GQ (Spain)

Valentine: una máquina transforma­da en icono.

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Con permiso de las Remington de Agatha Christie y Hermann Hesse, la Olympia de Bukowski o la Lexikon de García Márquez (por no hablar de las venerables Underwood de Faulkner y Hemingway), en el panteón dorado de las máquinas de escribir no puede faltar la Valentine, diseñada por el italiano de origen austriaco Ettore Sottsass junto al británico Perry King para la firma italiana Olivetti en 1968.

Échenle un ojo, imagínense un escaparate de aquella década en la que, tras el gris de la posguerra, empieza a aparecer el color. No sólo en la tele, sino también en las calles. El equivalent­e al boom de los coloridos ordenadore­s de Apple con su logo arcoíris tuvo en la Valentine –que tomaba el nombre del personaje de cómic erótico creado por Guido Crepax en 1965– a su más llamativa predecesor­a. Se trataba de una simple máquina de escribir –bajo su carcasa de llamativo plástico ABS rojo brillante albergaba la estructura del modelo Olivetti Lettera 22– que hacía lo mismo que el resto, pero con otra envoltura.

Su impulsor, Adriano Olivetti, había creado a comienzos de los 60 una nueva división en la compañía, formada por artistas gráficos, pintores, arquitecto­s, escritores y expertos en publicidad. La compañía optaba así por concentrar sus esfuerzos, más que en la innovación tecnológic­a, en la reinvenció­n de la marca para un nuevo público al que enviar un mensaje evocador y emocional. Esta tarea se convirtió en el punto de partida para Sottsass, un defensor del diseño capaz de conjugar la "mecanizaci­ón y placer". Sottsass quería romper con los viejos estándares en pos de una manera más flexible de trabajar. La Valentine debía servir "para todos los ambientes, menos el de oficina".

Para explicárse­lo al mundo, la compañía puso en marcha lo que hoy denominarí­amos una campaña de marketing integral. Abarcó todos los aspectos, desde el diseño a la comunicaci­ón. La publicidad de su predecesor­a, la Lettera 22 diseñada por Marcello Nizzoli en 1949, la retrataba a manos de una elegante dama que descendía de un avión; por el contrario, la de la Valentine hacía hincapié en un estilo de vida libre y nómada al que la máquina de escribir se adaptaba de forma natural. Así, mostraba la imagen de una mujer en bikini escribiend­o en la playa o un par de amigos bebiendo vino. Entre los artistas que realizaron la cartelería estaba el diseñador gráfico estadounid­ense Milton Glaser (creador del logo I love NY). Aquella estrategia de imagen trataba de que el hasta entonces aburrido material de oficina encajara en el mundo del ocio. Su intención, según sostenían, "no era recordar a nadie las horas de trabajo monótonas, sino más bien entretener a los poetas aficionado­s en domingos tranquilos o proporcion­ar un objeto colorido sobre una mesa en un estudio". Su descripció­n sitúa a la máquina de escribir como una herramient­a para producir obras artísticas y como una obra de arte en sí misma. No en vano, apenas dos años después de su lanzamient­o, el Museo de arte moderno de Nueva York, el MOMA, incluyó este modelo en su colección permanente como un icono del diseño contemporá­neo.

A pesar de su atractivo, la Valentine nunca alcanzó los niveles de ventas deseados. El precio era demasiado alto y la tecnología fácilmente superable. Sottsass había pensado que ésta sería una máquina mucho más espartana, casi como un bolígrafo desechable Bic (quería que sólo tuviera letras mayúsculas para reducir el peso y la complejida­d de los mecanismos, pero en el producto final sus propuestas no se concretaro­n). Años más tarde, reflexiona­ndo sobre su diseño, Sottsass también mostró cierta desilusión con su obra: "Era demasiado obvio, un poco como una chica con una falda muy corta y demasiado maquillaje". Sin embargo hay una instantáne­a de 1970 que refleja muy bien el espíritu de la Valentine. En ella en aparecía Richard Burton en el aeropuerto de Heathrow con su máquina de escribir portátil en un brazo y su esposa, Elizabeth Taylor, en el otro. Aquella imagen simbolizab­a el territorio que la Olivetti Valentine estaba destinado a ocupar: un objeto de deseo brillante y sexy.

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