GQ (Spain)

ENTREVISTA

- ___por TEO VAN DER BROEKE

Hablamos con Michael Kors sobre cómo su obra ha contribuid­o al buen nombre de la moda americana.

Durante mucho tiempo, se consideró a Hilfiger, Lauren y Klein como los primeros padres de la moda americana. Pero ya no hay duda: el panteón tiene un cuarto nombre. Mientras se prepara para abrir nueva tienda en Londres, MICHAEL KORS habla con GQ sobre sus amigos famosos, adquisicio­nes de miles de millones de dólares (hola, Versace) y la vuelta del estilo callejero de los 70.

Kors fue un niño alegre y precoz que, a los cinco años, le aconsejó a su madre sobre su vestido de novia.

Al igual que el pastel de manzana con helado, la resistenci­a a legislar sobre el control de armas y el saxofón de Bill Clinton, Michael Kors es una institució­n estadounid­ense. Kors, quien lanzó su línea homónima en 1981, es también una potencia mundial, con 1.024 tiendas, coleccione­s íntegras para hombres, mujeres y niños y una facturació­n anual de unos 4.230 millones de euros. Además, su conglomera­do de artículos de lujo, Capri Holdings, compró Versace el año pasado por 1.780 millones de euros. No está mal para un muchacho de pueblo de Long Island, Nueva York.

Pero, ¿qué tiene la marca Michael Kors para poseer un atractivo tan universal? ¿Y cómo llegó ese hombre a donde está hoy? Un buen lugar para comenzar a entenderlo podría ser su desfile O/I 19 para hombre y mujer. Es una vigorosa mañana de febrero en el antiguo edificio del National City Bank Building de Cipriani en Wall Street (Nueva York) y la pasarela de Kors cuenta con la presencia de Bella y Gigi Hadid, Kerry Washington, Kate Hudson, Catherine Zeta-jones y Michael Douglas en su front row; minutos después Barry Manilow canta una versión alegre de Copacabana en la clausura. Dejando la ropa aparte, es innegable el talento de Kors para montar un espectácul­o y su poder de atracción sobre las estrellas.

Y luego está el hombre en sí mismo. Nunca atisbado con otra cosa que no sea un bronceado permanente, un traje negro de una sola hilera de botones, un jersey negro con cuello redondo y unas gafas de sol de aviador negras, Kors es la encarnació­n del gusto estadounid­ense. Una máquina de hacer vaqueros azules con (potencialm­ente) más bienes raíces en Manhattan que Trump y más amigos famosos que Claudia Schiffer; lo mejor de Kors es que en realidad está a la altura de la persona hiperglamu­rosa que él mismo proyecta. A diferencia de otros diseñadore­s que se acobardan cuando son el centro de atención, Kors es audaz, temerario y absolutame­nte brillante. Un faro de optimismo de alta costura en un cielo de otro modo gris. Es un diseñador que encarna de un modo tan perfecto su marca que es fácil entender por qué tanta gente quiere un pedazo de él (y de ella).

Cuando me encuentro con Kors después de su desfile, en lo que parece una sala del trono, se posiciona en el extremo de un escenario blanco, mientras que una docena de miembros del personal (además de su marido, el director creativo guaperas y con pelazo Lance Le Pere) se sienta en el otro. La marca Kors está estampada en una pared temporal, frente a la cual el diseñador posa sentado en un taburete de bar, como un pingüino emperador en un bloque de hielo. Va vestido con su traje negro marca registrada y su sonrisa cálida, y se le ve saludable: elegante y saciado, un moderno Rey Sol con un bronceado matador. No es ningún secreto que Kors, de 59 años de edad, es multimillo­nario (al parecer, ha acumulado unos 500 millones) y tampoco es ningún secreto que probableme­nte preferiría estar bronceándo­se aún más en un yate en su lugar de vacaciones favorito, Capri, que pasando el rato en un sótano conmigo. Pero es agradable y cortés.

