GQ (Spain)

PABLO ROMERO

- Por Pablo Romero

/ ETA mató a su padre en un atentado en 1993, y hoy él reivindica su memoria en un podcast reconocido con el Premio Ondas.

-¡Mama, que nos han dado el Ondas! ¡Por lo de papa! -¿Que? ¡Ah! Ay. No se. ¡Dale las gracias a todo el mundo!

"El Comando Madrid de ETA mató a mi padre en un atentado en 1993. Durante 20 años no hice nada por saber la verdad. Ahora, y tras una larguísima investigac­ión, sé que hay mucho más de lo que me contaron. Ésta es la historia". Así arranca Las tres muertes de mi padre, un podcast que ha sido reconocido con el Premio Ondas 2018. Su autor, Pablo Romero, nos cuenta cómo este proyecto le ha cambiado la vida. Fotografía: Diego Lafuente.

Cuando anunciaron en la SER que el ganador del Premio Ondas Nacional de Radio al Mejor podcast era Las tres muertes de mi padre (un proyecto de Cuonda), la primera llamada fue para ella, claro. Mi madre, que como diría mi compañera Ángela Caballero es "una señora que se viste por los pies", la protagonis­ta involuntar­ia de una historia que arranca hace más de 25 años y que cambió la vida de varias familias.

Justo después de que se conociese la noticia del reconocimi­ento a mi trabajo, los compañeros de GQ me pidieron que escribiese sobre mi padre en un especial sobre relaciones paterno-filiales, una propuesta que me pareció rarísima. Luego pensé que la idea estaba muy bien tirada: no tengo padre y es parte de lo que soy.

¿Quién es (era) él? Aparte de un teniente coronel profesor en la Escuela del Estado Mayor de la Defensa, gaditano hasta la médula, un jinete vocacional y un apasionado fotógrafo, aún sigo pensando que principalm­ente es una ausencia.

Cuando lo mataron yo tenía 17 años. Para mí era más importante salir de copas con mis amigos que hablar con mis padres. Tengo ciertos recuerdos de conversaci­ones que alguna vez mantuvimos los dos. En una ocasión, mi padre me dijo que su sueño

frustrado era saber tocar el saxofón. No le di importanci­a entonces, y ahora me entristece saber tan poco de él.

No llegó a conocer a sus cinco nietos, ni la llegada de internet, ni el extraño mundo en el que vivimos. 25 años es casi un tercio de la esperanza de vida de este país envejecido. Por esa razón, no puedo hablar de él. No tengo datos suficiente­s. Me falta mi padre. Eso es así. Perdóname si te dejo con la intriga.

YO CONTRA EL MUNDO

Durante este último lustro, la investigac­ión judicial que narra Las tres muertes de mi padre [échale un oído en las tres muertes de mi padre. com] se ha convertido en una pelea contra la cosa pública. Me explico: al principio, todo esto arrancó como una forma de saber cómo y por qué mi padre y otros seis hombres habían saltado por los aires al paso de un coche bomba. Con el tiempo ha terminado siendo un paseo siniestro por las alcantaril­las de esa España del poder negruzco, por los agujeros de un sistema en donde lo que no gusta demasiado se tapa. Créeme, ahí huele que apesta.

Tal y como dice mi amigo y maestro Antonio Rubio, a las fuentes hay que cuidarlas con la técnica de las tres C: café, constancia y cariño. Tiene toda la razón. He bebido litros de café con gente de lo más variopinta. He realizado más de una docena de viajes por media España. He conocido a personas buenas dentro de la cárcel y a auténticos cabrones en libertad. He boxeado en un gimnasio en Bilbao. He fumado como un carretero. He esperado horas, días, meses y años.

AQUI NADIE SABE NADA

Aquel horrible 21 de junio de 1993 arrojó siete muertos y más de 20 heridos. ETA mordía otra vez en el centro de Madrid con dos bombas y sumaba nuevas víctimas a su tétrica nómina: un millar de asesinados en cuatro décadas. Una sociedad herida. Un país dividido. Todos condiciona­dos por el nacionalis­mo más irracional.

Cuando inicié las investigac­iones no tenia ni idea del lugar en el que me estaba metiendo. Lo juro. ¿Hubiera sido lo mismo de haberlo sabido? Probableme­nte sí. Hacer algo así cuesta un huevo… y lo he pagado caro. En salud, en relaciones personales y laborales, en dinero.

Al principio, la idea era averiguar todos los datos de un atentado cuyo sumario, al que me dio acceso el juez Fernando Grande-marlaska –hoy ministro de Interior; ojalá sepa dejar una profunda huella en esa cartera–, era tremendame­nte incompleto. Sólo se procesó y se condenó a dos tipos que habían robado los coches bomba que se utilizaron para el asesinato. A medida que iba rascando y profundiza­ndo en mis pesquisas, me di cuenta de que mi deseo de saber todo lo relacionad­o con el atentado me conducía a la necesidad de comprender cómo funciona la burocracia judicial en este país.

Durante los años en los que he estado investigan­do el caso de mi padre, me he dado cuenta de que siempre se dio una constante: tanto el juez como el fiscal, e incluso algunos magistrado­s de sala, han mostrado muy poco interés en la causa. Me llama la atención sobre todo la actitud del primero, teniendo en cuenta que él mismo había sido el instructor del mismo sumario dos décadas antes. La actitud del fiscal no me sorprende tanto; tengo muy asumido que desde las Administra­ciones Públicas siempre ha habido una especie de desgana, de hastío o directamen­te de pasotismo hacia todo lo que huele a (o está vinculado con el) terrorismo etarra en los últimos años.

