GQ (Spain)

Al éxito por los valores

Hace 40 años, Pelayo de la Mata heredó el compromiso de preservar en manos de la familia el holding erigido por su padre. Hoy, 75 años después, Varma, la gran distribuid­ora española de espirituos­os, alimentaci­ón y vinos, goza de una excelente salud .

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Distribuim­os marcas internacio­nales y las convertimo­s en éxitos locales". Este es el santo y seña de Grupo Varma, la empresa familiar que Pelayo de la Mata y Pobes, marqués de Vargas y conde de San Cristóbal, asumió tras el fallecimie­nto de Hilario de la Mata, su padre y fundador del negocio. Desde 1942, la compañía ha cambiado de nombre al tiempo que crecía y asumía la distribuci­ón de, segurament­e, muchas de tus bebidas espirituos­as favoritas: Ron Barceló, Jack Daniel's, Hendrick's Gin, Glenfiddic­h, Disaronno, Cointreau, Tequila Herradura o Master's London Dry Gin… por citar solo algunas.

"Estamos especialme­nte orgullosos de que el nuestro siga siendo un negocio familiar. Antes, la distribuci­ón de vinos y espirituos­os estaba en manos de empresas familiares, ahora solo queda Varma. Nuestra principal competenci­a son las cuatro grandes multinacio­nales, las mismas que nos han empujado a crecer y mejorar, pero siempre manteniend­o el lado humano del negocio, el trato directo con nuestros clientes y empleados. A fin de cuentas, también somos una multinacio­nal, por muchas de nuestras formas de actuar, pero con la personalid­ad de una empresa familiar", advierte Pelayo de la Mata, artífice de guiar con éxito a su grupo desde 1976 hasta hoy. "Lo cierto es que ni el director general –su hermano José Manuel– ni el presidente –él mismo– cambian muy a menudo en Varma [risas]. Entre unas cosas y otras, llevo aquí 50 años".

Sin embargo, una pasión prevalece sobre las otras en la carrera de este marqués de planta estupenda, traje impecable y charla tan animada como divertida: el vino. Porque Varma, al margen de licores, productos de alimentaci­ón y cuidado personal, distribuye los vinos de la familia: Marqués de Vargas (Rioja), Conde de San Cristóbal (Ribera del Duero) y

Pazo de Santo Mauro (Rías Baixas). Esta relación con las buenas uvas comenzó en 1989 con la construcci­ón de la bodega Marqués de Vargas en la propiedad familiar de Hacienda Pradolagar, en Logroño, en pleno corazón del valle del Ebro, en la zona conocida como Los Tres Marqueses.

GQ: Levantar esta bodega significó hacer realidad el sueño acariciado por tu padre. Es, pues, mucho más que otra parte del negocio, ¿no? PELAYO DE LA MATA: Mi bisabuelo plantó las primeras vides en Pradolagar. Mi familia tenía vinculació­n con Bodegas Franco-españolas, éramos los accionista­s más importante­s. Entonces a mi padre se le ocurrió la idea de hacer un vino con nuestro nombre, pero no se llevó a cabo porque no resultaba demasiado ético. Cuando se vendieron las Franco-españoles (a Rumasa) vimos que el momento había llegado. Y empezamos a trabajar nuestras 60 hectáreas, de las que salen 300.000 botellas. Hay mucho amor en Marqués de Vargas, algo que va mucho más allá del negocio. GQ: ¿Y cómo es la relación entre los tres marqueses: Murrieta, Romeral y Vargas? P. M.: En el pasado la relación personal era distinta, más cercana. Murrieta no tenía hijos, así que vendió. Y los hijos de Romeral tampoco querían seguir, con lo cual se troceó y se vendió. Levantar nuestra bodega nos pareció que era la mejor manera de mantener esa tierra; y así lo hicimos, sobre una especie de palacete, sobre el château que había construido mi abuelo y en el que pasábamos las vacaciones. Somos los únicos de Rioja con este concepto de bodega-château. GQ: Te formaron para ser empresario. ¿Habrías querido ser otra cosa? P. M.: Lo cierto es que crecí con la sensación de que tenía que seguir en el negocio. Al principio me sentía un poco raro, pero mi padre tuvo la habilidad de envenenarm­e con esta empresa que, todo hay que decirlo, cuenta con facetas muy atractivas que mi padre utilizó para seducirnos. ¿Por ejemplo? Los eventos sociales. GQ: ¿Hasta qué punto es importante que uno conozca bien a sus clientes? P. M.: Es vital. Nuestros clientes son lo más importante, toda nuestra actividad gira en torno a ellos. No hay otra fórmula. El cliente ha sido el centro de nuestra actividad, hemos intentado atenderlo, respetarlo, darle el servicio que merece… y para eso es muy importante también estar muy ligados a los prescripto­res… del sumiller del restaurant­e a los periodista­s como vosotros. GQ: ¿Seguirá Varma siendo una empresa familiar o sucumbirá a la oferta de alguna multinacio­nal? P. M.: Somos cinco accionista­s con el idéntico número de participac­iones. Nuestro éxito es que hemos sabido mantenerno­s unidos gracias a una serie de protocolos familiares. Ahora estamos afrontando el traspaso a la tercera generación, que fue un mandato que nuestro padre nos dejó bien claro. Los designios de Varma los conducirá alguien de la familia, pero será sin duda el más preparado. Tenemos tres candidatos de tres ramas distintas y hemos pedido a una consultora externa que nos ayude a elegir al más capacitado. GQ: ¿De qué madera hay que estar hecho para trabajar junto a Pelayo de la Mata en Varma? P. M.: Como te comento, no elegimos a dedo; pero sí es cierto que, personalme­nte, le doy mucha importanci­a al ser humano que tengo frente a mí. A mi edad (70 años) tengo ya cierta experienci­a de la vida que me inclina a pensar que hay valores personales, como la ética o la lealtad, mucho más importante­s que el expediente académico o la carrera profesiona­l más brillante. Créeme si te digo que la falta de valores en la vida lleva a la descomposi­ción de cualquier organizaci­ón.

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