GQ (Spain)

JUSTIN O'SHEA

PRESENTA A WALTER

- Por F. Javier Girela

/ Viajamos a Londres para conocer de cerca a la familia del tipo con más estilo del mundo. Te enamorarás de Walter.

RESULTA CURIOSO ENCONTRARS­E

Justin O'shea y Veronika Heilbrunne­r nos reciben en su apartament­o londinense en una inusual mañana soleada para la capital inglesa. "Aquí vivía antes el manager de los Rolling Stones, ¿sabes? Dicen que Keith Richards escribió Gimme Shelter en este salón. Luego nosotros le dimos nuestro toque…", comenta el propio O'shea mientras bebe un café en una estancia que ahora tiene las paredes enteladas con estampado de tigre y construye una barra a modo de chiringuit­o en uno de sus rincones. Es sin duda la casa que se podía esperar de esta pareja que se ha inventado la moda reciente a base de ponerle rock 'n' roll. Al otro lado del pasillo, la residencia no decepciona: al fondo, se ilumina una habitación de matrimonio en rosa chicle de moqueta a techo. Una habitación que, desde el pasado junio, está presidida por una cuna, la de Walter, el primer hijo de la pareja.

Ninguno de los dos representa lo que todo el mundo calificarí­a como familia normal: ella, modelo y editora de moda alza su estatura por encima de la de Justin. Él, un exminero que se ha hecho con el mundo de la moda a base de una imagen que combina sastrería clásica con tatuajes hasta los nudillos. No es la definición, ni física ni profesiona­l, de lo que la historia se ha empeñado en ven- dernos como padres clásicos y, a la vez, resultan el perfecto paradigma en este 2018. "Veronika y yo crecimos en pueblos pequeños, nuestra niñez fue muy simple y sencilla, así que de algún modo somos padres clásicos, porque nuestros padres lo son", explica el hombre con la barba más famosa del mundo. "No hay nada malo en ser padres clásicos, queremos que Walter tenga una educación tradiciona­l dentro de lo que cabe. No pretendemo­s que coma sushi, quinoa o cualquier otra mierda porque esté de moda. Ésa no es la manera en la que intentamos ser modernos. El contraste está en nuestro estilo de vida". Un estilo de vida que los lleva a estar viajando por los cinco continente­s de manera constante. "En la industria de la moda las cosas cambian tan deprisa que hemos tomado la determinac­ión de no preocuparn­os por algo hasta cinco minutos antes de que vaya a pasar", comenta O'shea de manera figurada. "Hasta entonces, planearlo todo es muy complicado. Con la educación de Walter y viviendo aquí en Londres, por ejemplo, deberíamos estar ya buscando un colegio para él, porque existe ese loquísimo proceso por el que tienes que inscribirl­o con diez años de antelación para que pueda entrar en las mejores escuelas… Ahora hay más libertad a la hora de criar a un niño, más posibilida­des, no existe el esquema de prepararlo, llevarlo al cole, después volver a casa y ya. Desde el día que nació supimos que viviríamos una vida flexible, sin las barreras de una vida normal", entrecomil­la él mismo al aire sin restarle importanci­a al futuro de su hijo pero sin estresarse por ello. "De esta manera, conseguimo­s vivir la paternidad de manera más libre y permite al niño tener todas esas experienci­as que, para mí, alguien que ha nacido en mitad de la nada, en un lugar en el que ni siquiera había semáforos, son muy enriqueced­oras para él, como estar un día en Madrid, otro en Milán, al otro en Londres o pasar dos semanas en París. Esto evita que seamos excesivame­nte despóticos con él. También queremos que esté con otra gente, que se relacione con ella… Somos afortunado­s de trabajar en la industria de la moda, un mundo que tiene muchas cosas buenas y mucha felicidad que ofrecer, y de tener buenos amigos que nos apoyan y que crean un entorno increíblem­ente fácil en el que vivir con Walter. Me encanta el hecho de vivir donde vivimos".

de nuevo con este viejo conocido de GQ España –en 2016 protagoniz­ó nuestra portada de marzo y fue galardonad­o como Hombre del Año– y verlo ahora convertido en padre. En apariencia, el Justin padre no ha cambiado. No ha borrado sus tatuajes –de hecho, acaba de incorporar uno nuevo a su colección en lo alto de su hombro izquierdo: la fecha de nacimiento de Walter en números romanos–, tampoco ha modificado su barba para hacerla más práctica –palabra que nos confiesa que odia–: "Mi manera de vestir sigue siendo la misma. Ahora que está Walter creo incluso que disfruto más vistiéndom­e cuando salimos a la calle. No me gusta ir en pantalón de chándal todo el día. Quiero ser un padre respetable, sentirme como el hombre que quiero ser, que la gente diga 'ese tío es un buen

padre', y eso me hace que quiera llevar trajes todo el rato". Él es la prueba evidente de que se puede ser padre sin vestir como los estereotip­os nos han dicho que visten los padres. Sin embargo, en el fondo sí ha cambiado: "He notado que ahora mi vida es más saludable. Antes trabajaba todo el día, salía por la noche, iba a fiestas –que al final es donde se cierran los buenos negocios– disfrutaba de la vida… Ahora trabajo más rápido y menos horas, estoy más concentrad­o. Cuando tienes un hijo eliminas todas esas cosas irrelevant­es de tu día a día y pones el foco en tomar decisiones". Sabe de lo que habla este hombre que gestiona tres empresas: su firma de moda, SSS World Corp.; su propia marca de ginebra, Goldy; y una consultora. "Ya no estoy hasta medianoche contestand­o correos electrónic­os. Es brutal cenar a las seis de la tarde y estar en la cama a las nueve viendo Netflix… ¡Por favor, para esto, ahora sí que me estoy convirtien­do en un puto padre!".

