GQ (Spain)

A DAM D RIVER

El Adam Driver de hoy, un actor de éxito con aspecto de escritor bohemio, nada tiene que ver con el Adam Driver de hace 15 años, un marine de aires mancebos cegado por su deseo de venganza. Ésta es la breve historia del tipo que cambió el fusil de asalto

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• DE LA GUERRA DE IRAK… A 'LA GUERRA DE LAS GALAXIAS'. Tal como lo lees. El 11 de septiembre de 2001, un postadoles­cente Adam Driver (San Diego, California, 1983) asistió atónito –como el resto del planeta– al ataque contra el World Trade Center. Torre Sur, caída. Torre Norte, caída. Nueva York en estado de colapso. Aquellas imágenes aterradora­s le removieron por dentro. Se alistó en el Cuerpo de Marines de los EE UU, sección de Infantería, motivado por la idea de combatir a los enemigos de su país. La exaltación patriótica le empujó asimismo a tomar la decisión de coger un arma y poner rumbo a la zona cero del conflicto armado: Irak. No pudo ser: poco antes de partir a Oriente Próximo, se fracturó el esternón tras sufrir un accidente mientras practicaba ciclismo de montaña. Los altos mandos le dijeron: "Tú así no viajas", y entonces entró en depresión. Se refugió de ésta en el mundo de la actuación, entre las paredes de la prestigios­a escuela Juilliard. Allí conoció a la también actriz Joanne Tucker, su esposa desde hace cuatro años, quien le ayudó a pasar página. "Se supone que los Marines conforman la rama más dura y rigurosa del ejército estadounid­ense. De algún modo, yo también fui el alumno más duro y autoexigen­te del centro de interpreta­ción. Lo que está en juego no es comparable, pero aquel modo de afrontar mi nueva realidad me vino bien para seguir adelante", explica Driver.

Su severa puesta a punto no tardó en arrojar resultados: se licenció en Bellas Artes en 2009 y apenas unos meses después ya estaba trabajando a las órdenes de todo un Clint Eastwood en J. Edgar. Papel menor, sí, pero suficiente para llamar la atención. Después llegaron Frances Ha, esa comedia (cinematogr­áfica) cuasi de culto filmada en riguroso blanco y negro, y Girls, esa comedia (televisiva) cuasi de culto filmada a todo color. Más tarde le contactaro­n, como si hubiesen estado haciendo cola esperando a que alguien como él apareciese en escena, algunos de los tipos con más prestigio de la industria yanqui: Steven Spielberg (Lincoln), los hermanos Coen (A propósito de Llewyn Davis), Jim Jarmusch (Paterson), Martin Scorsese (Silencio), Steven Soderbergh (La suerte de los Logan) y Terry Gilliam (El hombre que mató a Don Quijote; aún pendiente de estreno). Entre tanto, también tocaron en su puerta las dos personas que le han cambiado completame­nte la vida: George Lucas y J. J. Abrams. Ambos le querían a él, sólo a él, para encarnar al lado oscuro de la galaxia en la por entonces –2015– nueva entrega de la saga Star Wars: El despertar de la Fuerza. Hoy, visto con perspectiv­a, la realidad nos dice que no había nadie más apropiado que Adam Driver para ponerse la máscara de Kylo Ren, esa suerte de Darth Vader para la Generación Y: "Cuando nos reunimos por primera vez para hablar de mi papel, J. J. me recomendó pelar al personaje. Que le quitase capas al villano hasta convertirl­o en persona, porque lo cierto es que Kylo Ren finge ser quien no es. En realidad es un chico vulnerable que aún no sabe dónde invertir toda su energía", explica el intérprete sobre su alter ego tenebroso.

Driver regresa ahora con Los últimos Jedi, un episodio, el VIII, con mimbres para convertirs­e en una de las cintas más lucrativas de la historia. Volveremos a verle pelando capas de humanidad al malencarad­o hijo de Leia Organa y Han Solo, tal y como años atrás tuvo que hacer con aquel marine desengañad­o para devenir en uno de los actores con más talento de su –nuestra– generación.

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