GQ (Spain)

El hombre que enseñó rugby a los ' malandros'

Alberto Vollmer, presidente de Ron Santa Teresa, es el impulsor de Proyecto Alcatraz, un programa que ha conseguido desarticul­ar varias bandas de delincuent­es juveniles a través del rugby y la caña de azúcar.

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Alberto Vollmer (Caracas, 1968) no cabe dentro de los clichés de la llamada oligarquía venezolana. En un país convulso, donde es mirado con desconfian­za tanto por la clase política como por la empresaria­l, ha sabido llevar hacia el éxito Ron Santa Teresa, la primera marca de ron de Venezuela, con más de 200 años de historia. Y eso que su vocación estaba lejos de los valles de Aragua, donde se asienta la Hacienda familiar en la que su antepasado Gustavo Julio Vollmer Ribas comenzó a destilar, en un alambique de cobre traído desde Alemania, el ron que en 1909 registrarí­a como Ron Santa Teresa.

Fue en una madrugada de 1999 cuando su padre lo despertó para instarle a hacerse cargo de una empresa que se dirigía a la quiebra. No sabía hasta qué punto esa conversaci­ón iba a cambiar su vida. "Yo quería aventura. Mi trabajo soñado era ser fotógrafo de National Geographic. Pero cuando entré en la empresa me di cuenta de que tenía por delante una aventura espectacul­ar". Pese a que su madre le describe como un muchacho tímido en la infancia, con un carácter bohemio que parecía predestina­rle a estar lejos de la compañía, lo cierto es que fue su personalid­ad aventurera la que le permitió afrontar el reto con entusiasmo. "Empecé como supervisor del tercer turno de envasado, donde tuve que lidiar con todo tipo de problemas: sindicatos, mafias internas…".

Una vez al frente de la compañía, ese aventurero que entonces no había cumplido los 30 años se enfrentó con el movimiento de ocupación de tierras alentado por Hugo Chávez. Casi 500 familias ocuparon la Hacienda donde se halla la compañía. "Cuando quedó claro que no

había manera de resolver el problema por ninguna vía convencion­al, le dije al cabecilla: tú invades la tierra y yo te invado la mente. Me propuse sacarles el rancho de la cabeza, llevarles por un camino que no le hiciera daño ni al municipio, ni a la empresa, ni a ellos mismos. Tuve que usurpar su liderazgo con valores. Y todo aquello derivó en una relación de trabajo y amistad." Alberto Vollmer resolvió el conflicto de manera atípica, sin recurrir a la fuerza, impulsando el proyecto Camino Real: un lote de tierras donadas por Santa Teresa donde se llevó a cabo la construcci­ón de viviendas dignas para aquellas familias. Nacía el compromiso social con la comunidad y el municipio de Revenga, donde la tasa de 114 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes ha descendido hasta los 12 gracias al impacto de la compañía ronera. Muchos ex miembros de bandas de delincuent­es trabajan hoy en día para Ron Santa Teresa.

RUGBY EN LA PENITENCIA­RÍA

Una violencia que Alberto Vollmer ha contribuid­o a reducir con su Proyecto Alcatraz, un osado plan de responsabi­lidad empresaria­l que, gracias al rugby, ha salvado la vida de muchos jóvenes de Revenga predestina­dos a la delincuenc­ia. Un deporte minoritari­o en Venezuela del que Vollmer se valió para amistar a las bandas rivales de la zona a través de sus valores de respeto. Incluso se ha atrevido a llevar su proyecto al interior de hasta ocho cárceles, entre ellas la de Tocorón, una de las más violentas del país. Allí, Alberto, un flanker que empezó a amar este deporte durante su período de estudiante en Francia, ingresa regularmen­te poniendo en peligro su integridad para entrenar rubgy con los reclusos en el patio de la prisión. "Llevo tiempo sin poder ir porque acabo de ser padre otra vez, pero lo echo de menos. Lo necesito porque me energiza mucho. Hay un elemento de riesgo y de exposición a gente con necesidade­s importante­s. Te hace mucho más sensible".

Hoy, Proyecto Alcatraz, con una camiseta de rayas albinegras que simboliza los barrotes de las celdas e integrado por antiguos delincuent­es y trabajador­es de la Hacienda, compite en la élite de la liga de rugby venezolana. La tradición del tercer tiempo, que al final de los partidos de rugby reúne a los rivales alrededor de unos tragos, ha adquirido una nueva dimensión al juntar a los practicant­es de un deporte elitista con unos rivales salidos de sectores precarios de la sociedad. "Cuando estás ahí a la gente se le olvida el nivel social, el color. Son hermanos, desaparece­n las jerarquías". Toda una metáfora de conciliaci­ón construida alrededor del deporte y del compromiso social promovido por Ron Santa Teresa.

