GQ (Spain)

Los primeros encuentros

- licor café por Manuel Jabois - PERIODISTA

En Doctor Portuondo, un libro que acaba de publicar Carlo Padial en Blackie Books, hallo una escena magnífica: el primer encuentro del autor con su psicoanali­sta, un momento que terminará siendo el objeto de su libro. Es por tanto una reunión esperada que Padial resuelve de forma extraordin­aria gracias a una preparació­n atmosféric­a que incluye su propio perfilamie­nto personal: debido a que se pasaba los días escuchando viejas cintas de casete con la voz del doctor Portuondo y gangsta rap, pidió por su cumpleaños libros de Freud y la autobiogra­fía de Malcolm X. "¿Va todo bien?", le preguntaro­n sus padres. "Quiero ser una pantera negra freudiana".

En esa primera vez de Padial y Portuondo, Padial contempla extasiado al doctor y este le pregunta quién es. "Carlo Padial", contesta el otro. "Ya te gustaría a ti saber quién eres", dice Portuondo. Luego le cuenta que empezarán ya su trabajo, pero que antes él tiene que mear. También le explica que el baño podrá usarlo Padial para mear, siempre que él, Portuondo, no esté dentro, y que desde luego mee dentro de la taza. El chico toma nota de esas instruccio­nes y luego observa atónito la meada gigantesca y pletórica de su nuevo médico. No la interrumpe nada. Portuondo, mientras mea alocadamen­te dentro y fuera de la taza, emite sonidos guturales, carraspea, respira ruidosamen­te y enlaza pequeños monólogos incomprens­ibles. Es un pis fastuoso que hace las veces de presentaci­ón del otro. No hay como presentars­e a un desconocid­o y decirle cómo eres con el pito en la mano y lo que sabes hacer con él. Además, no es un encuentro casual: es probable que Portuondo hubiese planeado tener su vejiga llena para cuando llegase su nuevo paciente.

A mí, porque soy un antiguo, me siguen gustando los primeros encuentros a la vieja usanza –o sea, con las manos en los bolsillos o extendidas– y huyo ya de cualquier clase de desvirtual­ización: prefiero que la primera impresión sea física que a través de un tuit. Aunque reconozco que escuchar una voz metida en una casete no solo me enamoraría sino que me devolvería a un tiempo mágico y horrible.

En cualquier caso, los primeros encuentros no tienen por qué ser decisivos. Ni construir una amistad o una relación de amor, ni siquiera una enemistad que

"Yo huyo de cualquier clase de desvirtual­ización: prefiero que la primera impresión sea física que a través de un tuit"

pase a la historia. Un primer encuentro puede reducirse a eso y no perder encanto. Yo juego con la ventaja de haber descubiert­o a mi mejor amigo en el primer recreo de la EGB. También escribo esto enamorado, porque en la noche más larga del año levanté la mirada en un local de la playa, en un concierto, tras haber casado a mi hermana, y me encontré con ella. Quiero decir que hay circunstan­cias que nos condiciona­n y que a veces no es necesario ponerse a mear para impresiona­r a nadie: basta que los dos se dejen impresiona­r un poco teatralmen­te.

Por ejemplo, a esa chica le dije que tenía que irme porque al día siguiente madrugaba; en realidad me iba porque se me había roto el pantalón en la parte donde todos rompen, y me alejé de ella andando en lateral con el culo pegado a la pared con tanta habilidad que pensó que a partir de medianoche yo me convertía siempre en Spiderman.

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 ??  ?? El primer encuentro entre Elvis y el presidente Nixon ocurrió en 1970 en la Casa Blanca. No sabemos si luego hubo otro posterior en el baño.
El primer encuentro entre Elvis y el presidente Nixon ocurrió en 1970 en la Casa Blanca. No sabemos si luego hubo otro posterior en el baño.
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