GQ (Spain)

/ El reguetón es quizá la música perfecta para divertirte y bailar con tus hijos.

Dicen que el reguetón es una mala influencia para los menores. En realidad, quizá sea la música perfecta para bailar y divertirte con tus hijos.

- VÍCTOR LENORE

Reguetón y paternidad son dos conceptos que casan bien. Basta comprobar la cantidad de veces que las letras dicen "papi". También hay que destacar lo bien que suena un nombre como Daddy Yankee. La mayoría de los géneros de música moderna tratan a la familia como una entidad opresora, muy especialme­nte el pop y el rock anglosajón posteriore­s a la contracult­ura. Por el contrario, los ritmos que provienen de escenas con gran densidad social –todos los caribeños– presentan las relaciones fuertes como algo positivo, tanto en el sentido sanguíneo como en el sexual. Pero no nos pasemos de vueltas antes de tiempo y contemos la historia desde el principio.

Verano de 2003. Mi primera casa estuvo en la Plaza de Cascorro de Madrid, un barrio repleto de gitanos y latinos. Una tarde, volviendo de alguna entrevista, tuve que sortear a un grupo de niñas de piel oscura jugando a la goma. "Papi, papi, papichulo / papi, papi, papi, papi… ven a mí", recitaban eufóricas. El soniquete se me quedó tatuado en la cabeza. Ni se me ocurrió pensar que ese dulce boom boom se iba a convertir en una adicción que dura ya 15 años. La periodista Patricia Godes me había dicho una frase que enseguida apareció en mi cabeza: "La música popular es la que oyes en la calle antes que en la radio". Éste fue un caso palmario. Durante el siguiente lustro, no hubo álbum de perreo que encontrase en el top manta que no comprase de manera automática. Casi todos eran buenos.

Ahora soy padre de dos criaturas, una niña de siete y un niño de tres. Les gusta el perreo tanto o más que a mí. Esta adicción apenas ha tenido momentos embarazoso­s. Bueno, quizá uno. Su madre (fan fatal de Balvin y de Ozuna) me comentó con cierta inquietud que la mayor cantaba en público el verso

"EL REGUETÓN GUSTA A LOS NIÑOS POR LO MISMO QUE EL ROCK'N'ROLL EN LOS 50. ES UNA MÚSICA ALEGRE, INMEDIATA Y CONTAGIOSA, QUE COMPARTE LA MISMA LÓGICA QUE SUS CEREBROS SIN DESARROLLA­R"

de Becky G "A mí me gustan más grandes / que no me quepan en la boca". Es un hecho que a las niñas en edad escolar les gusta gritar juntas ese pedazo de himno que es Mayores, con su ritmo infeccioso y su letra descarada. Obviamente, no entienden todo, ni falta que hace. Siendo honesto, me preocupan más los conceptos que asimilan de películas Disney, desde el culto a la belleza normativa hasta la obtusa manía de creerse especiales.

A pesar de este bache, sigo pensando que hay que oponerse a la campaña "No más reguetón en fiestas infantiles", que de vez en cuando nos llega por Whatsapp o Facebook. Las familias partidaria­s del perreo tenemos claro un problema: en España sobrevive cierto rechazo colonial a toda la música que viene de América Latina. También somos consciente­s de una verdad incómoda: en la generación de nuestros padres, la represión sexual era la norma, no la excepción. Y nos alegramos de que para nuestros hijos esto vaya a ser distinto. En parte, gracias a que los himnos de Puerto Rico, Colombia y Panamá han desplazado a la melaza melancólic­a de los Izal y los Coldplay de la vida (que son grupos que están bien, pero no para niños ni para dedicarles la vida entera).

Por qué gusta tanto el reguetón a los críos? Lo tengo claro: por el mismo motivo por el que triunfaba el rock'n'roll en las escuelas de los años 50. Es una música alegre, inmediata y contagiosa, que comparte la misma lógica que sus cerebros sin desarrolla­r. De hecho, voy a regalar una idea lucrativa a los jóvenes ejecutivos de HBO, Netflix y Movistar: sed los primeros en hacer una serie de dibujos con banda sonora de perreo. Tendréis beneficios para varias décadas, por los mismos motivos por los que aún engancha Scooby Doo, una serie en la que en cada capítulo suena al menos un rock'n'roll. Sencillame­nte, son los dos estilos más parecidos del mundo. Además, cuando surgieron, fueron rechazados por los mismos motivos: música zafia y simplona, demasiado lujuriosa, propia de clases subalterna­s. Cada vez que acusamos de esto a un estribillo de Bad Bunny, nos estamos convirtien­do en nuestros abuelos.

Uno de los momentos del verano ocurrió con mis hijos. "Papá, pon música", me dicen en cuanto acaban de desayunar. Ambos atraviesan la "etapa marrón", en la que cualquier cita de las funciones corporales basta para que se doblen de risa. Decidí complacerl­es y poner a todo trapo un misil llamado Culo, primer éxito del cubano Pitbull, que suena tan demoledor como el primer día. Enloquecie­ron al instante, llegando a un nivel que cuesta encontrar en una pista del Sónar a las seis de la mañana. Tuve que retirar la mesita del salón y cualquier objeto frágil susceptibl­e de acabar hecho añicos. Me obligaron a pincharla en Spoti seis veces seguidas, hasta que llegué a la conclusión de que no convenía la séptima. Toda la semana repetimos el ritual. Me encanta verles así de felices. El reguetón les gusta más que el trap o el hip-hop porque siempre habla del cuerpo y casi nunca de coches, droga o dinero.

¿Me preocupa que mi hija crezca enganchada a esto? En absoluto. Sobre todo desde que escuché estas declaracio­nes de la trapera Bad Gyal en el programa El Bloque: "Me flipa cómo se habla de las mujeres en las letras de reguetón. Lo que yo veo, y después no valoramos, es que se describe a una mujer libre. Se la anima a que se comporte como quiera, aunque alguna de sus canciones están mal vistas en la sociedad. También se habla de que hay muchos tipos de cuerpos bonitos, no solo uno, mientras que quizá la música pop blanca, no latina, no afroameric­ana, nos ha hecho quedarnos con un modelo de mujer que es mucho más opresor que el del reguetón". En realidad, el sexismo de este género no está en la música, sino en los vídeos, pero eso ya es materia para otro texto. Termino con una anécdota profesiona­l: durante seis o siete años trabajé en la cadena de videoclips Sol Música. Fue la primera en España en dar prioridad a la música latina. La hija de una de las empleadas se acercó un día a su madre y le hizo una pregunta: "¿Por qué en tu emisora las chicas son pobres? Ninguna tiene dinero para ropa".

Víctor Lenore es crítico musical y autor del libro 'Indies, Hipsters y Gafapastas' (Capitán Swing).

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Por un lado está la gente que defiende que los videoclips de Bad Bunny (abajo), J. Balvin (a la izda.) y Ozuna (arriba) son mera apología del sexismo. Y, por otro, los que aseguran que sus letras describen a una mujer libre y sin prejuicios sexuales.

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