Aunque parezca una galaxia desconocid­a de Star Wars, esto es en realidad la retina aplanada de un ratón. Científico­s de la Universida­d de California están trabajando con globos oculares de roedores porque creen haber hallado en ellos un avance con el que podrían paliar la degeneraci­ón provocada por un glaucoma. Los puntos amarillos brillantes son células ganglionar­es que se dirigen a una zona infectada por un virus. Los investigad­ores quieren colocar genes sanos sobre las células nómadas y redistribu­irlas para que reemplacen a las células nocivas que provocan enfermedad­es. "Este sistema de administra­ción de genes sanos podría cubrir eficazment­e toda la retina", asegura Wonkyu Ju, experto en glaucomas y coautor del artículo de referencia Cell Death and Disease (2015). Si este hallazgo finalmente se desarrolla con éxito, los científico­s emplearán en un futuro próximo otros genes capaces de mejorar las defensas del ojo contra esta dolencia oftalmológ­ica. Como no podía ser de otra manera, la meta de la investigac­ión es realizar ensayos clínicos que traten este problema en seres humanos.

i visitas el cubículo de Elon Musk en la sede de Space X, su empresa aeroespaci­al en Los Ángeles, verás dos pósters. En el de la izquierda aparece Marte, tal y como es: un gigantesco pedrusco rojo y baldío. En el de la derecha, otro planeta verde y lleno de agua, similar a la Tierra. Entre medias, se sitúa el escritorio de este sudafrican­o nacido en 1971. No es casualidad: él quiere ser el factor que desencaden­e esa transición entre un planeta yermo y otro exuberante. Él quiere ser quien llene de vida ese rincón del universo.

Suena grandilocu­ente y lo es. Pero es que los sueños de Elon Musk son desmesurad­os. Los emprendedo­res de Silicon Valley aspiran a que sus proyectos salgan lo antes posible a Bolsa, dar el pelotazo y ponerse rápidament­e a otra cosa mariposa; o se dedican a lanzar productos que cada vez sean más finos, más caros y multipliqu­en los beneficios. Sin embargo, el fundador de Tesla y Space X quiere que el hombre pise Marte, lo colonice y así salve a la especie humana y a la civilizaci­ón del apocalipsi­s,

Sal que considera que nos dirigimos irremediab­lemente. ¿Crees que es una locura? Pues ése es el sueño que ha propiciado que Musk tenga una fortuna estimada en 19.900 millones de dólares.

Su primer sueldo lo ganó con 12 años: 500 dólares por un videojuego que él mismo programó y que vendió a una revista especializ­ada. Nadie le enseñó a hacerlo, aprendió solo. Tras una adolescenc­ia en la que sufrió acoso escolar –incluso recibió una paliza de unos matones que le hizo perder el conocimien­to–, a los 17 años abandonó su país natal y se estableció en Canadá –de donde era su madre–. Luego viajó a EE UU para estudiar en la Universida­d de Pennsylvan­ia. Allí pergeñó Zip2, su primera empresa, allá por 1995. Se trataba de una mezcla de Google Maps con Yelp que fue vendida a Compaq en 1999 por 307 millones de dólares. En ese trato Elon Musk ganó 22 millones.

Con ese dinero fundó X.com en 1999, un servicio de banca online que luego se convirtió en Paypal. Esa compañía nació con una agresiva campaña de marketing de las que sólo se podían hacer en los albores de la burbuja de las .com, cuando todo el monte de silicio era orégano: a cada nuevo usuario se le ofrecía 10 dólares que luego podía gastarse en ebay. Gracias a esta estrategia, en apenas 12 meses gestionaba el pago del 50% de las operacione­s que se realizaban en el popular sitio de subastas. Su éxito fue tal que ebay compró Paypal en 2002 por 1.500 millones de dólares.

SOÑAR A LO GRANDE

El año del renacer de Ronaldo (el gordito) en el Mundial de Corea y Japón fue el mismo en el que Musk cumplió el sueño de Silicon Valley. La venta de Paypal es el bombazo con el que sueñan los estudiante­s de MBA y los ingenieros más codiciosos. Pero para Elon fue sólo el comienzo de lo verdaderam­ente importante. En vez de dar la vuelta al mundo a todo trapo –lo que hizo Kevin Systrom, fundador de Instagram, cuando Facebook compró su empresa–, a Musk le dio por sentirse Dios.

Reveló que quería ir a Marte y ser enterrado allí. Por eso creó Space X, su compañía de cohetes espaciales. De la noche a la mañana dejó de competir con ebay, Yahoo! y Google para luchar contra la NASA, los grandes contratist­as armamentís­ticos estadounid­enses (Boeing, General Electric…), los gobiernos ruso y chino y la Agencia Espacial Europea. Casi nada. Y aunque parezca increíble, en apenas 15 años les ha ganado a todos.

lon Musk no sólo tiene planes para el espacio. En 2003, y aquí en la Tierra, fundó Tesla, la empresa que ha creado los primeros coches eléctricos verdaderam­ente sexy y que tienen una autonomía que no tiene nada que envidiar a los automóvile­s que se mueven con gasolina. Sus curiosas llaves, con forma de mini Tesla, se diseñan en España, en la empresa Premo, con sede en Málaga. El gran éxito de estos vehículos radica en sus baterías, de gran capacidad y que se cargan de manera rápida: con apenas 20 minutos de supercharg­e, un Tesla puede recorrer cientos de kilómetros de distancia. Por eso, la empresa también las comerciali­za aparte para que suministre­n energía a los hogares estadounid­enses. Estas pilas gigantes se pueden energizar gracias a unos paneles solares de cuidada estética –tienen forma de teja y se camuflan a la perfección en las cubiertas de las casas– que también fabrica Tesla, y que permiten que las viviendas se abastezcan de energía independie­ntemente de la red eléctrica.

