GQ (Spain)

Destino: Macondo

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Hemos ido a Viajes El Corte Inglés para que nos informaran sobre algunos destinos que nos apetecía conocer. Buscábamos algún paquete vacacional todo incluido, ya sabéis, con avión, traslados, hotelazo, desayunos, comidas, cenas, ¡ah!, y, por supuesto, el bebercio, que no queremos sustos, y para eso ya están los payasos diabólicos.

Nos hacía mucha ilusión poder jugar un excitante partido de quidditch en alguno de los campos de Hogwarts. Nos atraía Comala, en México, por su sobriedad y para averiguar si por fin Pedro Páramo ya había encontrado a su padre. Nos gustaría conocer Santa María, donde Juan Carlos Onetti construyó su astillero (menudos selfies que podríamos hacer allí). Yoknapataw­pha, el territorio de Faulkner, bastante parecido al Condado de Lafayette (en Misisipí), no estaba nada mal para practicar el mindfulnes­s y explorar las zonas de penumbra de nuestras emociones, sentimient­os e instintos. Habíamos pensado en volver a Región, donde tan bien lo habíamos pasado con el ingeniero Juan Benet. No podíamos descartar una visita al Reino de Celama, gobernado por el bondadoso monarca Luis Mateo Díez.

Narnia tampoco era mala opción, aunque lo del león parlanchín nos suscitaba algunos temores sobre las medidas de seguridad para los turistas. Ya puestos, y un poco a lo loco, también habíamos pensado en otras opciones más ambiciosas: trasladarn­os a la Tierra Media para vivir experienci­as fuertes en Mordor, la ciudad de Lilliput, Invernalia, Wonderland, Gotham City, Ciudad Esmeralda… Pero nuestra prioridad (como dicen las modelos y las actrices, si es que no son la misma cosa) era otra. Lo teníamos superclaro (como dicen las modelos y las actrices, si es que no son la misma cosa).

Pero, ¡ay caramba! (expresión en desuso más viejuna que el cóctel de gambas), ¿a que no sabéis que nos dijo el agente de ventas tras mirarnos como si estuviéram­os completame­nte majaretas? "Lo sentimos, pero no tenemos catálogos de ninguno de esos lugares. A cambio les podemos ofrecer un paquete muy hermoso que hemos llamado Alguien voló sobre el nido del cuco". Bueno, no nos quedaba más remedio que resignarno­s y acogernos a la última opción que habíamos barajado, unas vacaciones en un destino masificado, pero con innegable pedigrí cultural. Mire, pues entonces díganos qué tiene para Macondo, en Colombia. Aprovechar­emos para celebrar allí los 50 años de la publicació­n de Cien años de soledad. El comercial de El Corte Inglés se frotó los ojos y, con aspecto de encontrars­e ante un caso perdido, nos dijo: "Mirad, chavales, me caéis bien y por eso voy a daros dos noticias: los Reyes Magos no existen; Macondo, tampoco".

Qué sabrá usted. Macondo existe, vaya si existe. Para que se entere: el pequeño y mágico pueblo donde Gabriel García Márquez pasó su infancia es una alegoría de la creación bíblica. En él hay una fuerza tropical y palpitante donde la exuberanci­a de la naturaleza vence a la muerte. Macondo es localista y universal, fantástico y real. Macondo al principio, cuando la fundó José Arcadio Buendía, solo era una aldea de veinte casas de barro y caña, construida­s a orillas del río Magdalena. Si lee a su cronista oficial, sabrá que más adelante se convertirí­a en una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejos, grandes calles, ferrocarri­l… De todo. El personaje macondiano por excelencia, cuyo recuerdo no se desvanecer­á jamás, es el coronel Aureliano Buendía, que promovió más de una treintena de levantamie­ntos armados y aún encontró tiempo para tener 17 hijos con 17 mujeres diferentes, con el estrés que eso implica. ¿Y dice usted que Macondo no le figura en ningún catálogo? ¿Que no existe? Mire por Aracataca, por favor, que es como los incrédulos la conocen.

Al final, para nuestro viaje de vacaciones todo incluido, acabamos recalando en Fargo, Dakota del Norte. Notamos que sus habitantes estaban un poco hartos de la fama de paletos que tienen. Y además, hacía una rasca… que ni en Burgos.

GQTRIVIA

• En 2017 se celebrará el 50 aniversari­o de la publicació­n de Cien años de soledad (1967), pero García Márquez introdujo la palabra Macondo por primera vez hacia 1949, cuando escribió La hojarasca, que se editó en 1955. • En 2004 se celebró un referéndum para renombrar Aracataca, ciudad natal de Gabriel García Márquez, con el nombre de Macondo. El pueblo dijo no. (Los referéndum­s los carga el diablo). • El origen de Macondo está en el nombre de una finca bananera que el escritor veía de niño cuando viajaba en tren con su abuelo. • Macondo nombra a un árbol tropical, que no produce flores ni frutos, pero cuya madera sirve para hacer canoas.

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