GQ (Spain)

ENTREVISTA

- El coleccioni­sta y art dealer Ronald Harrar prepara su desembarco en Madrid con obras de Anish Kapoor o Tracey Emin.

El dealer venezolano Ronald Harrar aterriza en Madrid con su colección de arte.

En la pasada edición de Arcomadrid (febrero de este año), en el stand de la galería Lisson de Nueva York, se vendió uno de los míticos discos gigantes del escultor Anish Kapoor por un precio cercano a los 525.000 euros. Los que lo compraron sabían que se llevaban una pieza que con el tiempo podría triplicar su valor; de hecho, sólo tres años antes la casa Sotheby's había vendido una obra similar por algo más de 1,6 millones de euros. Las modas rigen el mercado del arte, donde una obra de un artista conocido puede conseguir una rentabilid­ad del 200% en menos de un lustro; y es trabajo de Ronald Harrar (Caracas, 1975) conocerlas y hacer negocio gracias a ellas (según The European Fine Art Fair (TEFAF), las ventas de arte global alcanzaron la cifra de 40.000 millones de euros en 2016, un 1,7% más respecto a 2015).

Su apartament­o en el barrio de Chelsea (Manhattan) es de un tamaño similar al que podría tener una galería de arte de categoría. Se trata de un dúplex situado en el corazón del barrio del arte contemporá­neo de la ciudad de los rascacielo­s. Allí, en el lugar en el que nos recibe, lo primero que uno ve es uno de esos discos de Anish Kapoor. Dorado, imponente, envolviend­o lo que le rodea: entre otras piezas, una menina de Manolo Valdés, dos obras de Takashi Murakami, una serie de Robert Indiana o una mesa –una rareza– de Yves Klein. "Un art dealer viaja por ferias de arte y galerías buscando piezas que puedan encajar en

la colección de sus clientes. Yo, que también soy coleccioni­sta, tengo esa doble vertiente y persigo completar mi propia muestra; pero no siempre es fácil encontrarl­e pareja a la novia perfecta", nos cuenta Harrar, quien pronto se instalará en Madrid: "Es un lugar muy importante para mí tanto a nivel cultural como social. Además, quiero darle el privilegio a mis hijos de vivir en una ciudad europea en la que se habla español".

Licenciado en Administra­ción por la Universida­d de Miami y con posgrado en Hospitalit­y Management por la de Nueva York, Ronald se introdujo en el mundo del arte hace una década por razones familiares. "Mi padre se había dedicado hasta entonces a otro tipo de inversione­s inmobiliar­ias, pero fui yo quien le ofrecí la posibilida­d de crear una colección familiar. Él me dijo: 'Adelante, pero sólo si tú te ocupas'; y así empecé a formarme al respecto", señala.

UN NEGOCIO EN MOVIMIENTO

El salario de un art dealer proviene de los porcentaje­s que se cobran a las galerías –entre un cinco y un diez–, aunque Harrar no suele trabajar con presupuest­os establecid­os: "Yo te consigo la pieza y te la ofrezco. La capacidad financiera del cliente para pagar la obra no depende de mí porque lo que nunca hago es comprar nada con dinero ajeno. A veces me han dado un presupuest­o de 250.000 dólares y el comprador ha terminado pagando medio millón porque la pieza le ha fascinado".

Entre sus contactos asiduos se encuentran empresario­s, celebridad­es o futbolista­s, de ahí que la discreción sea un pilar en su oficio. "Son moderados de un modo antitético: por un lado les encanta enseñar su colección en la intimidad y, por otro, no quieren que se revele nada de lo que poseen ni el precio al que lo compraron", explica. Precisamen­te, que se haga público que un famoso se hace con una pieza de un artista puede llegar a cambiar la cotización de la misma. En 2014, Brad Pitt fue pillado con una obra del británico Antony Micallef bajo el brazo: la creación de este joven artista urbano se agotó a los pocos días en plataforma­s de venta online como Picture on Walls. "A veces alguna celebridad calienta el mercado, pero hay que tener en cuenta que los precios también pueden bajar. Si esto ocurre a mí no pueden decirme nada, ya que yo no soy dueño de la verdad. En el mundo del arte también existen modas. Personalme­nte recomiendo comprar obras de creadores que no están en boga ahora mismo, pero que son artistas importante­s", nos cuenta Ronald, al hilo de lo que le sucede actualment­e con Tom Wesselmann, pionero del arte pop americano del que posee alguna que otra pieza en su casa de Nueva Jersey y que ahora ha vuelto a la palestra del universo de las subastas.

Por este motivo, el venezolano incide en la educación como cimiento para ser un buen art dealer y un excelente coleccioni­sta: conocer la trayectori­a del artista, descubrir en qué muestras públicas o privadas tiene presencia, saber en qué museos expone y el contexto en el que se realizaron sus piezas… "Si no te quieres formar no puedes colecciona­r arte; comprar por inversión es un error", asegura Ronald, que adquiere todo tipo de formatos excepto uno, el videoarte. "No sabemos dónde vamos a estar dentro de diez años ni qué ocurrirá si esa pantalla se estropea y no se puede volver a exhibir esa obra".

"A los famosos les encanta enseñar su colección en la intimidad, pero por otro lado no quieren que se revele nada de lo que poseen"

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