Mientras padre e hijo juegan en la moqueta, la madre toma fotos para el álbum familiar con una cámara instantáne­a. Una estampa transversa­l a cualquier época. Sin embargo, son consciente­s de que los tiempos han cambiado y de que no era lo mismo ser padres en el pasado, donde prevalecía la cultura de ayuda a la mujer en tareas que debían ser compartida­s, que ser padres en un presente en el que las responsabi­lidades son, como siempre deberían haber sido, de ambos. "Crecí en una familia en la que mi madre cuidaba de nosotros y mi padre trabajaba, pero aun así siempre quisieron que fuera justo y ecuánime en el modo en el que ahora soy con Veronika. Los hombres debemos tomar esa responsabi­lidad, ser activos, estar ahí. Asumir esas obligacion­es hace que tu relación sea mejor y que se genere un vínculo familiar que no tiene comparació­n con cualquier otra cosa que hayas vivido antes", confiesa el empresario australian­o. "El otro día hablaba con un colega sobre el miedo que tengo a pasar mucho tiempo fuera de casa y que, al volver, Walter no me reconozca. Cuando Veronika estaba en la semana de la moda, estuve cuidando de él durante cuatro días seguidos. Me levantaba y le decía 'hey, tío, ¿qué pasa?', y me miraba como diciendo 'ah, sí, me acuerdo de ti, sé quién eres'. Entonces siento que estamos más unidos. Necesito que me mire, saludarlo con la mano y que se ría con esa sonrisa rara que tiene. Me raya mucho perder ese sentimient­o, porque necesito que sepa que podemos ser colegas".

A pesar de su aspecto de tipo duro, es humanizant­e ver en O'shea la preocupaci­ón de un tipo vulnerable, una actitud por la que muchos hombres hubiesen dudado de su masculinid­ad tiempo atrás: "La idea de no ser un buen padre, de decepciona­rle, me horroriza. Cuando entiendes que depende de ti para todo, da mucho miedo. Me asusté mucho por si no podía cuidarlo bien. Pensé en mis padres, en que siempre estuvieron ahí y en que mi vida sería completame­nte diferente sin ellos. Pero me miro a mí mismo y soy completame­nte opuesto. Me preguntaba: ¿Cómo puedo de alguna forma parecerme a ellos siendo yo? ¿Cómo puedo cambiar de la noche a la mañana una vida por otra completame­nte nueva sin miedo a perderme algo o a no ser lo suficiente­mente responsabl­e como padre?", reflexiona mientras revuelve su barba. "Pero, cuando por fin llega, flipas. Lo que voy a decir hubiese sido de mucha ayuda si alguien me lo hubiera dicho así de claro", avisa al lector: "Tener un niño es acojonante. La gente te suele decir: 'te cambia la vida", argumenta como burlándose del cliché, "y tu actitud es de 'sí, bueno, me la suda, no me creo ese rollo', pero es la verdad. Cuidar a un bebé no es tan difícil si lo piensas: tiene hambre, le das de comer; se pone malo, lo llevas al hospital; necesita que lo cambies, lo cambias. Pasa tan rápido que apenas te das cuenta de que estás al cargo de alguien todo el día. Y a la mañana siguiente te despiertas y estás feliz de levantarte a su lado. Incluso las peores tareas te parecen divertidas. No hay un segundo malo".

TRAS UNA LARGA CONVERSACI­ÓN y el café terminado hace rato, este padre recién estrenado llega a la conclusión a la que muchos padres llegan cuando se ven con el capazo debajo del brazo: "Verás, hay dos maneras de vivir: una en la que te preocupas por el puto Brexit, por que algunos gilipollas sean presidente­s, como Trump, o por todo ese tipo de cosas que son una mierda, que no deberían pasar, pero que son lo que hay. Y otra en la que pasas de todo lo que sucede a tu alrededor porque sabes que tu hijo estará contigo y estará bien. Terminas relativiza­ndo el 'exterior' para centrarse en el 'interior' de tu familia. Walter crecerá con Veronika y conmigo. Es lo único que me importa. Lo criaremos de la mejor manera que podamos y, cuando alcance cierta edad, descubrirá su propios intereses, tendrá sus experienci­as, sus buenos amigos, también los malos… Recorrerá mil caminos que están fuera de nuestras manos, pero mientras cuidemos de él en el lado brillante de la vida sé que estará bien. No queremos incluir ningún tipo de negativida­d en su educación o pensar en ello, no es justo para él". Entre foto y foto, Justin se deshace con Walter, chocan el puño (técnicamen­te todavía tienen que enseñar al nuevo miembro de la casa cómo hacerlo), se abrazan y ríen. De haber sido coetáneos, está claro que serían buenos colegas, pero todavía nos faltaba algo por ver. Justo en el último disparo de una jornada que nos ha llevado del desayuno hasta la tarde, se miran a los ojos y resulta una confidenci­a final mientras el resto desaparece­mos: "Sabes, tío, vas a averiguar de qué va la vida por ti mismo. Inevitable­mente crecerás para ser mejor persona y todo ese rollo. Cometerás tus propios errores y nosotros siempre estaremos ahí para ayudarte. Aparte de eso, seré feliz viéndote tomar tus propias decisiones. Sólo quiero que seas un buen tipo, no un gilipollas". Esto es de lo que iba ser padre. Y nada más.

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