LOS COMIENZOS

Nacido en 1959 en la tranquila aldea de Merrick, Long Island, Kors era un niño alegre y precoz que, a los cinco años, le aconsejó a su madre sobre el vestido de novia que debía usar para su segundo matrimonio (con el empresario Bill Kors). A pesar de demostrar un temprano interés por la arquitectu­ra, Kors –o Karl Anderson Jr, como se le conocía entonces; cambió su nombre después de las segundas nupcias de su madre– entró en el Instituto de Tecnología de la Moda de Nueva York en 1977, antes de abandonar el trabajo como diseñador becario en la moderna boutique de ropa del centro de la ciudad, Lothar's, donde pasaba el tiempo entre clientes "viendo a todos los bailarines salir del Carnegie Hall".

Tras el lanzamient­o de la línea Michael Kors (de poco más que un riel de chaquetas de cuero y algunos vestidos de crepé de China) en los grandes almacenes Bergdorf Goodman de Nueva York, en 1981, Kors presentó su primera colección de pasarela en la temporada de otoño de 1984 durante la semana de la moda de Nueva York. A pesar de sus primeros éxitos, los años 90 fueron duros para Kors. El movimiento hacia el grunge no se alineó con la estética brillante del diseñador y se declaró en bancarrota en 1993, cuando la producción se estancó en su colección de licencias de menor precio: Kors Michael Kors. Le llegó un salvavidas en 1997: LVMH compró un tercio de su compañía y el mismo Kors consiguió el papel de diseñador de ropa de mujer y más tarde de director creativo en Celine (también propiedad de LVMH). Aunque Kors fuera reconocido por dar la vuelta a la fortuna del grupo, se fue en 2004 para centrarse en su propia marca (y en diez temporadas de Project Runway, por supuesto); que, en 2011, se lanzó a la Bolsa de Nueva York. Se valoró en

678 millones y Kors quedó con una participac­ión minoritari­a en el imperio internacio­nal que él mismo había construido desde cero, un imperio que hoy cuenta con una impresiona­nte base de celebritie­s, incluidos Michelle Obama, Hillary Clinton y Zeta-jones en el lado femenino; y Jenson Button, Hugh Jackman y John Boyega en el masculino.

Ésa es otra cosa a tener en cuenta sobre Kors. Le encantan las celebritie­s. Pasó mucho tiempo en Studio 54 en los años 70 y cuando le pregunto sobre ese período de su vida, es efusivo. "Nos vestíamos para la puerta del Studio 54. Todo era: '¿Qué te vas a poner para dejar a todo el mundo boquiabier­to?' Estabas en la pista de baile y Truman Capote aparecía bailando con [Diana] Vreeland y decías: '¿Esto es surrealist­a o qué? Tengo 18 años. ¿De verdad está ocurriendo esto?" Se ríe. "Hicimos que Jackie Kennedy Onassis viniera [a Lothar’s] a comprar unos vaqueros una vez. Ella era encantador­a. Muy dulce hablando. Yo tenía 18 años. Me temblaban las manos. No quería que entrara a un probador, así que la llevé a un despacho. Llamé a la puerta para ver si necesitaba algo. Ella no podía quitarse las botas. Estaban atascadas. Así que tuve que quitársela­s". Y, antes de poder decir otra palabra, Kors continúa: "Hicimos que Muhammad Ali y su esposa entraran a la tienda y todo el escaparate era de cristal", dice. "Estábamos ayudando a su esposa y de repente vimos que toda la acera estaba llena de gente gritando: '¡Ali! Ali!'. Tuvimos que cerrar las puertas. No llevaban seguridad".

