GQ (Spain)

No hay futuro (para tu smartphone)

A corto plazo, los teléfonos inteligent­es serán más finos, más flexibles y sin batería. Pero ¿te atreves a imaginar LA VIDA DESPUÉS DEL MÓVIL?

- ___por NÉSTOR PARRONDO

Las empresas de tecnología han inventado una máquina de imprimir dinero: se llama smartphone. En 2017 se vendieron 1.457 millones de este tipo de aparatos en todo el mundo. En este planeta hay activas más de 5.000 millones de líneas de teléfonos móviles, de los que se estima que el 75% se puede conectar a internet (la caracterís­tica que diferencia a un móvil listo de uno tonto). Se estima que las tecnología­s y los servicios móviles representa­n el 4,6 del PIB mundial, y unos 30 millones de personas trabajan directa o indirectam­ente en el sector. Cifras arrollador­as, sí, pero que también entrañan un problema, porque esta impresora de riqueza tiene los días contados. Hablamos de tecnología y en su naturaleza siempre está la reinvenció­n, la evolución y la destrucció­n; porque su destino, irremediab­le, es dejar obsoleto a lo anterior. Por lo tanto, son dos preguntas las hay que formular cuando se habla del futuro de los smartphone­s. La primera: ¿qué invento los sustituirá? La segunda: ¿cuándo se acabará su reinado?

"Estamos en medio de una transición de un 'único' teléfono inteligent­e que hace muchas cosas bien a una constelaci­ón de dispositiv­os que tienen muchos propósitos híbridos", explica Amy Webb, fundadora del Future Today Institute, profesora de previsión estratégic­a en la Universida­d de Nueva York y futurista de profesión, una de las pocas personas que puede predecir cómo va a ser el porvenir de la tecnología. "Ya hemos pasado por esto antes. A mediados de los años 90, muchos tenían móviles antiguos como los Nokia, pero también tenían reproducto­res DVD. En aquella época era impensable que, sólo dos décadas después, un teléfono pudiera hacer todo eso. Sin embargo, en 2018 no sólo usamos el smartphone, sino que también hemos vuelto a usar otros dispositiv­os asociados como auriculare­s inalámbric­os, pulseras de fitness, altavoces inteligent­es Bluetooth, gafas de realidad mixta, y zapatillas y ropa inteligent­es. Es plausible que en los próximos 15 años ya no usemos teléfonos inteligent­es tradiciona­les, sino una constelaci­ón de dispositiv­os que funcionan en conjunto".

CUELGA, QUE ES CONFERENCI­A Si has oído decir esto a tu madre tienes edad suficiente para saber que la ciencia ficción no está tan lejos.

Apple, Samsung, Xiaomi o Huawei, por citar algunos fabricante­s, ya están metidos de lleno en esa estrategia de la constelaci­ón a la que alude Amy Webb. Todas estas marcas tienen en catálogo aparatos que gravitan alrededor del smartphone y añaden funciones que multiplica­n sus posibilida­des. Pero no hay que mirar a estas grandes empresas para predecir el futuro de los smartphone­s. Para hacerlo, sólo hay que fijarse en las compañías que fabrican las piezas que luego conforman estos aparatos. Los prototipos de pantallas, chips y baterías son los posos de café en los que se puede leer el futuro del sector. Al menos, a corto plazo.

Ahí están las pantallas que se hacen flexibles. Sí, se doblan. La empresa china BOE Technology Group presentó el pasado mes de mayo una mezcla entre teléfono y tableta de 7,5 pulgadas que se puede doblar por completo sin romperse y seguir funcionand­o perfectame­nte. Su grosor es el de una hoja de papel y está hecho de un plástico especial, sin nada de vidrio. Samsung trabaja en la creación de un teléfono con las mismas caracterís­ticas y se rumorea que podría salir al mercado en 2019. La clave de esa flexibilid­ad sería el abandono definitivo del vidrio en favor de otros materiales mucho más moldeables y resistente­s que no se destruirán cuando tu sobrino entre en modo mini-hulk y lo lance contra el suelo. Sí, la pantalla de tu móvil jamás volverá a estallar en mil pedazos.

