Basilea y Ginebra: duelo de titanes
Ginebra y Basilea se disputan el liderazgo del espectáculo relojero
No creemos que a estas alturas haya alguien que se cuestione que la relojería es un gran negocio, que el reloj mueve pasiones, cifras astronómicas y un tejido de influencias tan extenso o mayor que el de la moda; cuyas firmas, por cierto, han hecho de este complemento uno más de los reclamos de sus boutiques cada temporada. Por eso quizá a nadie le sorprenda tampoco el paralelismo que existe entre estos dos universos interconectados. Las novedades relojeras se vertebran en dos grandes encuentros internacionales, Ginebra y Basilea, que son lo que Milán, París o Nueva York a la industria del vestir: las pasarelas internacionales en donde se avanzan las tendencias relojeras del año. Pero además, y sobre todo, son una plataforma desde la que se lleva a cabo el chequeo anual de un sector que en los últimos años no ha gozado de rebosante salud precisamente.
La primera cita de cada temporada es el Salón Internacional de la Alta Relojería de Ginebra (más conocido por sus siglas francesas, SIHH), santuario de la alta costura relojera que se celebra a mediados de enero. En marzo, por su parte, se pronuncia Baselworld desde Basilea. Dos conceptos diferentes, un salón privado el primero y una macroferia el segundo, que hoy están más que nunca enfrentados por alcanzar el liderazgo absoluto.
Van algunas cifras: la 28ª edición del Salón Internacional de Ginebra ha crecido este año en número de marcas, con un total de 35 –cinco más que el año pasado y 16 más que hace tres–, robando protagonismo a Baselworld, que ha arrojado un saldo negativo de 850 marcas –en los últimos dos años– y dos días menos de exposición.
Muchas han sido las novedades presentadas en el SIHH, tanto en términos de producto como de infraestructura, impacto mediático y networking. Las cifras son elocuentes: 20.000 visitantes (cerca de un 20% más que en 2017); 1.500 medios acreditados (un 12% más que el año pasado); 2.500 visitantes, una cifra mayor que la del edición anterior, cuando se decidió abrir las puertas al público; y una superficie total –ligeramente modificada– de 55.000 m2, esto es, un 20% más que en 2017. Desde el punto de vista digital, los datos son igualmente esclarecedores: 400.000 posts han mencionado el hashtag #SIHH2018 y 288 millones de personas han sido alcanzadas a través de las redes sociales durante el salón.
aAl otro lado del cuadrilátero, se encuentra Baselworld, que en los últimos dos años ha pasado de albergar 1.500 expositores a 650, lo que ha llevado a la organización a reducir el espacio a menos de un tercio. Algunas de las grandes marcas de relojería, como Hermès, Girard-perregaux o Ulysse Nardin, así como pequeños pero importantes relojeros independientes, prefirieron mudarse a la rival feria de Ginebra –que en origen fue una segregación de Baselworld, creada hace 30 años por el grupo Richemont (con marcas como Cartier, Montblanc, Jaeger-lecoultre, Piaget o IWC). Pese a esta coyuntura, el número de lanzamientos no se ha quedado a la zaga con respecto a Ginebra, aunque tal vez el impacto de los mismos haya sido algo más sordo.
Entretanto corren varios rumores sobre el futuro del gigante de Basilea: hay quienes aseguran que en la edición de 2019 faltarán a la cita Breitling (cuyo stand perdió este año el famoso y gigante acuario con miles de peces), Chanel o las marcas del grupo LVMH. Otros sostienen que la mayoría de las manufacturas independientes, menos Patek Philippe y Rolex, están pensando en pasarse al otro bando. Y, por último, hay quienes aseguran que las dos ferias se celebrarán de manera consecutiva, como antaño, primero la de Ginebra e inmediatamente después la de Basilea, el estandarte del grupo Swatch.
Especulaciones al margen, la única cifra que Baselworld ha comunicado este año es que el número de visitantes profesionales ha aumentado un 8% durante las dos primeras jornadas (no se sabe nada del resto de los días de feria) y que ha estado representado el 80% de expositores relojeros suizos. Cada uno es libre de sacar sus propias conclusiones, pero la falta de transparencia es sospechosa.
De cualquier modo, y pese a los dimes y diretes, o al encogimiento de un evento y la desatada expansión del otro, lo que de verdad importa son los relojes. Porque estas pasarelas congregan esencialmente a los amantes de la relojería en sus distintos grados: desde el curioso al conocedor, pasando por el profesional o aspirante a serlo y los auténticos friquis; e incluso –lo decimos porque hemos sido testigos– a algún iluminado religioso que espera a la entrada de los pabellones para ganar adeptos a su secta… También es posible encontrar en los pabellones a algún que otro niño que desde su más tierna infancia empieza a soñar con su futuro primer reloj; o algún que otro animal de compañía, sobre todo por el Hall central de Baselworld.