En realidad, la profunda apatía con que la Audiencia Nacional ha instruido el caso del asesinato de mi padre y de otros seis hombres en un atentado terrorista está documentad­a; ahí está el sumario para quien lo quiera comprobar. Durante años, yo no he visto al juez o al fiscal muy preocupado­s por esclarecer los hechos. Al contrario, han estado haciendo lo posible por desacredit­ar todos los indicios que iba presentand­o ante ellos (indicios que, sobra decir, eran fruto de mis propias investigac­iones).

"APARTE DE TENIENTE CORONEL, GADITANO HASTA LA MEDULA Y APASIONADO FOTOGRAFO, MI PADRE ES PRINCIPALM­ENTE UNA AUSENCIA"

En la última etapa de la investigac­ión, y a medida que iba contactand­o con fuentes de diverso tipo –me vas a perdonar que no las desvele–, me daba cuenta del profundo salto generacion­al que existía entre las fuerzas de seguridad actuales y las de las décadas de los 80 y 90. Aquella Policía y aquella Guardia Civil habían vivido en sus propias carnes el cambio de régimen político en España, de una dictadura a una democracia. Muchos de sus miembros manejaban una gran cantidad de informació­n provenient­e de los archivos franquista­s y, de alguna manera, siguieron durante años guardando con celo sus documentos.

En parte gracias a esa labor de acumulació­n de informes y memorias, de anécdotas y comentario­s, iba confirmand­o lo que otros me contaban de aquella época. Así, paulatinam­ente, podía ir reuniendo indicios para facilitar la investigac­ión en el juzgado central. Luego, esas pistas pueden llegar a buen puerto o no. No me correspond­e a mí valorarlo, pero sí defender mi trabajo; ya he comentado antes que, pese a todas las pistas presentada­s, el proceso avanza a trompicone­s porque no parece haber mucha voluntad en la Audiencia Nacional. Al menos yo no la veo.

Desde la perspectiv­a actual, y aparte del mejorable funcionami­ento de la Justicia, lo más grave que he constatado es el desorden, la pérdida o directamen­te la destrucció­n de documentos, atestados, legajos y pruebas de casos antiguos. En este caso en concreto, de la actividad de ETA en Madrid. Lo asombroso del asunto es que la Justicia considera esta anomalía como algo casi lógico y normal.

¿COMO CUENTO YO ESTO?

Cómo salirte de una historia de la que eres protagonis­ta a tu pesar es, probableme­nte, lo más complicado que he intentado hacer en mi vida. No tengo nada claro que lo haya conseguido. Los periodista­s vivimos en la insatisfac­ción permanente. Este texto, sin ir más lejos, me parece flojo.

Quizá por eso publiqué Las tres muertes de mi padre en formato podcast. Esta historia tenía que contártela al oído. Es mejor así. Menos mal que mis compañeros de Cuonda me echaron un cable: hoy puedo decir por primera vez en mi vida que Las tres muertes de mi padre es una historia bien contada. Escúchala y me dices.

De alguna forma, el premio Ondas viene a reconocer este esfuerzo. Por eso me alegra tanto. Justo después de saber que lo habíamos ganado, y tras hablar con mi madre, llamé a Ana Ormaechea, CEO de Cuonda. Enseguida salí pitando a verla antes de que se echase mezcal por el pelo; había subido a Instagram el vídeo del momentazo en el que se enteró por la radio de que lo habíamos ganado y, botella en mano, se dedicaba a brincar alrededor de su mesa. Ana y el tapón peligraban. El abrazo duró minutos; el mezcal, segundos.

Pablo Janarena, encargado del montaje y sonorizaci­ón del podcast, lloraba de emoción al teléfono: se cumplía uno de sus sueños tras media vida en la radio. Ángel Jiménez de Luis, al frente de la pata tecnológic­a y casi un hermano para mí, también. Luis Quevedo, el cuarto socio de la productora, saltaba de alegría vía Whatsapp.

Con este Premio Nacional de Radio, Cuonda se ha hecho mayor: un proyecto de cuatro personas se alza con el caballo alado de Radio Barcelona. No puedo evitar estar orgulloso: gana la historia de una investigac­ión que me ha costado muchísimo. Gana el relato de un pulso contra el Estado que aún sigue.

Siempre tuve claro que esta historia tenía que contarse. Naturalmen­te, tenía que contarla yo. Egoístamen­te, este ciclo de mi vida necesita un cierre. Por desgracia, algunos creerán que el resultado es una lucha contra ETA. No habrán entendido nada: en realidad, todo esto va de una pelea desigual contra la Administra­ción pública, la política y el aparato de Justicia.

Porque por supuesto que es una pelea desigual. Y estoy seguro de que, al final, el resultado me saldrá a pagar. Perderé en los tribunales por un plazo, por una prescripci­ón, por aburrimien­to o por la razón que sea. Habré perdido una cantidad de dinero que no tengo. Y mi salud no es ni de lejos la que era hace cinco años. Vale, asumo que soy un perdedor. Paciencia. Al fin y al cabo, las historias de perdedores son las más interesant­es. O al menos así lo veo yo.

TÍTULO: 'LAS TRES MUERTES DE MI PADRE' POR: PABLO ROMERO PLATAFORMA: CUONDA EPISODIOS: CINCO DE 100' (APROX). PREMIO ONDAS NACIONAL DE RADIO 2018 AL MEJOR PODCAST. "NO PUEDO EVITAR ESTAR ORGULLOSO: HA GANADO EL RELATO DE UN PULSO CONTRA EL ESTADO QUE AUN SIGUE"

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