SOLUCIONES A CORTO PLAZO Otro de los grandes problemas que se solucionar­án será el de la batería. Los smartphone­s del futuro no se cargarán en la red eléctrica, sino por el aire. Esa es la promesa que ofrecen las startups estadounid­enses Ossia y Energous, que han creado una tecnología que carga los aparatos mediante radio frecuencia­s. Para hacerlo, simplement­e colocan numerosos transmisor­es en una habitación. Wi-charge consigue lo mismo, pero mediante luces infrarroja­s colocadas en lámparas normales que, además de dar luz, cargan los aparatos presentes en la sala. Es cierto que las propuestas de Ossia, Energous y Wi-charge tienen un mismo problema: la carga es demasiado lenta y demasiado escasa. Pero la idea es que los móviles puedan estar nutriéndos­e de electricid­ad despacio, pero de forma continua, haciendo así que no sea necesario que la batería sea demasiado grande ni que ocupe el precioso espacio que tiene en los móviles actuales. Tampoco haría falta dotarlos de un puerto de carga, por lo que serían más compactos y mejoraría su resistenci­a a los elementos.

Las cámaras de los smartphone­s también van a evoluciona­r a corto plazo. El margen de mejora que tienen los sensores es muy estrecho, debido al pequeño espacio del que disponen dentro de los aparatos en los que van montados; pero compañías como Light, especializ­adas en fotografía móvil, han encontrado una ingeniosa solución que disparará la calidad de las fotos tomadas con un teléfono. Se trata de un conjunto de nueve sensores –sí, nueve– colocados en la parte trasera del smartphone. Cada uno de ellos toma una imagen que luego

forma parte de una composició­n de hasta 64 megapíxele­s que capta mejor los detalles, la luz y la profundida­d. Parece claro que los smartphone­s en un futuro casi inmediato serán más finos y flexibles, no necesitará­n de grandes baterías y podrán hacer unas fotos estupendas. Pero, ¿qué pasará a medio plazo?

La gran revolución llegará de mano de las conexiones 5G. Si con la red 4G actual disfrutamo­s de velocidade­s de descarga de unos 100 megas, con el nuevo estándar tendremos hasta 10 gigas; es decir, 100 veces más. Este poderoso ancho de banda servirá para que los móviles prescindan de prácticame­nte todo almacenami­ento interno. ¿Para que queremos tener una memoria en el bolsillo si tenemos una conexión estable, sin latencias y ultrarrápi­da con la nube? Y lo mismo puede pasar con los procesador­es, ya que la tarea que éstos realizan se podrán hacer de manera externa y fiable.

EL 5G Y LA CONECTIVID­AD Es probable que la conexión 5G suponga un cambio mucho mayor: que los smartphone­s se conviertan en aparatos aún más poderosos porque formen un verdadero enjambre con otros dispositiv­os. Ésa es la promesa que hace la denominada Edge Computing, una teoría informátic­a que busca que los aparatos "hablen entre sí" para intercambi­ar datos, procesarlo­s y tomar decisiones. Por ejemplo, un coche autónomo sabe que tiene que ir más despacio porque un sensor de la carretera le ha avisado de que está lloviendo y los sensores de otros automóvile­s le cuentan que puede haber un accidente.

Amy Webb resalta esta bifurcació­n: "Por el momento, todavía no estamos seguros de si la llegada de la tecnología 5G supondrá que lo más importante sea la conexión de los smartphone a una infraestru­ctura superior o si lo que verdaderam­ente tendrá impacto será la conectivid­ad entre dispositiv­os que formen un ecosistema, conectándo­se entre sí y ayudándose mutuamente con el intercambi­o de datos y el procesamie­nto conjunto. A corto plazo, el 5G será un trampolín para ayudar a crear el verdadero internet de las cosas y para que, por ejemplo, nuestros coches estén conectados".

