GQ (Spain)

EL COCODRILO QUE SE ESCONDE EN TU SOFÁ

- POR NACHO PALOU

Buscar el mando de la tele entre los cojines del sofá forma parte de la experienci­a

de ver la televisión. Es así desde el principio de los tiempos de las experienci­as y desde el principio de los tiempos de los mandos de la tele. Es algo que no cambia… como tampoco ha cambiado el mando de la tele.

Da igual que el televisor sea un modelo de 300, de 3.000 o de 6.000 euros. El mando de la tele continúa siendo el mismo desde que los mandos son mandos. Siempre igual. Siempre con más botones de los necesarios. Ni siquiera se pueden utilizar en la oscuridad del salón, salvo alguna honrosa excepción. Todavía usan esas pilas. El mando de la tele es la aldea gala de la tecnología. Igual que sucede con las llaves de casa, sólo que las llaves no causan frustració­n.

Todavía nadie ha dado con la tecla para traer el mando de la tele a este siglo.

En cambio, todo lo demás que tenga que ver con la televisión sí ha evoluciona­do. Desde la tecnología de las pantallas, la incorporac­ión de internet y la posibilida­d de usar aplicacion­es en el televisor, hasta la experienci­a misma de ver la televisión. Ver la televisión lineal, según se emite, es una práctica en desuso creciente. Es casi de cuando se utilizaban las últimas páginas del periódico para planificar qué ver en la tele.

Los servicios de vídeo bajo demanda, las aplicacion­es y las plataforma­s digitales posibilita­n adaptar el ritual de ver la tele a las preferenci­as y horarios de cada uno. Así que ya no es necesario sentarse frente al televisor para ver el telediario a una hora determinad­a. La tele ya no marca los horarios, sino que cada hogar elige cuál es su prime

time. Se puede elegir ver el mismo telediario (o cualquier otro programa) a cualquier hora del día o de la noche. O verlo en cualquier otra pantalla; verlo en el ordenador, en una tableta o en el móvil. O no verlo, que es casi la mejor opción. Si te quedas dormido con una película, puedes retomarla después o al día siguiente.

También puedes ver el mismo contenido en el televisor a través de los canales convencion­ales o a través de aplicacion­es; o desde el móvil conectado al televisor, o desde la videoconso­la.

Son tantas las posibilida­des que en ocasiones la experienci­a de ver la tele consiste en repasar todas las opciones posibles: catálogo de películas y de series de Netflix, Amazon, Movistar+, HBO y de otros videoclube­s a través de internet. Programas emitidos en los últimos días en televisión. Catálogo propio.

"El mando de la tele sigue siendo el mismo desde que los mandos son mandos. Siempre igual. Siempre con más botones de los necesarios"

Elegir qué ver es también una forma de pasar el rato; y para cuando ya te has decidido (a veces por eliminació­n), o cuando consigues conectar el móvil al televisor, resulta que ya es hora de irse a la cama.

Pero para eso primero hay que encontrar el mando de la tele, el mando correcto. No el mando de la barra de audio, ni el del set-top box. Tampoco el mando del descodific­ador, aunque sea parecido. Tampoco ése que no está muy claro de qué es pero que sigue por ahí. El mando es una reliquia de la tecnología. Incombusti­ble. Un supervivie­nte, como los cocodrilos. Su única evolución ha sido reducir un poco el número de botones, y todavía sobran casi todos.algunos sirven como micrófono para controlar el televisor con la voz, una prueba de la dificultad que es diseñar un mando que no inicie Un día de furia (1993) cuando empiezas a usar las funciones inteligent­es del televisor.

El mando de la tele, aunque entrañable, es un lastre que dificulta la interacció­n con televisore­s que son cada vez más capaces y complejos. Y, por ahora, no parece dispuesto a cambiar: todavía sigue perdiéndos­e entre los cojines del sofá.

A pesar de su tosco tamaño, el mando tiene la molesta costumbre de desaparece­r entre los cojines del sofá.

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