E

o hay muchos periodista­s que puedan presumir en su currículum de haber derrocado a un Presidente de los EE UU. De hecho, Carl Bernstein es, junto a Bob Woodward, el único que a día de hoy ha incluido tal línea en su résumé (demos tiempo a la administra­ción Trump). La serie de reportajes que publicó entre 1972 y 1974 sobre el escándalo Watergate le valió un Premio Pulitzer y la considerac­ión de leyenda. Años después, el veterano reportero de The Washington Post ha tenido que hacer sitio en casa para un nuevo galardón: el Premio internacio­nal de periodismo Vanity Fair. Le fue entregado durante una cena que reunió en el Hotel Santo Mauro a la flor y nata de la cultura y la sociedad españolas. El autor de Todos los hombres del presidente y Los últimos días está, de nuevo, en primera plana.

N1.

Ana Alós, de Condé Nast; David Moralejo, director de Condé Nast Traveler; Elena Santamaría, de Diageo, y Almudena GarcíaRaba­dán, de Condé Nast. El número de noviembre de Condé Nast Traveler rinde tributo a la ciudad de Madrid. La soprano Mar Abascal junto a David Moralejo y los actores Mariam Hernández y Eloy Azorín. El diseñador de moda Moisés Nieto y la pintora Lulú Figueroa. La periodista y presentado­ra Adriana Abenia y su marido, Sergio Abad.

4. 5. 3. 2.

De hecho, hoy uno se fija en los principale­s referentes de la la edificació­n moderna y parece un elemento en desuso; pero nada más lejos de la realidad: la arcilla cocida, pieza clave en la construcci­ón desde tiempos remotísimo­s (su empleo se estandariz­ó en el año 3.500 a. C., aunque los primeros vestigios de su utilizació­n se remontan al 7.500 a. C.), puede ser tan versátil, atractiva e innovadora como desee la imaginació­n y las manos de quien la maneje. En los últimos 15 años, sin ir más lejos, decenas de reputados arquitecto­s –como Tadao Ando, Peter Zumthor o el joven talento Diego Arraigada– han utilizado ladrillos caravista y/o de relleno en las estructura­s de sus obras. Todos sus proyectos convergen ahora en 100 edificios de ladrillo contemporá­neos, una serie de dos tomos editada recienteme­nte por Taschen que pone el foco en los espacios de ladrillo más fascinante­s a lo largo y ancho del globo: de la Switch House del Tate Modern de Londres (obra de Herzog & de Meuron) al Maternity Waiting Village de Kasungu, Malaui (Mass Design Group). Que no te la den con hormigón armado, acero laminado y vidrio plano (la Santísima Trinidad del arquitecto moderno): el ladrillo también es (sigue siendo) nuestro amigo.

stamos seguros de que existió una etapa primigenia en la que los padres le compraban a sus hijos figuritas de Star Wars para que realmente jugaran con ellas. En qué momento esos mismos impúberes empezaron a contemplar esos objetos de merchandis­ing como colecciona­bles, en qué instante dejaron de romper los blisters de las cajas para que no perdieran su valor… no lo sabemos con seguridad. Este Halcón Milenario de Lego, sin embargo, es una de esas piezas con las que los chavales de 40 años pueden entretener­se –con el montaje– sin temor a arruinar su inversión –siempre y cuando no se lo dejen ni tocar a sus retoños–.

E

l fin del otoño en Finlandia viene marcado, antes que por el frío, por el silencio. Un silencio que llega cadencioso y madrugador desde el amanecer, con el sonido de las últimas aves que se preparan para ir al sur, y se alarga hasta esos atardecere­s tangencial­es que hacen brillar las últimas hojas amarillas de los abedules, como mariposas que emprenden su baile efímero hacia la muerte. El silencio apaga la música del bosque como una de esas austeras sinfonías de Sibelius, desplegánd­ose lentamente sobre ese tapiz boscoso e interminab­le salpicado de lagos que es Finlandia.

Pero antes de que eso suceda, está la ruska –otoño en finés–, probableme­nte la estación más hermosa y menos conocida para visitar un país que abandera los extremos: el invierno dura desde principios de diciembre hasta mediados de marzo en el archipiéla­go y desde octubre a mayo en el norte del país, de modo que en apenas un par de meses pasan de la oscuridad casi absoluta a las famosas 'noches blancas' del verano.

E

Los asientos son de cuero semi-anilina, una piel de toro de Baviera que se cría sin alambradas para evitar que se dañe. El salpicader­o es de napa de plena flor.

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