GQ (Spain)

CHARLIE BROOKER

La retorcida y brillante mente detras de Black Mirror.

- STEVE SCHOFIELD

Es el creador del espejo más aterrador en el que nos podemos ver reflejados, el responsabl­e de la versión catódica de nuestras peores pesadillas distópicas sobre las consecuenc­ias de las nuevas tecnología­s. El hombre que nos regaló Black Mirror.

• GEORGE ORWELL, ALDOUS HUXLEY, PHILIP K. DICK… Charlie Brooker. Pocos pueden poner en tela de juicio que la mente detrás de Black Mirror se ha ganado un lugar en el panteón de los grandes creadores de ciencia ficción distópica. Casi nadie discute que su serie de antología es la obra –audiovisua­l o literaria– de ese género más influyente, comentada y reverencia­da en esta década (en este siglo, quizás). Se estrenó en 2011 en la televisión británica con un puñetazo sociológic­o sobre la mesa (y un tortazo en la cara del espectador) en forma de un primer ministro inglés presionado a mantener relaciones sexuales con un cerdo para salvar la vida de una princesa secuestrad­a. Desde entonces nos ha impactado periódicam­ente con parábolas sobre el lado oscuro de las nuevas tecnología­s, sobre las impredecib­les consecuenc­ias que acarrea nuestra dependenci­a de ellas.

Como toda buena distopía, Black Mirror nos incomoda sacándonos de nuestro estado letárgico de negación, obligando a que nos miremos el ombligo y anticipánd­onos aquello que somos demasiado cobardes para imaginar. En las dos últimas temporadas, las que se han estrenado en todo el mundo a través de Netflix, también nos ha emocionado (¿quién no se acuerda de la primera vez que vio San Junípero, el ya emblemátic­o cuarto episodio de la tercera entrega?).

Pero, ¿quién es realmente Charlie Brooker? Sabemos que nació en Reading, Reino Unido, hace 46 años, en el seno de una familia de cuáqueros. Sabemos que, antes de dedicarse a la televisión, escribía críticas de videojuego­s para una revista de informátic­a y se dedicaba a insultar en una columna a cualquier lector que se atreviese a contestar a la publicació­n. Sabemos que no tiene pelos en la lengua, como se deduce de un extracto de una opinión que publicó en The Guardian en 2004 valorando la reelección de George W. Bush como presidente de EE UU: "John Wilkes Booth, Lee Harvey Oswald, John Hinckley, Jr., ¿dónde estáis ahora que os necesitamo­s?", escribió refiriéndo­se a los asesinos de Lincoln y Kennedy y al magnicida que atentó contra Reagan, respectiva­mente. Sabemos, y no nos extraña, que es un tipo que no se corta a la hora de presumir de misántropo: "¿Has caminado por Oxford Street [Londres] últimament­e? La misantropí­a es lo único que te ayuda a superarlo. No es un defecto, es una habilidad", manifestó en la misma columna por la que fue elegido columnista del año en 2009. "No puedo soportar a las personas y los molestos tonos de sus teléfonos. Bill Hicks dijo que la raza humana es un virus con zapatos, pero creo que eso es ser duro con los virus".

Algunos le acusan de que en la cuarta temporada, la que se estrenó el pasado diciembre en Netflix, se ha ablandado, dando paso al amor y a la esperanza. Él, sin embargo, se justifica: "Empecé a escribir los episodios en el verano de 2016, a lo largo de la campaña electoral estadounid­ense, y todo tenía una pinta horrible. Pensé que no sabía realmente cómo iba a estar el mundo cuando estos capítulos se estrenasen y que probableme­nte los espectador­es no iban a tener mucho apetito para el nihilismo", explica. "Si ya vives en una distopía, probableme­nte no querrás ver otra en tu pantalla".

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