La mala imagen de un minibar
Uno de los momentos álgidos de la historia política gallega ocurrió en el Parlamento cuando una diputada del PP dijo que Anxo Quintana, entonces vicepresidente de la Xunta, tenía un minibar en el coche de 6.000 euros. "No nos parece de recibo que altos cargos doten con neveras de más de 6.000 euros el coche oficial cuando 12.000 hogares sobreviven con menos de 200 euros al mes", dijo la diputada del PP, que suponemos que hoy está en Podemos.
¡Un minibar de 6.000 euros! Hay discotecas que no cuestan ni la mitad. Con ese objeto de lujo metido en el coche de un político se explicarían mejor las giras por los pueblos, la agenda llena de mítines y las sesiones aquellas de largos viajes con los que un presidente aspiraba a conocer el país como la pal- ma de su mano. O a metérselo dentro de la cabeza directamente, como en su momento hizo Fraga.
Pero la realidad fue bastante obstinada: el vicepresidente de la Xunta pidió la palabra en aquel pleno histórico e invitó a la diputada del PP a bajar con él al automóvil. Fue un movimiento un tanto arriesgado: si te dicen que tienes un minibar de 6.000 euros en el coche y tú pides que bajen contigo a comprobarlo, esto podría no ser tomado por una estricta acción política. Si los que frecuentamos hoteles sabemos qué significa decir o que te digan que en el cuarto hay minibar, imagina tú si la información añade que el minibar es de 6.000 euros: eso es despedirse del mundo.
La diputada se negó a ir, y entonces el vicepresidente de la Xunta se llevó con él a varios periodistas (no recuerdo cuántos, supongo que muchos). Una vez en el coche resulta que el político no quería compartir el supuesto minibar con el pueblo llano. El poder ha despojado al nacionalismo de la retranca, que era el bálsamo al que siempre nos agarrábamos los escépticos. A la acusación, Quintana contestó ofendido, diciendo que era algo que nunca haría Beiras, un señor que expresaba su cólera descalzándose. Porque lo que hizo el vicepresidente fue organizar esa procesión de periodistas a su coche oficial y abrirles el maletero en un gesto tan valiente como heroico porque uno nunca sabe dónde va a aparecer Joe Pesci.
Pero aquello parecía el maletero de un concejal de pueblo. No es que no hubiera bar, es que no rodaba por allí ni una botella vacía. Se encontró un paraguas y una nevera de playa que la política valo-
"Parecía el maletero de un concejal de pueblo. No es que no hubiera bar, es que no rodaba por allí ni una botella vacía"