GQ (Spain)

RONALD REAGAN

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como secreta hasta entonces. En 1970, un degradado Elvis Presley se presentó de improviso en la Casa Blanca para entregar una carta al presidente Nixon. Lógicament­e no le dejaron pasar, pero recibió una llamada para invitarle esa misma tarde al Despacho Oval. Elvis, –colocado de medicament­os, cuentan– entró en la sala y comenzó a hablar con el presidente de su intención de querer acabar con la cultura hippy, de los Beatles y su preocupaci­ón por el comunismo. Pero el Rey del rock no terminó aquí su discurso, sino que también pedía tener una placa de agente federal para poder llevar a cabo todos sus objetivos "por amor a su país". Lo extraño de todo esto es que el presidente le concedió la placa. El cantante, por su parte, le regaló una pistola. Pero Carter no fue el único presidente que divisó ovnis, también Reagan confesó haber visto objetos voladores. En la época de ambos presidente­s, ver marcianos era muy popular gracias a películas como Cocoon (1985). Y del cine precisamen­te le vino a Reagan la reacción que tuvo ante un supuesto avistamien­to dentro de un avión. El presidente terminó pidiendo al piloto que siguiera a ese objeto lumínico, y se dedicó a ampliarlo pidiendo una investigac­ión sobre una posible invasión alienígena. Hasta tal punto llegó su obsesión, que incluso le pidió a Gorbachov, entonces presidente de la URSS, que ambas potencias lucharan juntas para acabar con esa amenaza del espacio exterior. Quizá cogió ideas del capitán Vance Britten de la película El último destacamen­to (1951). El primero, en 1995, cuando en las Naciones Unidas, durante un encuentro con el presidente ruso, Boris Yeltsin, terminó a carcajada salvaje ante todos los medios. Hay que explicar que Yeltsin no andaba muy sobrio en ese encuentro, y las citas de esas conversaci­ones siguen estando catalogada­s. Y la otra, su apreciació­n oral de infidelida­d con una becaria, que casi le cuesta el matrimonio… y la presidenci­a. Seductor nato, hay rumores que dicen que, en su juventud, intentó llevarse a la cama a una Jackie Kennedy entrada ya la sesentena. Se la podría haber llevado a Granada, donde confesó que reconquist­ó a Hillary tras su escarceo con Monica Lewinsky.

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