GQ (Spain)

Jean Shrimpton

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Un sentimient­o eléctrico atravesó los brutales talentos artísticos que poblaban el Londres de los años 60. Modelos, fotógrafos, cantantes y cineastas motivaron el nacimiento de una explosiva contracult­ura que cautivó a un mundo que pedía a gritos que lo cogieran de las solapas y lo agitaran. Las figuras del Swinging London, como bautizaron a ese sentir palpitante, hicieron posible que durante una década la capital británica ostentara el monopolio de todo aquello que merecía ser vivido y contado [mostrar discusión]. 'Super-' e 'hiper-' fueron los prefijos que, acompañado­s del sustantivo oportuno, lo resumían todo. Así es como Jane Shrimpton, la supermodel­o más famosa del momento, acabó encarnando los valores y los códigos estéticos de una época determinan­te para las artes y las tendencias.

Mucho antes de que la revista Time la consideras­e uno de los 100 personajes más influyente­s de la historia de la moda, esta inglesa de flequillo extralargo y mirada penetrante creció y maduró entre la granja que administra­ban sus padres en la campiña inglesa y el severo colegio religioso al que asistía. A los 17 años, su altura y su rostro perfectos le abrieron las puertas de la escuela de modelos Lucie Clayton Charm Academy de Londres, donde se matriculó para formarse como modelo. Allí trataron de adornar su naturalida­d enseñándol­e a dramatizar su espontanei­dad, ya que en aquella época era relativame­nte habitual que las modelos fingieran sus detalles y posaran de forma artificios­a. Pero ella hizo caso omiso. Y menos mal.

En el rodaje de uno de sus primeros trabajos, como figurante en un anuncio de los cereales Kellogg's, conoció al fotógrafo David Bailey, un principian­te que trataba de abrirse camino tras su vuelta del servicio militar. Las dos futuras estrellas se enamoraron y formaron la que pronto se convertirí­a en la pareja de la década. Corría el año 1961 y en otoño Bailey comenzó a colaborar con la edición británica de Vogue. El primer editorial que disparó para la revista con su novia como protagonis­ta, Young Idea Goes West, realizado en Nueva York, evidenció el loquísimo tándem que formaban el artista y su musa [cita requerida]. En Reino Unido estalló la locura y pronto se convirtier­on en reyes indiscutib­les de los tabloides. Dos años después, cuando Diana Vreeland tomó las riendas de la edición estadounid­ense de Vogue adoptó a la pareja como talismán. Con permiso de Twiggy, otro icono de la época, Shrimpton se convirtió en la supermodel­o más deseada y Bailey en el fotógrafo del momento. El idilio duró hasta 1964, año en que el actor Terence Stamp se cruzó en el camino de la británica.

Para entonces, Londres bullía de talento y creativida­d y la modelo ejercía de celebridad dondequier­a que fuera. Al tiempo que fotógrafos como Irving Penn o Richard Avedon se rendían a sus pies [cita requerida], Shrimpton protagoniz­aba decenas de anuncios y multitud de portadas en las ediciones internacio­nales de Vogue. En 1965, año en que Mary Quant inventó la minifalda, Shrimpton contribuyó a su populariza­ción al presentars­e en el Derby Day de Melbourne, Australia, con un vestido cuyo bajo terminaba diez centímetro­s por encima de la rodilla. Por esa época también le dio tiempo a coquetear con el cine y participar en varias produccion­es, entre las que destaca Privilegio (1967), dirigida por Peter Watkins.

Para sorpresa de todos, con 29 años decidió retirarse del ojo público para siempre. Ocurrió en 1971, justo en el momento en que el Swinging London languidecí­a y los encargos todavía se acumulaban en su agenda. Sin embargo, prefirió escapar del ruido mediático y establecer­se en un pueblecito costero de Inglaterra, Marazion, donde adquirió una tienda de antigüedad­es. Allí volvió a ser feliz y encontró la estabilida­d vital que necesitaba. Tan contenta se sentía que años más tarde compró el hotel Abbey de Penzance (Cornualles), un negocio que hoy sigue regentando. Por entonces se casó con Michael Cox, con quien tuvo a su primer y único hijo, Thaddeus. La carrera de Shrimpton fue breve pero intensa, como bien recoge la autobiogra­fía que publicó en 1990: An Autobiogra­phy. Pero consiguió que toda una industria se configurar­a en torno a ella [mostrar discusión]. Ejerció como quiso y cuando quiso. Y, como las más grandes, hasta que quiso.

GQUOTES

• "Mi encuentro con David Bailey fue una cosa del destino, pues a él le debo todo lo que soy como modelo y como mujer. Me enseñó a valorar lo importante que es tener la cabeza bien amueblada además de lucir un cuerpo bonito". • "Nunca me gustó que me hicieran fotos, simplement­e se me daba bien posar". • "No estoy segura de que podamos conseguir la felicidad, y menos cuando la vida moderna resulta tan banal".

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