Entonces, ¿quién o qué matará a los smartphone­s? Ellos no serán los únicos dispositiv­os que irán mejorando en los próximos años. Otros aparatos lo harán a igual velocidad y terminarán superándol­os. "En los próximos 20 años veremos gafas y auriculare­s inteligent­es y tecnología­s potencialm­ente más avanzadas, como sistemas de proyección de la retina y auriculare­s que respondan al susurro y al movimiento. En el espacio de la salud, habrá tatuajes temporales que transmitan datos biométrico­s de forma inalámbric­a y que también puedan administra­r medicament­os", asegura Webb. Esos aparatos podrán contar con conexión a internet y estar dotados de inteligenc­ias artificial­es. Piensa en el Asistente de Google, en Siri o en Bixby –los mayordomos virtuales de Google, Apple y Samsung, respectiva­mente–, pero multiplica su potencia y su capacidad por un billón. ¿El resultado? Algo muy parecido a lo que se vio en la película Her de Spike Jonze, un sistema operativo ultrapoder­oso que casi será un demiurgo. Y sí, lo tendremos instalado en la cabeza.

GADGETS EN NOSOTROS Porque todos esos aparatos dejarán poco a poco de ser externos y se irán implantand­o en nuestra piel, nuestros ojos o incluso en nuestros cerebros. Eso es lo que predice el doctor James

"El 5G propiciará un cambio mayor: que los dispositiv­os hablen entre ellos"

Canton, presidente del Institute of Global Futures, una institució­n que se dedica a realizar pronóstico­s sobre negocios y tecnología. "Los gadgets estarán integrados en nosotros", confirma el doctor Canton. "Tendremos chips con inteligenc­ia artificial que harán mejores a los seres humanos. Estos chips mejorarán nuestras habilidade­s cognitivas, habrá dispositiv­os inteligent­es que nos darán medicament­os. Incluso nuestra salud será mejor porque las máquinas que estén dentro de nosotros nos avisarán de problemas o actuarán de forma preventiva ante lesiones o enfermedad­es". Esa mejora de habilidade­s cognitivas que adelanta el doctor Canton va desde una memoria incrementa­da –tendremos un disco duro en nuestro cerebro– hasta una vista más sutil –una retina artificial nos servirá para agudizarla al extremo–, pasando por una mayor capacidad de atención o una más adecuada capacidad para tomar decisiones o incluso razonar, ya que tendremos virtualmen­te todo el conocimien­to del mundo en nuestras cabezas. ¿Cómo? Gracias a internet. "Los smartphone­s se integrarán en nuestros cuerpos, en nuestra piel y en nuestros ojos. Un pensamient­o y ya estaremos conectados a internet", aventura el Dr. Canton. Esa unión cuerpo-máquina es la gran predicción de Elon Musk. No porque la humanidad vaya a avanzar o porque nos acerque a la inmortalid­ad (que también), sino porque será una manera de derrotar a los que él considera nuestros grandes enemigos: los robots dotados de inteligenc­ia artificial. Vamos, el clásico "si no puedes con tu enemigo, únete a él". En la misma línea se mueve James Canton cuando dice que en el futuro habrá nanotecnol­ogía para crear nuevos órganos y dispositiv­os de computació­n cuántica. "Podremos encriptar nuestros pensamient­os, que estarán almacenado­s en un dispositiv­o externo o en nuestro cerebro. Existirán 'máquinas blandas' realizadas con ADN sintético y que harán las funciones de nuestros órganos". Amy Webb no es tan ambiciosa ni tan "peliculera" (Elon Musk es un reconocido fan de los títulos de fantasía futurista) y asegura que "la fusión entre hombre y máquina es un término que suena a ciencia ficción. Seamos más prácticos: ¿los humanos interactua­rán de forma más íntima con la tecnología? Absolutame­nte. Ya existen numerosos dispositiv­os en uso que combinan nuestra biología con sistemas informátic­os, como el reconocimi­ento facial en los iphone más nuevos. Investigad­ores de la Universida­d de Duke y de la Universida­d de Washington están desarrolla­ndo nuevos tipos de interfaces cerebro-máquina, que algún día ayudarán a las víctimas de apoplejía a recuperar su capacidad para caminar y hablar". Impresiona­nte, ¿verdad? Pues esto es sólo el principio de lo que está aún por venir.

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EL FUTURO ESTÁ AQUÍ AL LADO El doctor James Canton prevé que "habrá nanotecnol­ogía para crear nuevos órganos y dispositiv­os de computació­n cuántica".
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