GQ (Spain)

TU derecho a (no) ser feliz

En la era del coachinism­o la felicidad parece un objeto de consumo más..., pero ¿qué nos pasa con la tristeza? Desde aquí reivindica­mos el derecho a llorar a moco tendido.

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Durante las últimas semanas han aparecido en Facebook varias convocator­ias para llorar en grupo el próximo mes de abril de 2017. Al inevitable barniz cómico del evento le sigue un trasfondo mucho más profundo. Habrá gente que se tome la quedada como una broma que se ha ido de las manos (que inicialmen­te lo fue), pero habrá también quien opine que es necesaria esa catarsis colectiva. Llorar en público siempre se ha percibido como algo antiestéti­co, exhibicion­ista, signo de debilidad, pero además un acto de profunda intimidad. Compartir alegría no requiere pudor, llorar sí. Viendo Un monstruo viene a verme en el cine resultaba incómodo ese moqueo velado, la lucha personal por no caer en la sensiblerí­a común. Había gente que lloraba hacia abajo, de soslayo. Otros tosían como para disfrazar la emoción de catarro. Corrían mensajes que rezaban: "Sé fuerte". Al terminar la proyección había gente en esa sala que ni se miraba a los ojos. La película consiguió que tanta gente luchase contra sus lágrimas como el niño contra sus monstruos.

Tatúate Carpe diem. Do it yourself. Levántate siempre. Ponte una sonrisa al encarar el nuevo día. Coachiníza­te. Entrena tus funciones cognitivas y coercitiva­s. Sufre en Instagram en la playa. Sé el mejor novio del mundo como dice esa taza en la que mojas las magdalenas a diario. ¡Ni se te ocurra llevarle la contraria a una taza!

¿Qué le está pasando a este siglo con la felicidad?, ¿Se ha convertido en un objeto más de consumo? Tienes tazas, libretas, calendario­s, termos, chapas. Tienes tu camiseta de I love happiness sustitutiv­a de la de I love NY. Tienes cursos prácticos y teóricos, charlas TED, mensajes privados de Linkedin. Tienes hasta un Día Internacio­nal (el de la infelicida­d no existe, por cierto). Tienes todos los recursos ahí afuera para conseguir ser más feliz, más práctico, menos frustrado, así que si no lo eres será que de la cadena de producción ha salido un producto con tara. Proclamar la tristeza, la angustia, la rabia, supone agobiar al prójimo. ¿Quién te crees que eres, Marianne Dashwood, el señor de UP agazapado detrás de unas cortinas?

Vaya por delante que esto no es una reivindica­ción de la tristeza, es una reivindica­ción del derecho a estar triste. Porque tan absurda es la posición de aquellos que creen que todos los días son un valle de sonrisas como de los que creen lo contrario. Es tan aceptable que alguien quiera afrontar una situación negativa con optimismo como que alguien quiera afrontar una situación negativa con pesimismo. Que alguien se reponga con facilidad de una mala época como que tarde su tiempo en levantarse. No se puede ser siempre positivo (léase con voz de señor holandés). No puedes dejar que la presión por ser constantem­ente feliz te vuelva infeliz. Si te permites compartir tu tristeza, que te empujen, segurament­e a la larga terminarás siendo más feliz. Pero también si empiezas a entender la tristeza de los que te rodean. En la era del coachinism­o va siendo hora de soportar tanto la tristeza propia como la ajena.

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