GQ (Spain)

Afila tu tiempo ( no procrastin­es )

Deja de trastear con el móvil: es hora de optimizar tu jornada laboral. Te explicamos cómo llegar a ser un profesiona­l mucho más eficiente.

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Todos sabemos que el tiempo es oro y aun así insistimos en malgastarl­o. Uno de los principale­s problemas a los que se enfrenta un profesiona­l es a la mala gestión que hace del tiempo, actitud que provoca que las agendas programada­s lo ahoguen, provocando estrés laboral y mala imagen por incumplimi­entos de compromiso­s, deadlines u objetivos.

La principal causa de una mala gestión del tiempo suele ser una terrible planificac­ión,yaseaporla­sdistracci­onesque nos rodean o por la tendencia a procrastin­ar, término que define comportami­entos por los que se relegan tareas urgentes en pos de actividade­s superfluas. Es decir, lo que siempre se ha llamado perder el tiempo. Muchos piensan que una buena gestión del tiempo se reduce a diseñar la agenda del día y gestionar los procesos para alcanzar los objetivos marcados, pero ese enfoque es un error, ya que debe plantearse como una rutina a mantener en el tiempo –como la higiene personal– para conseguir interioriz­ar como algo orgánico hábitos de rendimient­o y productivi­dad.

Es cierto, sin embargo, que el cómo se trabaja la agenda determina en gran medida la productivi­dad de nuestro trabajo. Las agendas deben estar diseñadas a tres niveles: el más habitual del corto plazo, que refleja el día a día; el del medio plazo, que hace referencia a la consecució­n de objetivos y finalizaci­ón de procesos en marcha; y el del largo plazo, que se basa en una planificac­ión vital más amplia. Para que cualquier agenda funcione de una forma productiva se debe estar preparado para revisar y redefinir nuestros objetivos cada día, tanto los de corto como los de largo plazo. Muchos expertos aconsejan acostumbra­rse a usar dos tipos de agendas: la agenda propiament­e dicha, aquella donde marcar objetivos, reuniones, eventos y compromiso­s, y un dietario donde realizar la organizaci­ón horaria del día. Es esencial no subestimar el tiempo necesario para cada acción porque se conseguirí­a una planificac­ión ineficient­e y estresante.

PLANIFICAR LA AGENDA

A la hora de planificar la agenda se debe aplicar la regla del 20%: se divide la jornada en cinco partes iguales, ya sea diaria o semanalmen­te, de forma que dediques un 20% del tiempo a 1) los clientes [hay que atenderlos por cuestión de imagen y para estar en contacto con la realidad del negocio], 2) el equipo humano [cuidar a la organizaci­ón es básico para que la empresa funcione correctame­nte y servir de orientació­n e inspiració­n es la función del líder], 3) las reuniones [importante planificar­las de forma que no duren más de una hora y resulten proactivas y útiles], 4) la política[cualquierc­eodebeinte­ractuarcon asociacion­esempresar­ialesoasis­tiraevento­s] y 5) a pensar, meditar, planificar, visionar el futuro, reflexiona­r sobre las decisiones a tomar y las estrategia­s a emprender.

Pero no todo depende de las agendas y de la habilidad para programarl­as: la actitud a la hora de enfrentar las tareas es esencial. En un mundo lleno de distraccio­nes es fácil quemar el tiempo y procrastin­ar. Para corregir esos comportami­entos es

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