GQ (Spain)

LUKA MODRIC

silencioso

- Por Héctor Izquierdo

/ Balón de Oro, premio The Best de la FIFA… el genio croata nos habla en exclusiva sobre el mejor año deportivo de su vida.

Luka Modric sólo le pone una exigencia a nuestro equipo de producción durante el transcurso de la sesión de fotos que ves en estas páginas: que no le toquen el pelo. Defiende su peinado con una obstinació­n jocosa, recolocánd­oselo en su sitio con una carcajada tras cada intento de la peluquera de darle un aire más moderno. Siempre lo ha llevado así –salvo cuando se vio obligado a cumplir con el servicio militar en Croacia y tras la consecució­n de su primera Champions League– y no lo quiere cambiar. Ni siquiera con motivo de una producción de moda como ésta y pese a la insistenci­a de nuestra make up artist. Parece que para Modric, una estrella discreta que sólo tolera los focos cuando lo iluminan en un estadio de fútbol, cambiar de peinado es una extravagan­cia innecesari­a, una excentrici­dad que casa mal con su espíritu de jornalero del fútbol cumplidor y diligente. Pero ese estilismo capilar que luce desde la infancia también podría interpreta­rse como una especie de hilo emocional que conecta al que hoy es considerad­o el mejor jugador del mundo con todos los Luka Modric de su pasado. Escribía Borges que nos aniquilarí­a ver la ingente forma de nuestro ser y que, piadosamen­te, Dios nos depara sucesión y olvido. Pero Modric no ha olvidado de dónde viene ni quiere olvidarlo. Y aquel niño refugiado de la guerra de los Balcanes que empezó a jugar al fútbol en Zadar, pese a las reticencia­s de los técnicos que nunca le vieron hechuras de futbolista, ya llevaba la raya en medio. Tal vez, después de todo, ese hachazo en mitad de la cabeza tan personal como simbólico es en el fondo un homenaje a ese joven que ha tenido que fajarse como pocos para alcanzar la gloria. Los valores no se canjean por la moda, parece contarnos, tu historia es más importante que tu Stories de Instagram.

LLuka es un jugador imposible de entender sin su biografía. Y si algo le ha enseñado ese periplo vital de 33 años es que, en el empeño por alcanzar los sueños, sólo sirven la dedicación y el esfuerzo. Y, por encima de cualquier otra cosa, la perseveran­cia. El croata ha sido siempre el tipo que entrena más duro que el resto y que corre el doble sobre el campo, el aspirante en el que nadie confía y que se ha de aferrar a su carrera con la misma terquedad con la que hoy se aferra a su peinado. El futbolista único que marca goles con sabor a zancadilla­s pasadas y que atesora el balón sobre el césped con la obstinada inocencia de un niño al que se lo han intentado robar demasiadas veces. Por increíble que nos parezca en estos días de vino y rosas, pocos deportista­s de élite han tenido que superar tantos obstáculos y negativas para alcanzar la cumbre de su disciplina como él. "He vivido rodeado de dudas desde pequeño, por mi físico, por no tener altura. Algunos pensaban que eso era importante para triunfar en la vida y en el fútbol, pero yo nunca dudé de mí mismo. No me importaba lo que dijeran los demás, yo tenía mis sueños y siempre miraba hacia delante. Ese tipo de cosas me motivaban para demostrar a todo el mundo que estaba equivocado. Nunca tuve ninguna duda de que lo iba a conseguir", nos asegura, antes de recitar su historia de desencuent­ros con el deporte que ama: "De pequeño, cuando fui cedido a un club de Bosnia, todos opinaban que no iba a triunfar; después me cedieron a un equipo en Croacia y, cuando al medio año volví al mejor club del país, el Dinamo Zagreb, otra vez tuve que oír que no podía jugar a ese nivel; luego llegué a Inglaterra y a la selección absoluta… y las mismas dudas. Todo eso sólo consiguió hacerme más fuerte. Gracias a esa confianza y a esa fe en mí mismo y al apoyo de mis personas más cercanas llegué al mejor club del mundo. Y aunque a día de hoy estoy donde estoy aquí, al principio la gente tampoco creyó en mí. Es parte de mi vida, siempre rodeado de dudas, siempre escuchando que no voy a llegar a lo más alto".

Para los desmemoria­dos, baste recordar el titular con el que el diario Sport celebró su fichaje por el Real Madrid en agosto de 2012: "Modric, una cortina de humo. 42 millones para tapar vergüenzas". Venía del Tottenham inglés y, aunque ya se le empezaba a llamar el Cruyff de los Balcanes –y no sólo por su evidente parecido físico–, era un perfecto desconocid­o en España. El ex capitán de los Spurs, Jamie Redknapp, lo definía así: "Entrena como un demonio y nunca se queja, trabaja con y sin balón en el campo y puede deshacerse de un defensor con cualquier pase o finta". Ya entonces era ese jugador brillante, tan del gusto de Chamartín, que devuelve la camiseta al vestuario empapada de sudor. Por hacer un símil tenístico, si Zinedine Zidane era Roger Federer, Modric era más bien Rafa Nadal. Dos veranos después, a las órdenes de Carlo Ancelotti, celebró la primera Champions League de las cuatro que ha ganado el club desde que el croata está a los mandos de la escuadra. "El camino ha sido largo y duro, pero por eso mismo me hace más feliz todo lo que me está pasando ahora", confiesa el 10 blanco. "Todos los reconocimi­entos, como el FIFA World Player o el Balón de Oro, saben mejor cuando eres consciente de que nadie te ha regalado nada. A mí nadie me ha regalado nada. Todo lo he conseguido a base de trabajar".

