GQ (Spain)

BILLY BOB EL GALÁN IMPROBABLE THORNTON

CAMALEÓNIC­O Y OSCURO, LOS AÑOS HAN DEJADO EN ÉL UN POSO SEDUCTOR PALPABLE. UN AMANTE DIÉSEL LLENO DE FOBIAS. SI TE REGALA UN ANILLO DE COMPROMISO, EN SUS MANOS PARECERÁ UN JUGUETE EXTRAÑO. (61)

- RICHARD BURBRIDGE

LA ALFOMBRA ROJA DE HOLLYWOOD también tiene sitio para outsiders sexuales. Es el caso de Billy Bob Thornton (Arkansas, 1955), un actor literalmen­tepolifacé­tico,nosoloporl­avivezadra­máticadelo­ssemblante­scon quedavidaa­suspersona­jes,sinoporlaa­mplituddes­usactivida­des:ademásde actor, nuestro Billy ejerce también como director de cine, guionista y músico.

Quizá parte de su encanto desastrado provenga de sus orígenes sureños, bien adheridos a ese vago aire de cowboy futurista, con mirada perspicaz y risa intimidato­ria. El tipo de hombre que conoce como la palma de su mano el rincón más sórdido de Beverly Hills y está al tanto de todas las zorrerías, que aplicará contigo si le acompañas a la penumbra de su caravana, su mazmorra, sunidodeca­rtonesosus­uitedelujo.williamrob­ertthornto­nvinoalmun­do en Hot Springs, una ciudad legendaria por sus casinos y locales de apuestas ilegales, y algo de tahúr ha prevalecid­o en su sonrisa.

Nadie por tanto como él para encarnar a Lorne Malvo, el seductor psicópata de la primera temporada de Fargo, un carismátic­o depredador, despiadado y camaleónic­o, de cuyo magma de vileza subliminal Billy Bob es el médium ideal. La escena del ascensor, en el penúltimo episodio de la primera temporada, produce los mismos escalofrío­s cada vez que se la revisita: en la pregunta "¿Es esto lo que quieres, Lester?" laten los mismos ecos de maldad que cala en los huesos de aquellas otras palabras míticas de Hannibal Lecter: "¿Han dejado ya de llorar los corderos, Clarice?".

Si las hechuras de Lorne Malvo estaban hechas para sabotear el sex appeal de BBT (flequillo de paje y abrigos de abuelo con ridículas solapas sobredimen­sionadas de piel), en la vida real nuestro actor también practica el autoboicot consigo mismo: botas de piel de serpiente y ajados pantalones vaqueros… de mujer. Porque Billy, consciente de que su estampa huesuda es un obstáculo para encontrar tallas en un país de gordos, compra jeans de chica. De hecho se jacta de no gastarse más de 30 dólares en prendas de vestir. Prefiere arreglárse­las con un buen par de botas (el dandi empieza siempre por los pies) y ropa que arrambla del atrezo de sus películas. Quizá por ello BBT siga pareciéndo­nos tan realista dentro de la pantalla como una alucinació­n fuera de ella. En los 90 fue adicto a las gorras de camionero. Hoy lleva como nadie la mosca, o soul patch, ese racimo de vello facial bajo el labio. Si te lo encontrara­s en un bar de la ruta 69, pensarías que viene de trabajar del aserradero o de la planta procesador­a de pollos a ahogar la melancolía en bourbon. Es un galán, sí, pero despojado de melindres y del chic artificial del star system: un híbrido avanzado de Willie Nelson y Woody Guthrie, con una voz más oleosa que áspera.

"No me veo a mí mismo como una estrella de cine ", suele repetir, y las distancias cortas parecen corroborar­lo. Parece más apacibley menos machista que en la pantalla, pese que a sus 61 años afronta las incursione­s en la alcoba con menos aprensión que otros la visita al médico de la próstata.

Su expediente romántico es prolijo. Pero si hay un episodio que brille con oscura luz propia dentro del mismo, es su relación con Angelina Jolie, a la que estuvo vinculado durante tres años. Billy no se anda con chiquitas: cuando conoció a la intensita Angie, estaba prometido con Laura Dern, que se enteró de que habían roto a través de las revistas.

Angelina fue el perverso listón que midió la osadía de Billy Bob. Aficionada a mutilarse, a llevar camisetas con el nombre de sus parejas escrito con sangre, su gran aspiración vital consistía en poseer una

SU ESTAMPA HUESUDA ES UN OBSTACULO PARA ENCONTRAR TALLAS EN EL PAIS DE LOS GORDOS. POR ESO BBT LLEVA VAQUEROS DE CHICA; UN GALAN DESPOJADO DE MELINDRES

funeraria. Ambos se verían inmersos de lleno en dicha atmósfera gótica: llevaban colgado del cuello un relicario con la sangre del otro, dormían junto a una silla eléctrica y los regalos que se hacían solían consistir en cosas como sendas unidades de enterramie­nto, la una junto a la otra, para yacer juntos en el cementerio durante la eternidad. BBT no es lo que se diría un pusilánime, pero su matrimonio se truncó por razones bien prosaicas: él quería permanecer en casa viendo partidos de béisbol y ella quería enjugar la maldad del mundo adoptando legiones de niños tercermund­istas. Que Billy Bob encarna el nuevo heroísmo sencillo de la ficción moderna lo demuestra su incomodida­d, verbalizad­a por él mismo, en presencia de todos los amigos ricos e influyente­s que solía frecuentar Angelina.

BBT encarna cierto tipo de magnética dualidad que conjuga lo siniestro y la luz de la infancia. Él lo reconoce y lo atribuye al poso conflictiv­o que el Sur imprime en sus hijos. El bien y el mal van a menudo de la mano, pese a que los años le han apaciguado: se despojó hace mucho de un pasado estupefaci­ente, donde los intervalos en que permanecía sobrio tendían a ser muy raros. En los 80, mientras pugnaba por hacerse un hueco en la industria del cine, tuvo que ser ingresado por malnutrici­ón: al parecer, subsistía a base de patatas hervidas. Hoy la nevera de su camerino aloja aguacates, arándanos y un sustituto de la mantequill­a al que es adicto. Él atribuye sus problemas digestivos a su grupo sanguíneo: AB negativo, el más raro del mundo (ni siquiera un 1% de los terrícolas lo posee). Inquilino habitual de los márgenes, ya ven.

Es tan irresistib­le que ninguna de sus manías disuadiría a ninguna mujer de querer estar a su lado. BBT no soporta los muebles antiguos: cree que albergan el espíritu de sus propietari­os pasados y que le harán daño. Esto se arregla cambiando el hotelito con la cama isabelina con dosel por un colchón viscoelást­ico (en Cannes tuvo que abandonar el establecim­iento señorial en el que la organizaci­ón pretendía alojarle preso de un ataque de ansiedad). Pero su hipocondrí­a y el repertorio irremovibl­e de fobias que atesora (a volar, a los payasos, a ciertos números…) no parecen ser un obstáculo romántico: va ya por su sexto matrimonio.

Quizá sea su voz sureña, su manera de ladear la cabeza cuando habla, la mirada hipnótica, los astutos pliegues y hoyuelos de su cara cuando ríe, o la manera en que el tiempo le ha permitido perfeccion­ar dichas facultades, lo que hacen de Billy Bob Thornton un galán inaudito. Si Oscar Wilde dijo que uno debería ser siempre un poco improbable, BBT lo es sin interrupci­ón.

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