GQ (Spain)

LIAM NEESON

HÉROE DE ACCIÓN, SÍ, PERO TAMBIÉN ROBIN HOOD ESCOCÉS Y NAZI DE BUEN CORAZÓN. ENCIERRA UN PASADO Y UN FUTURO QUE, COMO EL PROTAGONIS­TA DE TAKEN (VENGANZA), ESCONDE UNOS CUANTOS SECRETOS.

- PAOLA KUDACKI por John Tones

LIAM NEESON SE CONVIRTIO en el héroe de acción más imprevisto de los últimos tiempos después de una desgracia personal que marcaría su vida para siempre. Su mujer, Natasha Richardson –hija de la mítica actriz británica Vanessa Redgrave– murió tras un golpe en la cabeza que recibió por accidente en una clase de esquí para principian­tes. Negándose a sumirse en la depresión para no arrastrar con ella a sus hijos –y consciente de que el trabajo siempre había sido una esponja emocional para él– Neeson se entregó a una vertiente de su carrera en la que se había prodigado poco hasta ese momento.

En 2008, dos meses después de la muerte de Richardson, Neeson estrenó Taken, una película que él estaba convencido de que iría directamen­te a parar al fondo del mercado doméstico. Sus 25 millones de dólares de presupuest­o se tradujeron en más de 200 de recaudació­n en todo el mundo y él se convertirí­a en inopinada estrella del género… con 56 años. La clave del éxito: las décadas de experienci­a como actor dramático de Neeson se plasmaban en un personaje al que se le adivinaba un pasado duro y traumático, lo que transforma­ba el rescate-de-la-hija en algo más que un recurso de guión. El éxito de la primer entrega del filme dio origen a una taquillera trilogía de thrillers de acción. Toda una epopeya del guantazo melodramát­ico en una industria necesitada de héroes post-irónicos.

Al británico, el cine de aventuras no le pillaba de nuevas. Aunque antes de Taken el actor estaba presente en la memoria colectiva por uno de los dramas hollywoodi­enses más "de manual" de todos los tiempos (La lista de Schindler; que le valió la nominación en 1993 a mejor actor dramático en los premios BAFTA y los Oscar), Neeson había sido un habitual del género desde los años 80: la excesiva Excalibur, la indescript­ible Krull ,el remake de Motín a bordo, la prestigios­ísima La misión… Por supuesto, no nos olvidamos de Darkman, una serie B que mezclaba el cine de superhéroe­s (antes de que estuviera de moda) con El fantasma de la ópera y que hace enrojecer con su frescura a cualquier superprodu­cción Marvel de hoy. Al igual que en Taken, el guión se beneficia en este filme de una profundida­d dramática poco propia del cine de género gracias al carisma de su actor principal.

A partir de ahí, Neeson alternó un papel con Woody Allen (Maridos y mujeres) con una buena cantidad de cine de época (Rob Roy, Michael Collins, Los Miserables) y algunas películas que en su día nos olieron a alimentici­as (Batman Begins, La Amenaza Fantasma), y que ahora podemos entender como preparació­n para un tipo de personajes que el actor ya ha anunciado que tienen los días contados: los del héroe de acción crepuscula­r, cansado y de tintes trágicos. El actor lleva en ese registro casi una década, facturando un extrañísim­o cine de acción emocional con películas como Infierno blanco o Caminando entre las tumbas.

En 2017, Neeson regresará a la pantalla grande junto a la actriz Vera Farmiga en The Commuter, thriller de acción dirigido por el español Jaume Collet-serra, con quién ya trabajó en Sin identidad, Non-stop: Sin escalas y Una noche para sobrevivir. A partir de ahí, es poco posible que su carrera le lleve por los caminos del exceso, aunque no deberíamos dar nada por sentado. Al fin y al cabo, estamos ante alguien que, en inmortales palabras de Bryan Mills, el agente de la CIA que interpreta en Taken, tiene "un conjunto muy específico de habilidade­s".

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