Un café con Savater
Uno de los placeres que no se pueden perder nunca en esta vida es leer a Fernando Savater. Sobre todo cuando más lo odian, que es cuando más afina. Por eso Savater ha sido fino siempre. Es conocido que a Savater lo odió el franquismo, que lo encarceló; lo odió ETA, que lo quiso matar durante años; y ahora, es razonable decirlo, sufre el odio tranquilo de quienes no soportan que Savater piense por su cuenta.
A mí eso ya no me importa: me importa que se le quiera encerrar o que se le quiera matar; que se le odie por las mismas razones por las que nos acabamos odiando todos, incluso los que fingimos, es meramente circunstancial.
Hace unos meses coincidí con él en un congreso en Tudela gracias a la gene- rosidad de Luis Alegre. Habló del cóctel como concepto ("el infierno me lo imagino así") y contó ya en la charla una historia ya no sé si de su amigo Umberto Eco o de un personaje suyo (creo que del segundo). Resulta que ese hombre estaba participando en una orgía y de repente, al encontrarse haciendo el amor con una señorita, se enamoró; así que ni corto ni perezoso le preguntó a la chica si se iría después a tomar un café con él. Me parece una anécdota maravillosa, un cortejo casi revolucionario.
Con todo, lo que siempre he admirado de Savater ha sido la alegría, esa que le ha amputado la muerte de su mujer. Savater ha sido feliz hasta la provocación y el escándalo. Como cuando dijo, respecto al terrorismo de ETA: "No, yo no he sufrido. Desde luego que sí, porque amigos míos han sufrido y han muerto, pero yo personalmente me he divertido muchísimo. Le debo más de 15 años de juventud, porque ya me habría convertido en un pelmazo académico. Gracias a esto sigo siendo un poco como un Capitán Trueno, mi héroe". Esa concepción de la vida, de la vida tan vecina a la muerte, es necesaria en hombres así. Quizás por eso hay que ser muy sabio.
Hace unos meses la revista Letras Libres lo juntó con el cineasta Jonás Trueba. La conversación que mantienen ambos es apasionante y de ella se desprende un intelectual blindado contra la tontería y el fanatismo. Dice allí sobre la dictadura: "Recuerdo una de las veces que me detuvieron, siempre brevemen-
"Lo que siempre he admirado de Savater ha sido la alegría. Él ha sido feliz hasta la provocación y el escándalo"