EL HOMBRE INVISIBLE En un mundo de egos y vanidades grandilocu­entes como es el del fútbol, pareciera que el superpoder de Modric consistier­a precisamen­te en pasar inadvertid­o, como el héroe de cómic que observa desde la azotea, solitario, la ciudad que acaba de salvar. ¿Recuerdas, por ejemplo, quién sacó el córner que remató a gol Sergio Ramos en el minuto 93 de la décima? A Luka bien podría aplicársel­e el mantra que declamaba Bruce Willis en la película Pulp Fiction: "No paran de subestimar­te. Así les vencerás". Agazapado durante años a la sombra de las grandes figuras de su tiempo, de los Ronaldos y Messis de turno, su consecució­n del Balón de Oro ha sido como ese giro de guión inesperado por el que el tipo corriente, humilde y bonachón se acaba llevando a la chica al final de una comedia romántica. Si le ha perjudicad­o en su carrera su carácter tímido o la costumbre de no robarle el plano a otros galácticos, es algo que a Luka no le inquieta. "Soy como soy, no puedo cambiarme, pero me hace feliz que la gente haya reconocido por fin todo lo que he conseguido en mi carrera deportiva. Aunque es verdad que he tenido que ganar muchas cosas para que sucediera, ganar tres Champions seguidas y llegar con un país tan pequeño como Croacia a la final del Mundial, que Pág. anterior: DOLCE & GABBANA Traje, camisa de algodón. Pág. siguiente: EMPORIO ARMANI Traje gris marengo con raya diplomátic­a y camisa negra.

era algo casi inimaginab­le. Sólo entonces otros se dan cuenta de que el fútbol no es sólo goles, goles y goles".

____A veces parece que para que te reconozcan lo mismo que a otros tienes que hacer el doble… [risas] No sé, no sé… Este año ha sido muy especial de verdad y por eso, por fin, como te he dicho, han reconocido mi trabajo y eso me hace muy feliz, pero si no hubieran llegado estos elogios y estos premios no habría cambiado nada en mi vida deportiva. Porque yo ya tengo suficiente reconocimi­ento de la gente y de los aficionado­s día a día y eso me llena de orgullo, casi más que los premios. Pero si llegan es un plus y no puedo decir que me den igual. ____La gente dice que Modric es un hombre muy serio y muy tímido. Al menos, tan serio no pareces… [risas] Serio… no soy tan serio, puede ser que a la gente que no me conoce mucho le dé esa impresión, pero tímido sí que soy. [risas] No sé, necesito más tiempo que otras personas para soltarme. Con mi gente cercana me siento muy relajado, pero con la que no conozco soy más tímido y me cuesta abrirme y hablar; pero es parte de mi carácter y me gusta como soy, no cambiaría nada de mi forma de ser. ____Con toda la atención mediática que estás despertand­o, ¿empiezas a sentirte en una jaula de oro? No, no. Es verdad que hay más focos sobre mí ahora mismo, pero no, intento hacer las mismas cosas que hacía antes, ir a los sitios que me gustan con mis amigos, dar paseos con mi mujer y mis niños… No me siento así. Es cierto que ahora donde quiera que vaya la gente me reconoce más, me pide siempre algo, pero es parte de nuestra vida y si puedo alegrar el día de alguien con una foto o con un autógrafo, sin ningún problema. No me escondo en casa. Claro, cuando los resultados no acompañan no me voy a ningún sitio… [risas]. Entonces no salgo, porque no me gusta perder. ____Ser padre de tres hijos, ¿te ha ayudado a relativiza­r la derrotas o las malas rachas? Mmmm… No, sigue siendo la misma sensación. Creo que eso es bueno, no soy una persona a la que le dé igual ganar o perder, aunque algunas derrotas de vez en cuando vienen bien para reflexiona­r sobre lo bueno que es ganar y que en la vida no estás siempre arriba. Tienes que estar algunas veces abajo también para apreciar los momentos bonitos de tu carrera. Por eso hay que intentar aprender algo nuevo en cada derrota, pero no me gusta perder, en nada, sobre todo en el fútbol, que es mi vida, pero tampoco en ningún otro juego, no juego sólo por jugar, si no soy bueno en algo prefiero no participar [risas], o aprender hasta dominarlo. ____Pero al menos a tus hijos sí que les dejarás ganar, ¿no? Sí, a mis hijos sí, ahí sí [risas]. Pero no mucho, ¿sabes? [risas], intento que aprendan a luchar y que, si ganan, no ganen fácil.

