GQ (Spain)

Señores primer0 JOHN CAZALE, EL PRODIGIO DE LAS CUATRO CARAS

Por Marta Fernández

-

Todos los actores tienen una mala película. Todos menos John Cazale. Antes de morir a los 42 años dejó cuatro papeles perfectos para cinco largometra­jes. Se estrenó en la pantalla con el más débil de los hermanos Corleone. Cazale era aquel Fredo inseguro y mentiroso, el que se convierte en nada para su hermano Michael. Fredo, el vulnerable, el de la tristeza infinita en los ojos asustados.

Su actor preferido era Montgomery Clift. Y parecía haber calcado de él esa melancolía, esa mirada de animal acorralado. Será porque aprendió a construir sus personajes a través del dolor. Eso fue lo que le enseñó Olympia Dukakis en la Universida­d de Boston. A conectar con las penas del otro. Y lo hacía tan bien que años después Al Pacino reconocerí­a que nadie le había enseñado tanto de interpreta­ción como Cazale.

Se conocieron trabajando como repartidor­es para Standard Oil. El teatro no era un negocio fácil. Pero los dos tenían talento y acabarían compar-

tiendo tablas. Y premios. Y captando la atención de un director de casting. Coppola les convirtió en los hijos de don Vito. El listo y el tonto. El guapo y el feo. El duro y el frágil. Pero Cazale tenía algo que ni se aprende ni se enseña, algo que se lleva sin llevarlo. Pacino lo llama presencia. En el rodaje de El cazador, Michael Cimino decía que esa presencia tenía un efecto prodigioso sobre el resto de los actores. Gene Hackman comprobarí­a en La conversaci­ón que no había manera de dejarse ver si Cazale estaba en plano.

"Era una lección verle. Ver cómo actuaba". Al Pacino se emociona treinta años después recordándo­le. "Sueño con él a veces". Se le corta la voz y por primera vez no parece un actor intentando darlo todo. No, si se trata de recordar a John. Juntos vivieron demasiado. Juntos le dieron al cine escenas demasiado buenas. Aunque demasiado escasas. Sidney Lumet venció sus reticencia­s iniciales y terminó juntando a los dos amigos en Tarde de perros. Y Cazale conseguía de nuevo lo imposible: hacer que un psicópata con un arma pareciera adorable. Era el contrapunt­o perfecto a un Pacino desbocado. Aquellos dos tíos funcionaba­n juntos. Su química era tan potente que Lumet les permitió que improvisar­an. A punto estuvo el director de arruinar una de las mejores escenas de la película con una carcajada. Los dos atracadore­s ineptos mantienen a sus rehenes en un banco. Saben que están acorralado­s. "¿Hay algún país en especial al que quieras ir?", preguntaba Pacino. Cazale tragaba saliva, se abrazaba al cañón de su arma como el niño que aferra el último juguete rescatado de un incendio y después de una pausa contestaba: "Wyoming". Al Pacino todavía no sabe cómo pudo reprimir la risa ante la genialidad de Cazale.

No volvería a juntarles el destino. O los repartos. O la jodida enfermedad que se llevó a John demasiado pronto. Su última película fue El cazador. Cuando comenzaron el rodaje ya se estaba muse riendo. Cimino tuvo adelantar sus escenas por miedo a que no pudiera grabarlas. Temía que pasara lo que iba a pasar. Que Cazale se apagara. Lo temían los productore­s que no querían asumir riesgos. Pero Robert de Niro se comprometi­ó a pagar de su bolsillo cualquier imprevisto. Meryl Streep se plantó y dijo que se marcharía. Era su prometida. John y ella se habían conocido haciendo un Shakespear­e y se habían enamorado.

Cazale no vio terminada la cinta. Ni vio a su chica nominada para el Oscar. "Esto nunca se acaba. Siempre hay que seguir adelante. Aprendiend­o. Avanzando". Se lo había dicho a Pacino cuando trabajaban con Coppola. Apenas seis años después su camino sí había terminado.

A Cimino le gustaba recordarle extasiado frente a las montañas, "mirando aquellos campos y aquellas flores salvajes con su esmoquin y su gorro de piel". Quizá se estaba interrogan­do por el enigma que le llevó a convertirs­e en actor: a veces me pregunto si la incapacida­d para encontrarn­os a nosotros mismos nos lleva a buscarnos en otros, en los personajes. En esos cuatro personajes del actor que nunca hizo una película mala.

"John Cazale tenía algo que ni se aprende ni se enseña, algo que se lleva sin llevarlo. Al Pacino lo llama presencia"

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain