GQ (Spain)

COSAS QUE HACER EN SÍDNEY

(CUANDO YA HAS VISTO EL CENTRO)

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arrinconad­a en una esquina del mapamundi, sola y a su bola, esta gigantesca isla-continente llamada Australia posee para el viajero de lustre (ese que gusta de ir tachando países en su pasaporte como si de una colección de sellos se tratara) el brillo especial del cromo raro, distinto; un destino lejano y algo incómodo, pero imprescind­ible. Sídney no es la capital del país –esa es Canberra (con 'n', sí)– pero sí su ciudad más poblada y famosa. Una urbe moderna y cosmopolit­a, cara y disfrutona, embebida de una calidad de vida tan apabullant­e y luminosa como sus coloridos parques y ordenadito­s paseos junto al mar, repletos de runners y apacibles caminantes. No se vive mal por estas latitudes, no. Desde el centro de la city, con su famosa bahía –coronada por esos dos iconos de la arquitectu­ra que son el puente de hierro y el edificio de la Ópera– Sídney se va propalando, abrazada a la costa, en una sucesión de barrios de casas bajas, ajardinada­s y con envidiable­s vistas al océano. Algunos dicen que se parece un poco a San Francisco, otros la comparan con Vancouver. Lo cierto es que Sídney solo se parece a Sídney. Un sitio que recuerda a muchos sitios, pero siempre con su propia huella.

Los coches circulan por la izquierda (herencia de su pasado colonial británico) pero los australian­os adoptaron hace décadas –por comodidad, aseguran– el sistema métrico decimal (miden en kilómetros y no en millas; y la gasolina se vende por litros). Sus enchufes tienen tres clavijas y precisan un adaptador especial que solo es compatible en Nueva Zelanda y Argentina (¿WTF ?). Son tipos diferentes, sí; y se precian de ello. Pronuncian el inglés a su modo –añadiendo a casi todas las palabras una especie de coletilla aussie– y gustan de practicar en sus ratos libres el llamado fútbol australian­o, un deporte autóctono, un poco bestia, que les enloquece. Si buscáis canguros o koalas en Sídney (el animal que les simboliza en el exterior; casi como nuestro toro bravo para los guiris), tendréis que iros al zoo Taronga –al otro lado del puente– o al complejo Wild Life de Darling Harbour, donde uno puede divisarlos, sin cristal de por medio, a menos de dos metros de distancia. No muy lejos de allí se encuentra la zona conocida como The Rocks, algo así como el kilómetro cero de la historia de Australia. Aquí fue donde desembarcó y luego se asentó –un 26 de enero de 1788– la primera expedición de Su Graciosa Majestad, compuesta por un puñado de oficiales ingleses y un nutrido grupo de rudos convictos, expulsados de su patria europea por indeseable­s. Estas son sus raíces y ellos se lo toman con humor. Después de tomar un ferry y recorrer la bahía, de ver los jardines botánicos o pasear por la populosa George St., quizá te apetezca hacer otras cosas. Aquí van nuestras sugerencia­s…

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