Afortunadamente, las novedades han sido muchas y variadas. Se han presentado relojes hiperclásicos; impactantes relojes deportivos de ciencia ficción; piezas complicadas que han emprendido una carrera de fondo para alcanzar récords y acumular patentes; relojes femeninos que siguen su propia evolución y gama cromática y que se imponen frente a la primacía masculina; relojes vintage, muchos relojes vintage –como viene sucediendo desde hace ya no sabemos cuántos años–; modelos básicos y mucha pieza de entrada de gama de impecable factura y mejor relación calidad-precio.
De entre todas estas tendencias, destacan dos: la que se refiere a las reediciones de relojes antiguos y las piezas que se focalizan en acaparar récords y número de patentes.
SIGUE LA FIEBRE 'VINTAGE'
Ya hemos perdido la cuenta de cuántos años lleva la tendencia vintage apropiándose del universo estético de la relojería. Este tipo de modelos no deja de proliferar entre las propuestas de las marcas que, animadas por los precios desorbitados que adquieren en subastas las piezas que lo son de verdad, siguen ahondando en una estética que funciona no sólo en cuanto a cifras de ventas sino en términos de creatividad.
ENTRE TODAS LAS TENDENCIAS, DESTACAN DOS: LAS REEDICIONES DE RELOJES ANTIGUOS Y LAS PIEZAS QUE ACAPARAN RÉCORDS Y NÚMERO DE PATENTES
lLo cierto es que este tipo de relojes es atractivo y, aunque obligan a las marcas a hacer un ejercicio de introspección y de recuperación del pasado, el saldo es muy positivo: un gran número de clásicos contemporáneos inundan en este momento el mercado. Ejemplos hay muchísimos: la colección 1848 de Montblanc, la nueva línea Fiftysix de Vacheron Constantin, la colección conmemorativa del 150 aniversario de IWC Schaffhausen –cuya pieza estrella es el Tribute to Pallweber Edition 150 Years–, la sublime colección Polaris de Jaeger-lecoultre –que reedita el Memox de 1968–, el modelo Bathiscaphe Day-date Seventies de Blancpain, los modelos Sixties de Glashütte, el Omega Seamaster 1948 LE, el Longines Legend Diver Watch o el Tissot Heritage 2018, por poner tan sólo algunos ejemplos.
Por lo que respecta al apartado de récords, Piaget se arroga dos: uno con el Altiplano Ultimate Automatic, el reloj automático más plano del mundo (4,30 mm de grosor); y otro con el Altiplano Ultimate Concept, el reloj mecánico de cuerda manual más plano del mundo, con tan sólo 2 mm de grosor. Por su parte, Bvlgari ha batido su cuarto récord de delgadez con el modelo Octo Finissimo Tourbillon Automatic, de apenas 3,95 mm de grosor. Audemars Piguet, que ha tenido una de las mejores cosechas de los últimos años, presenta el Royal Oak RD#2, el calendario perpetuo automático más delgado, con tan sólo 6,30 mm; y ha sorprendido igualmente con el Royal Oak Concept Tourbillon Volante, el primer tourbillon volante de la casa, y el primer reloj Royal Oak Concept para mujer.
Otro de los grandes, Ulysse Nardin, ha lanzado el primer modelo automático de la colección Freak, que en 2001 rompió todos los convencionalismos. Officine Panerai tampoco ha quedado a la zaga en cuanto a patentes, que han cobrado vida en los modelos Lo Scienziato y L'astronomo, fabricados por encargo y dedicados a Galileo Galilei. La manufactura de Lucerna Carl F. Bucherer ha causado sensación con el novedoso Manero Tourbillon Double Peripheral, con el que logra por primera vez en la historia combinar la cuerda automática periférica con un tourbillon en situación periférica.
En fin, una carrera desenfrenada por sacar músculo frente –es una opinión– a la relojería conectada en la que se van haciendo progresos cada vez más sólidos, aunque por ahora aislados. Frédérique Constant fue el primer fabricante suizo en lanzar en 2015 el Horological Smartwatch. Ahora vuelve a ser el primero en combinar un calibre mecánico manufactura con las funciones de un reloj inteligente y dotado de una novedosa función: el análisis del movimiento, esto es, un algoritmo que mide la frecuencia, la amplitud y el error de la marcha del calibre automático FC-750 Hybrid Manufacture. TAG Heuer, otro de los pioneros, ha reducido este año el diámetro de su Connected Modular, de 45 a 41 mm, para hacerlo accesible a las mujeres y a las muñecas más delicadas.
Pero al margen de las tendencias, existe también una especie de sección no oficial en la que hay lugar para las excentricidades y para la relojería de autor: es el territorio de los independientes (como HYT, Hautlance, MB&F, Urwerk, Christophe Claret o H. Moser & Cie), presentes en ambas ferias; y de las almas libres, como la lúdica Corum y la no menos audaz Gucci de los dos últimos años.
Afortunadamente, la calidad y originalidad de los relojes queda al margen de esta lucha por apropiarse del papel protagonista en el gran espectáculo en que se ha convertido la relojería.
AL MARGEN DE LAS TENDENCIAS, EXISTE TAMBIÉN UNA ESPECIE DE SECCIÓN NO OFICIAL EN LA QUE HAY LUGAR PARA LAS EXCENTRICIDADES Y LA RELOJERÍA DE AUTOR