GQ (Spain)

Bronca futbolera

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El futbol antiguo se jugaba a patadones, con el gesto macho y el colmillo húmedo. Eran otros tiempos y los puntapiés venían afilados a la espinilla. Golpes de casa navajera, propios de reyerta y patio de trullo donde el árbitro se jugaba la integridad cada vez que pitaba falta. Si no la pitaba, también.

Algo parecido le ocurrió a Urizar Azpitarte, el colegiado que arbitró un Barcelona–real Madrid y que recibió la sentencia del búlgaro Stoichkov, que en aquel momento sudaba la camiseta azulgrana. El tal Stoichkov era un jugador de los conocidos como broncas, futbolista­s que escupían por el colmillo, en plan matón, dispuestos siempre para la pendencia. Stoichkov pertenecía a ese grupo aristocrát­ico y era de los cabroncete­s, según palabras del árbitro Azpitarte, que recibió un pisotón que todavía le duele.

"¡Hala Madrid!" parece ser que fue lo que le dijo Stoichkov, en bajito, cuando apretó sus tacos con fuerza, presiodesp­ués nándolos con toda su testostero­na acumulada. En realidad, no es que Stoichkov jugase sucio, es que era protestón. Se quejaba por la entrada que había recibido de Chendo y por eso el colegiado le sacó tarjeta. "Por simular", por hacer teatro. Fue cuando Stoichkov dio a entender que allí el único que simulaba

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