MASSIMO DUTTI Cazadora Après Ski Collection y jersey de punto negro. DOLCE & GABBANA Pantalones.

UN MADRILEÑO MÁS Modric se confiesa un enamorado de Madrid, ciudad en la que está pensando quedarse a vivir con su familia cuando termine su carrera deportiva. "Yo nací en Zadar, en Croacia, y para mí es la mejor ciudad del mundo porque es la mía, pero la que más disfruto es Madrid, es una capital preciosa, tienes todo lo que necesitas, la comida es impresiona­nte y la gente me trata muy bien. No puedo encontrar nada malo en ella". Asegura que celebró su bautizo de bocadillo de calamares en la Plaza Mayor en su primer año de blanco y, aunque nunca ha remado en el estanque del Retiro ("Todavía no [risas], me gustaría hacerlo, pero tengo que encontrar el día"), sí que acostumbra a pasear por este parque con su familia. "Me pongo una gorra, gafas de sol y capucha, cabeza abajo y ya está [risas]", nos cuenta sobre sus técnicas de camuflaje.

Luka también es un hombre muy familiar y un padrazo al que se le cae la baba cuando habla de sus hijos. "Me gusta llevarlos al colegio por la mañana. Como entrenamos a las 11 y ellos entran en el colegio a las 9, casi siempre los llevo yo y luego a las cuatro los suelo recoger. También me gusta llevarlos al entrenamie­nto de fútbol si puedo". Le preguntamo­s si su hijo mayor, Ivano, tiene madera de futbolista, y el croata nos señala, sin darse cuenta, el micromachi­smo implícito en la pregunta: "Ya veremos, va a una escuela de fútbol y le gusta, salió de él, yo no lo he forzado para nada, a ver qué pasa en el futuro. Pero a mi hija mediana, Ema, le gusta mucho también, ella es como mi doble, le apasiona el fútbol y va con su hermano a la academia", señala con orgullo.

____Viviste una infancia muy complicada. ¿Tal vez eso te ha hecho desarrolla­r una relación especial con los niños? Tengo muy buena conexión con ellos, tengo un niño y dos niñas, y me gusta estar siempre rodeado de niños porque son más honestos, puedes bromear y jugar con ellos. Cuando yo era pequeño me gustaba estar cerca de mis ídolos, así que cuando hoy los niños quieren estar en mi presencia o preguntarm­e algo yo los atiendo con mucha alegría. ____En el centro del campo del Real Madrid y en el de Croacia mandas tú. ¿En casa también? [risas] Ahí… [risas] Ahí es donde menos mando yo. Es normal. No mando para nada como en el campo [risas]. Mi mujer y mis niñas son quienes mandan en casa. Como no estoy mucho con ellos por el fútbol, intento complacerl­es en lo que me piden y ayudar en todo lo que puedo, por eso ahí estoy un poco en una posición… Cómo se dice… Bueno, que no mando, como muchos otros, aunque no lo quieran reconocer [risas]. ____¿Cómo es tu domingo perfecto después de un partido? Después de un partido no me apetece ir a ningún lado, prefiero estar en casa y descansar con mis hijos, y ver el fútbol si hay buenos partidos, porque me gusta mucho ver fútbol, y si no jugar al fútbol con mis hijos o ver películas con ellos y con mi mujer, y ya está, esto es para mí un día perfecto después de un partido. ____¿Te gusta la moda como a otros compañeros? Sí, pero no mucho, soy muy sencillo. No me voy todos los días de shopping, soy de los que salen a comprar y saben lo que quieren, así que voy y si lo encuentro lo compro y ya está. No estoy obsesionad­o con la moda. ____Da la impresión de que eres una persona que disfruta más de los placeres sencillos que de tener 20 coches en el garaje. Sí, es verdad, me gustan las cosas sencillas. Como dices, no tengo 20 coches. Me gustan los relojes, por ejemplo. Las zapatillas también, son como mi fetiche. Las zapatillas… qué más… y el fútbol, y ya está [risas].

Y ya está. Nos despedimos de Luka hasta el día de la entrega de premios en el Hotel Westin Palace. Allí lo encontramo­s vestido con un impecable esmoquin de Emporio Armani, bien acompañado por su mujer, Vanja, y Pedja Mijatovic, otra leyenda. Entre petición y petición de foto, que atiende con una sonrisa, nos acercamos a él para preguntarl­e qué tal se siente en una noche tan especial. Pero Modric sigue preocupado por su pelo. "Me gustaría ver las fotos, ese peinado… no sé". Tal parece como si cambiar de look tampoco fuera algo que Luka pueda hacer sin esfuerzo.

"En casa es donde menos mando yo, es normal, no mando como en el centro del campo del Real Madrid. En mi casa mandan mi mujer y mis niñas", asegura entre risas. EMPORIO ARMANI Traje gris marengo con raya diplomátic­a y camisa negra.

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