Catuxa Fernández e Ignacio Aldanondo te enseñan a pisar bien.
En la década dorada de las 'sneakers', la firma barcelonesa de zapatería a medida ALDANONDO Y FERNÁNDEZ ha conquistado el éxito haciéndolo todo al revés.
En su último desfile para Balenciaga, el diseñador Demna Gvasalia, arúspice del streetluxe, decretó la muerte de la estética brutalista y dio la bienvenida a la sastrería de toda la vida. "Nos hemos retado a hacer trajes para las nuevas generaciones. ¿Cómo pueden llevar lo que nunca han vestido?", explicó. A juzgar por sus palabras y las propuestas de otros colegas, todo apunta a que la moda de esta década dedicará su último capítulo a las técnicas clásicas. Después de convertir las prendas deportivas en un símbolo de estatus, ahora toca pasar pantalla.
Hace siete años, en un contexto adverso para la tradición, nació la propuesta de Catuxa Fernández e Ignacio Aldanondo: zapatería a medida y personalizada. Lujo de verdad, lujo a la carta. Aldanondo y Fernández es, desde entonces, un milagro gestado en un mundo que ya no se prenda de la artesanía pura y dura. Arquitectos de formación, su sensibilidad para el patronaje, el aparado y el montaje les ha convertido en un referente para quienes buscan diseños hechos con oficio.
"Sabemos que no vendemos un producto de primera necesidad, nuestros zapatos se basan en el lujo que huye de la estandarización y el consumo inmediato", afirma Fernández. Sus creaciones precisan una visita al taller, una espera de un par de semanas y un desembolso superior a los 1.000 euros. También ofrecen modelos prêt-à-porter, algo más económicos. "No usamos materiales prefabricados. Nuestras pieles provienen de Bañolas, Igualada, Zaragoza y Alicante", explica. Y todo lo hacen a cuatro manos. El desierto, a la espera del próximo movimiento de Gvasalia, es un lugar feliz.