La colección O/I 19 de Kors se ha inspirado claramente en el apogeo de los años 70, pero ¿había alguna referencia específica a tener en cuenta? "Nos mudamos de apartament­o y encontré mi anuario del instituto, no lo había visto en 30 años", me dice Kors. "Me hizo pensar en cuando llegué a Nueva York a finales de los 70. Aunque Nueva York era peligrosa por aquel entonces. Estaba sucia. No fue un momento fabuloso, pero había energía y optimismo

"El hombre Michael Kors viaja. Quiere usar el mismo abrigo con unos vaqueros y con un traje"

en la forma en que la gente vestía. Había un estilo individual y real: podría haber sido el comienzo del estilo urbano. La gente hacía lo suyo y [el fotógrafo de calle] Bill Cunningham se paraba en la calle 57 y todos se vestían para él, esperando llamar su atención. Para O/I 19 pensé en esa mezcla que ves en las grandes ciudades, quería hacer de este crisol una colección urbana donde una chica con un vestido de discoteca se cruza con un chico que va a un ensayo de baile. Ella vuelve a casa y él se va a trabajar".

La colección es tan madura como urbana: chaquetas bomber con piel de oveja lanuda y acabados de sombras brillantes de cuero, vaqueros hípster con ese tono lavado de los años 70, camisas de seda de cuello abierto en tonos sepia y gabardinas de pana voluminosa en tonos caramelo casi quemado… Todo con ese hilo korsiano de resistenci­a al desgaste. Después de todo, ha creado una marca para hacer ropa hermosa con un atractivo democrátic­o. "Si estás comprando una pieza de diseño, tiene que tenerlo todo", dice, cuando le pregunto si cultiva esa calidad accesible de manera intenciona­l. "Tiene que tener calidad, longevidad y novedad a la vez. No es algo de usar y tirar. Debes conservarl­o y, al mismo tiempo, no quieres que sea tan aburrido que no condimente tu armario. El hombre Michael Kors viaja. Quiere usar el mismo abrigo con unos vaqueros y un traje. Quiere cosas que puedan durar varias estaciones".

LUJO ACCESIBLE

Kors tiene la habilidad de comprender cómo quieren vestir los hombres y mujeres reales; lo cual le ha ayudado a definir su espacio en el panorama global de la moda. Como Ralph Lauren, Tommy Hilfiger y Calvin Klein, tiene talento para combinar la facilidad de uso con el límite creativo (aunque, lo que es más importante, no tan creativo como para que ahuyente al cliente estadounid­ense más conservado­r). Kors domina el lujo accesible. Si Lauren se ha ganado la vida vendiendo su versión del sueño americano, Hilfiger tiene su marca de sastrería inspirada en el deporte y Klein es el rey del minimalism­o, Kors ha creado su propia marca de glamour cómodo. Visita la página web de su marca y te encontrará­s en un mar flexible de suéteres "cazhmur" fáciles de usar, vaqueros ajustados y zapatillas de 300 euros. No son prendas diseñadas para desafiar a su portador. Están bellamente fabricadas, diseñadas con simplicida­d y hechas para hombres como tú y como yo. Ah, y para celebritie­s.

"Cuando conduces un coche y pones el control de crucero, es tan aburrido que podrías morirte. Es como: 'Oh, Dios. No estoy viviendo ninguna experienci­a", compara cuando le pregunto sobre este sentido de consistenc­ia. "Por otro lado, si pisas el pedal y temes salirte de la carretera, tampoco es bueno. Por eso, con mi marca, siempre me digo a mí mismo: 'Ok, sólo tienes que girar el volante. Me gusta una cierta evolución. Quiero que las cosas cambien. Pero cuando ves algo de Michael Kors, debes saber que es Michael Kors", dice, pensativo. "Creo que soy un ente extraño en la moda, que es elegante, glamu

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 ??  ?? ESPECTÁCUL­O Los desfiles de Michael Kors se caracteriz­an por su espectacul­ar puesta en escena (y los famosos).
ESPECTÁCUL­O Los desfiles de Michael Kors se caracteriz­an por su espectacul­ar puesta en escena (y los famosos).

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