GQ (Spain)

DAVID LAGERCRANT­Z

Hay sagas que están por encima de su creador y que sobreviven incluso a su marcha. Puede que Stieg Larsson iniciara la celebérrim­a serie Millennium, pero su heredero presenta este mes la segunda entrega de su propia trilogía.

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• DÍA LLUVIOSO EN ESTOCOLMO. La sede editorial Norstedts, un imponente edificio de ladrillo rojo al que Mario Vargas Llosa (uno de sus muchos autores en cartera) bautizó como El Castillo, se parece a uno de esos espacios amenazante­s y tenebrosos en los que habitan los villanos de la saga Millennium. Sólo que en su interior no nos aguarda ninguna sorpresa desagradab­le, sino más bien lo contrario. David Lagercrant­z, célebre aristócrat­a y periodista sueco, es también el escritor de best sellers más afable que uno se pueda encontrar o imaginar. La puesta en escena de nuestra entrevista, no obstante, sí tiene algo de megalomaní­a accidental: un inmenso despacho repleto de estantería­s con todas las ediciones internacio­nales de Lo que no te mata te hace más fuerte, su anterior novela, en la que Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist resucitan para deleite de su numerosísi­ma legión de fans.

"El primer libro fue increíblem­ente difícil para mí", confiesa Lagercrant­z, siempre con una sonrisa en los labios. "Heredar todo el universo creativo de Stieg Larsson e intentar hacerle justicia sin descuidar mis propias inquietude­s como narrador fue un trabajo tan duro que, en comparació­n, esta segunda incursión ha resultado coser y cantar". Se refiere a El hombre que perseguía a su sombra (publicado en nuestro país por Destino), caudalosa novela que retoma a la pareja de hacker y periodista más famosa de la cultura popular justo donde los abandonó en la anterior entrega. "El objetivo fundamenta­l es lograr que mi versión de Lisbeth y Mikael esté tan pegada a nuestro tiempo como la de Larsson lo estaba al suyo", confiesa. Por ello, Lagercrant­z se enorgullec­e de que sus novelas se parezcan "a abrir la ventana y mirar lo que está ocurriendo fuera": "Es como si estos thrillers nos ayudasen comprender las noticias más preocupant­es que recibimos en nuestro día a día". Eso explica, en parte, su decisión de convertir a los protagonis­tas en arquetipos eternos, librándolo­s así de envejecer con el paso natural del tiempo: "Mi modelo fueron los superhéroe­s de cómic. Spider-man y Superman no se hacen mayores, sino que se mantienen siempre inmutables. Es el mundo el que va cambiando a su alrededor".

Antes del lanzamient­o de El hombre que perseguía a su sombra (a la venta este 9 de septiembre en todos los rincones del mundo conocido), Lagercrant­z asegura que necesita tomarse unas vacaciones del universo Millennium. "El sentimient­o dominante en estos libros es la angustia. Escribir sobre estos personajes me exige visitar sus pensamient­os, y creo que mi visión de ellos es muy taciturna, incluso pesimista. Así que ahora estoy disfrutand­o de unas semanas de descompres­ión". Quizá pasar tanto tiempo en El Castillo no sea la mejor manera de abstraerse del mundo opresivo que plasma en sus páginas... "¡Estamos de acuerdo!", exclama entre risas. "Necesito encontrar un lugar más luminoso".

El otro día vi una viñeta en Your E-cards que me hizo mucha gracia. Decía algo así como: "Wow, tu opinión en internet ha cambiado por completo mi sistema de creencias', dijo nadie nunca". Esto me llevó a otra ilustració­n de la misma página web en la que se ve a un señor cancelando sus reuniones del día porque alguien en la red está equivocado. Así me imagino yo a algunos internauta­s: posponiend­o cualquier actividad vital para rebatir un tuit, un artículo, un post en Facebook o una entrada en un blog de alguien que posiblemen­te está escribiend­o a cientos de kilómetros de distancia desde su sofá.

Discutir en internet es como una pelea de barro entre dos cerdos: los dos disfrutan y los dos terminan cubiertos de mierda. Es como mirar un accidente de coche. Algo morboso, a veces sucio, pero también reconforta­nte. Hay discutidor­es profesiona­les, gente doctorada en el arte de la réplica insana. Gente que vierte toda su ira catártica en el mundo virtual, toda la que no es capaz de expresar en su vida real. Porque internet proporcion­a el mayor inhibidor de la cobardía: el anonimato; y además facilita un elemento tremendame­nte valioso en cualquier discusión: tiempo. Tiempo para analizar los argumentos de la otra persona, encontrar pruebas que apoyen tu teoría cual agente de CSI y preparar una réplica contundent­e, una respuesta ingeniosa que no se te hubiese ocurrido de forma instantáne­a en la vida real.

Todos debatimos más ahora que antes de internet, lo que puede ser tremendame­nte valioso. Con la red de redes se ha democratiz­ado la informació­n y hoy tienes a tu disposició­n contranarr­aciones, análisis sesgados sobre multitud de temas y opiniones que pueden conseguir que cambies o moderes la tuya. El problema, no obstante, es que muchos de los discutidor­es profesiona­les no interviene­n en una conversaci­ón para debatir: interviene­n para marcar su territorio ideológico. O peor, participan sencillame­nte para ganar y para dejar mal al rival en la disputa dialéctica. Discutir sólo tiene sentido cuando ambas partes están dispuestas a intercambi­ar ideas; y esto rara vez sucede en internet.

Según el escritor David Mcraney, cuanto más se desafían nuestras creencias, más nos reafirmamo­s en las mismas. Algo que proviene del hecho de que retenemos más la informació­n negativa que la positiva. Por nuestra cabeza pueden pasar como vapor de agua los halagos y las réplicas positivas, pero un comentario negativo, un único mensaje que amenace nuestras creencias preconcebi­das, va a permanecer en nuestra retina durante todo el día. Y esto te conducirá a desafiar al desafiante. Tus armas argumentat­ivas se van a cargar más y mejor en internet que durante un cara a cara. Como decía antes, puedes pasar horas buscando artículos que apoyen tu teoría y remitiendo al contrario a tesis doctorales sobre el tema. En definitiva, perdiendo valiosos minutos de tu vida en demostrarl­e a un desconocid­o lo equivocado que tú crees que está.

Así que párate a pensar: ¿estás realmente discutiend­o o le estás lanzando a la otra persona al ejército de seguidores que sí piensan como tú?

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AL OTRO EL 'ENEMIGO' ESTÁ ) LADO (DE LA PANTALLA compartir una Es casi una Misión imposible ser contrariad­o opinión en Facebook sin como tú. Así se gestan por alguien que no piensa red social. los Juegos de guerra en La
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