GQ (Spain)

Más sexo con los coches autónomos gambeteo

Por Montero Glez -

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de la casa, el coche es el segundo lugar más frecuentem­ente utilizado para practicar sexo. El procedimie­nto comienza aparcando el coche en algún lugar discreto, cerca de una carretera poco transitada o en una zona más o menos alejada del asfalto. Que el lugar sea adecuado depende del pudor y del apretón de cada uno. También depende del entorno y de los cristales del coche, si están tintados o no.

Aquellos que vivan en una peli deberán aparcar el coche en una colina que tenga una panorámica de la ciudad, y asegurarse de que en la zona hay un asesino psicópata residente. Si la película es de David Cronenberg habrá que estrellar el coche antes de entrar en faena.

Más o menos estos eran hasta ahora los procedimie­ntos habituales previos a tener sexo en el coche. Ya no. O en breve ya no será así. Con la llegada de los coches autónomos, los coches que conducen ellos solos controlado­s por un ordenador, ya no será necesario aparcar en un lugar oculto. De hecho ni siquiera será necesario parar: el coche seguirá circulando mientras los pasajeros hacen cualquier cosa en su interior. Al fin y al cabo si los vehículos conducen por sí mismos habrá que hacer algo para entretener­se durante los viajes.

"Estoy convencido de que una vez que los ordenadore­s hagan todo el trabajo de conducir habrá mucho más sexo en los coches", afirma un experto en sexo en coches autónomos. "Lo cual será un problema porque impedirá que los pasajeros puedan reaccionar rápidament­e cuando el coche requiera la intervenci­ón de un conductor", añade.

Teniendo en cuenta que la conducción autónoma o medio autónoma ya ha causado alguna que otra desgracia, tiene sentido mostrarse receloso ante la idea de arrimarse a 120 km/h. Pero tampoco es una previsión descabella­da. Nuestra irónica tendencia natural a rechazar los cambios y los avances tecnológic­os va acompañada a la vez por una predisposi­ción a confiar rápidament­e –y en exceso– en la tecnología. Y antes o después acabaremos entregados a la conducción autónoma… y al sexo a 120 km/h.

El dilema con estos coches es que no nos fiamos de ellos, del mismo modo que tampoco nos fiamos de nosotros. Buena parte de los accidentes de tráfico están relacionad­os con las distraccio­nes al volante, con la estupidez y con ignorar las señales de tráfico. Así que tiene sentido pensar que al eliminar al conductor humano los coches autónomos pondrán fin a los accidentes de tráfico. Los ordenadore­s no se distraen, no son estúpidos y no ignoran las señales de tráfico.

"Antes o después acabaremos entregados a la conducción autónoma… y al sexo a 120 kilómetros por hora"

era el árbitro, que iba con el Real Madrid. Entonces, desde el banquillo de los acusados, el mismísimo Cruyff se lanzó a protestar. Es cuando empieza la bronca. En las gradas del Camp Nou se nombra a la madre, a la hermana, al padre y a toda la parentela del árbitro. El madridista Hugo Sánchez aprovecha y se toca los genitales al concluir el encuentro.

Empezaban los 90 y el fútbol antiguo aún persistía en la vieja Europa con nombres como el de Stoichkov o como ese otro, que fue más allá y que le metió una patada de kung-fu a un hooligan de esos que andaba cerca. Experto en artes marciales, el jugador francés Cantona voló por los aires hasta alcanzar con sus tacos a un hincha que le gritaba "vuélvete a Francia con tu puta madre, bastardo".

El que así increpaba desde detrás de la valla publicitar­ia se enteró de lo que puede pasar cuando se insulta a un marsellés nacido y criado en el barrio de Les Caillols. Éric Cantona siempre fue un duro de pelar. Uno de esos tipos que caminan con la calle por delante y la mirada siempre más allá. Una dureza de pata de cabra sumada a la habilidad heredada de un barrio obrero da como resultado un hombre astuto a la hora de enfrentars­e contra la autoridad del contrario. Cantona lanzaba puntapiés impulsado por los calostros que mamó en una de las geografías más raciales del mapa europeo.

En un lejano partido, Éric Cantona fue expulsado por pegar un balonazo al árbitro, y tal vez allí empezó el conflicto en su carrera, cuando la Federación Francesa de Fútbol le suspendió con cuatro partidos. Una sanción a la que el jugador responderí­a con juegos florales. Cantona acabaría haciendo cine, como ese otro, de su misma escuela, la de los broncas, llamado Vinnie Jones, futbolista con el rostro de carne hecha roca. Un bistec muy pasado por las dos caras. Un churrasco de suela pero de los años 80. Un plato difícil de digerir en aquellos tiempos y más ahora, cuando los futbolista­s se depilan la ceja y la pierna.

Nacido en familia de clase obrera, Vinnie Jones se largó de su casa antes de cumplir la mayoría de edad. Lo hizo para hacerse futbolista. Se buscó la vida de albañil y así estuvo hasta que le dieron la oportunida­d poco después, en el año 1986, en el Wimbledon F. C., donde destacaría por sus maneras violentas en el terreno de juego.

Un churrasco de suela con guarnición genital de cemento que realizaba marcajes de un salvajismo primario, llegando a agarrar los testículos de su víctima con fuerza, estrujándo­los como si fueran albóndigas sobaqueras. "Yo los tengo más duros", le decía con la sonrisa de cuchillo, el cuello hinchado y bovino y la mirada asesina. Si por algo pasará a la historia Vinnie será como creador de un estilo de juego que se denominarí­a kick and rush, algo así como patadón y echar a correr.

Al final, por mucho que corrieran Vinnie, Cantona o el búlgaro Stoichkov, los tiempos acabarían por alcanzar a cada uno de ellos. Porque el juego limpio siempre juega con ventaja.

"Vinnie Jones era un churrasco de suela con guarnición genital de cemento que realizaba marcajes de un salvajismo primario"

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