GQ (Spain)

"Hola. Soy Kelly Rohrbach.

¿Te importaría que nos viéramos mejor en el bar de abajo?".

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LA ACTRIZ CONVERTIDA EN MODELO y de nuevo en actriz me llama desde su coche para modificar nuestro plan original de tomar algo en la azotea del hotel The Peninsula Beverly Hills. "Es por el tiempo", continúa. "No es que me moleste, pero no he traído rebeca". Irónicamen­te, el cielo del sur de California se ha encapotado para recibir a la última sensación en ropa de baño y estrella de la aún no estrenada película Baywatch (Los vigilantes de la playa). Rohrbach aparece en el bar y avanza con largos pasos hacia la débilmente iluminada barra de roble y mira con deseo los asientos junto a la chimenea. "Tomaré un té. De camomila. Con miel", le espeta al camarero, parodiando al tipo duro que se pide un whisky con hielo. Se gira y me dice: "¿Quizá quieras pedir algo más fuerte?", y con esta pincelada rápida me hace sentir que la conozco mejor que su perfil de IMDB. "Estoy enamorada de este sitio. Me encanta venir aquí", sigue. "Soy una chica de Los Ángeles, una Cali girl; una Cali girl de Connecticu­t".

Rohrbach (el "bach" se pronuncia como el compositor) nació en Nueva York y creció en la frondosa periferia de la ciudad de Greenwich, en Connecticu­t, el bastión de una élite pudiente, nacida bajo la dinastía política de los Bush. Estudió en una exclusiva academia solo para chicas de la ciudad y se convirtió en una especie de niña prodigio del golf, tras aprender a jugar con su padre, un adinerado financiero. Sin embargo, el rápido ascenso de esta chica de 26 años hay que atribuírse­lo más a la providenci­a que a los privilegio­s derivados de su clase. "No hay nadie más afortunado que yo. He tenido tanta suerte que mi padre me llama Forrest Gump", asegura. Y, de hecho, comparte con el personaje el haber perseguido y alcanzado sus objetivos con una clamorosa falta de astucia. "A veces creo que la ingenuidad puede ser un regalo", concluye. Atentos, por ejemplo, a su plan para conquistar Hollywood: "Busqué en Google: 'Diez mejores agencias de talentos", asegura sin bromear y encogiendo los hombros como diciendo: 'lo siento, pero es verdad'. "Escogí una, fui y firmé. Fue algo así como: 'Oye, necesito un agente. ¿Quieres ser mi agente?'. Y me contestaro­n: 'No es así como funciona esto, pero… bueno, sí".

Desde entonces y hasta Los vigilantes , la carrera de Rohrbach ha sido un lento pero constante flujo de pequeñas interpreta­ciones en comedias de situación y de género policíaco. Algunas veces le dejaban usar su talento interpreta­tivo, otras no tanto (en uno de sus trabajos su papel aparecía como "jovencita buenorra" en los créditos). Casi por inercia, decidió probar suerte como modelo. "En cierto modo fue parecido", nos cuenta, "fui a una agencia y les dije: 'Nunca he modelado pero… ¿Podría probar?". A base de perseverar y tras algunas pruebas fotográfic­as, Rohrbach salió en el número de septiembre de la revista Sports Illustrate­d, un trampolín que ha elevado al éxito a modelos como Elle Macpherson, Heidi Klum, Bar Refaeli o Kate Upton. En las imágenes su anatomía solo se veía estorbada por diminutos bikinis… y a veces ni siquiera eso.

Rfingido. Su rutina se compone de rutas de excursioni­smo por Hollywood Hills y los alrededor de las cuevas de Malibú, talleres avanzados de yoga y la playa. "Me he convertido en un cliché embarazoso de la típica angelina. Soy muy de decir: '¡Vamos a caminar por el monte y a por un zumo verde!'. Eso es un sábado perfecto para mí. Odio ser un estereotip­o pero, vaya, también es algo bonito".

Rohrbach se autoprocla­ma una persona casera, aunque confiesa tener planes para esta misma noche: "Tengo que ir a una cena. Me tomaré un té y luego me volveré prontito para estar a las 10 en la cama". Se ríe y explica que, por muy maravillos­os que sean los mundos de la moda o el cine, no se siente parte de ellos. "No soy del tipo: 'Querido, debemos salir a pasarlo bien'". Así que cuando llega la temporada de premios, más que perseguir invitacion­es a los eventos, huye de ellos. "Estoy muy enferma en la cama", confiesa, es su mentira preferida, y la rubrica con una convincent­e tos falsa. "No soy para nada una chica fiestera. Me encanta pasármelo bien, pero no salir de fiesta".

Por todo ello, el año que estuvo trabajando como modelo –un período durante el cual se tuvo que dividir entre Los Ángeles y Nueva York y empezó a salir con Leonardo Dicaprio– parece hoy una curiosa aberración. Rohrbach empezó a ser una habitual en las páginas de cotilleo, por cosas tan impactante­s como montar en bici en Nueva York con su novio. Un tabloide hablaba de ella como la que domesticar­ía al mujeriego. Los rumores se enredaron hasta el punto de que se publicó que se habían comprometi­do. Cuando cortaron, un reportaje sugirió que sus padres no aprobaban su relación con la estrella de El lobo de Wall Street. Por su parte, Rohrbach dice que no quiere entrar en esas cosas, pero en vez de

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