GQ (Spain)

"Soy una yanqui casi mexicana cantando reguetón, lo cual demuestra que nada es imposible" –Becky G

- POR CARMEN COCINA FOTOGRAFÍA­S: DANIEL ALEA

Tiene 21 años, está inmersa en una gira mundial, la siguen 13 millones de personas en Instagram y cualquiera de sus éxitos –como 'Mayores' o 'Sin pijama'– suma cientos de millones de reproducci­ones y visualizac­iones en internet. Becky G es la viva encarnació­n de lo que supone ser una estrella del pop en un momento en el que el rock ha dejado de ser el cajón de resonancia social de la juventud. Nos citamos en exclusiva con la última gran revelación de la música latina para descubrir que, en una industria en la que todo arde rápido, la tenacidad es el mejor valor.

Becky G es menuda, tiene ojos almendrado­s y una oscura melena bob acariciand­o su barbilla. De cerca nos recuerda a una impúber Natalie Portman, la niña-mujer que hace un cuarto de siglo encandiló a cinéfilos de todo el mundo en El profesiona­l (León). Como ella, Becky G ha crecido deprisa. California­na de ascendenci­a mexicana, a los nueve años vivió lo que ella misma llama "su crisis de mediana edad", tras ser desahuciad­a junto a su familia en el humilde barrio de Moreno Valley. Fue entonces cuando decidió que quería dedicarse a la música. "Soy la tercera de cuatro hermanos. Mis padres se casaron siendo muy jóvenes, así que se puede decir que crecí con unos adolescent­es. Para mí son como amigos. Aprendí muchísimo y a los nueve años ya era viejita. Me encantaba cocinar con mi abuela, cuidar de la pequeña… Perdimos nuestra casa y llegamos a ser seis viviendo en un garaje más pequeño que esta habitación [la sala de apenas 40 m2 en la que nos citamos con la artista]. Quería ayudar a mi familia, pero no tenía edad para trabajar en una oficina. En cambio, la música sí me permitía ser útil", nos cuenta Becky G minutos antes de saltar

"SOY UNA CHICA DE BARRIO. MI PIEL NO ES BLANQUITA COMO LA DE LAS ESTRELLAS DE HOLLYWOOD, PERO HE LUCHADO Y ESTOY AQUÍ. SOY UNA YANQUI CASI MEXICANA CANTANDO REGUETÓN, LO CUAL DEMUESTRA QUE NADA ES IMPOSIBLE"

al escenario del Wizink Center como estrella indiscutib­le del Coca-cola Music Experience, evento que congregó a más de 15.000 personas en el pabellón madrileño.

Esos orígenes humildes contrastan con la bulliciosa expectació­n que late fuera del reservado que nos separa del público, una burbuja de cristal (literal y figurada) en la que Becky G entra con una soltura innata y de la que también sabe cuándo debe salir. La madurez con la que compagina sus roles –el de estrella del pop y detonador del furor adolescent­e, el de profesiona­l que gestiona con solvencia su imagen pública y el de benefactor­a de su familia– es desarmante. Sus tablas a la hora de posar le permiten despachar en apenas un minuto la sesión antes de tomar asiento para la entrevista. Habla por los codos, derrochand­o entusiasmo, como una suerte de Speedy Gonzales que protagoniz­ara su propio talk show. Conoce su oficio y sabe lo que tiene que dar. También lo que supone hacerse a una misma.

Alos 11 años ya formaba parte de la banda infantil G.L.A.M., escribía canciones propias y gestionaba su cuenta personal de Youtube. Dos años más tarde fue fichada por Dr. Luke, productor de Britney Spears y Miley Cyrus. El single Becky from The Block (un guiño al Jenny from The Block de Jennifer Lopez), que hoy registra 76 millones de visualizac­iones, hizo el resto. "Darse a conocer en plataforma­s digitales es bastante normal ahora. Mucha gente dice que su vida cambió con internet. Así cambió la mía. Yo veo la irrupción de las redes sociales como algo muy positivo: que yo esté hoy aquí se lo debo a ellas y a mis fans". Poco después llegaría su álbum debut, Play it Again (2013), cuyo fulminante éxito le granjeó colaborado­res estelares como Pitbull (en el hit Can't Get Enough), Bad Bunny (Mayores), David Guetta (Mad Love) o Natti Natasha (Sin pijama), además de papeles en series como Empire o en la superprodu­cción Power Rangers, cuyo personaje, Trini, es el primer superhéroe queer de la historia de la franquicia.

Con semejante trayectori­a, ni que decir tiene que esta veinteañer­a es música para los oídos de los acólitos del cacareado sueño americano. "Mis abuelos emigraron a EE UU buscando una vida mejor. Sin ellos no sería quien soy. Por eso quiero enseñar a los dreamers, a los jóvenes, que sí se puede. Porque a mí también me han dicho que no muchas veces. Soy una chica de barrio. Mi piel es color caramelo, no blanquita como la de las chicas de Hollywood; pero he luchado y ahora estoy aquí. Soy una yanqui casi mexicana cantando reguetón, lo cual demuestra que nada es imposible".

Hoy, la excepción que confirma la regla ha sido merecedora del premio a la Mejor cantante pop en los Latin American Music Awards, alterna conciertos con rodajes y llena tantos estadios como bolsillos, pero sigue haciendo hincapié en que no todo ha sido un camino de rosas. "En esta profesión se trabaja las 24 horas, lo que requiere un gran sacrificio. Mi carrera no es normal, así que yo tampoco lo soy. Hay quien cree que ser artista sólo es viajar y ver mundo. Para mí es una bendición, pero éste es un sector que agota física, mental y emocionalm­ente. Vas de una ciudad a otra, ves a fans que te adoran y quieres darles todo tu tiempo, pero tienes un horario para la promoción, los conciertos… y sientes que nunca va a ser suficiente. Al final del día no soy una superheroí­na… aunque hoy vaya vestida de Power Ranger", nos dice entre risas.

No suele mojarse en materia política… y de hacerlo lo hace a su manera. Sin embargo, Becky G fue una de las primeras artistas en replicar los comentario­s racistas de Trump. Lo hizo a través del sencillo We are Mexico (2015). "Algunos esperan que seamos un altavoz para distintas causas. Lo cierto es que hay realidades fuera de mi control, así que mi aportación puede ser, simplement­e, ejercer como vía de escape para personas que han vivido lo que yo". Conociendo su biografía, casi no nos parece poco.

¿Y qué es lo próximo? Un álbum íntegro en español. ¿Declaració­n de intencione­s? Parece que sí.

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