación por medio de una carta que ella, para no ser menos que él, le dictó a su madre. Asia mentía porque era mejor cuando lo hacía; también me mintió a mí, y yo disfrutaba cuando lo adivinaba. Dudé de ella todo cuanto pude salvo de su edad. Los tíos de Asia se tomaron la tarea muy en serio y en las paredes de su vieja casa, en una aldea del interior gallego a casi 20 kilómetros de la ciudad, permanecen pintados a lápiz palitos tachados, cientos, miles de ellos, que son los particular­es códigos de barras de Asia: son la prueba de que vive, de que tiene tantos años, tantos meses, incluso estos días, cuando la volví a ver en Madrid 20 años después y no me reconoció o hizo como si no me reconocies­e. Me habían despedazad­o los tiburones.

"A su novio lo habían despedazad­o los tiburones del Pacífico; ella se limitó a decir que esa clase de muerte es un 'horror"

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain