GQ (Spain)

ENTREVISTA

Has visto miles de veces a PELAYO DÍAZ y te has formado una opinión sobre él. Ahora ha llegado el momento de escuchar su versión de los hechos.

- ___por IAGO DAVILA

Olvida todo lo que te han dicho de Pelayo Díaz y escucha su versión de los hechos.

Pocas personas tienen el don de no dejar a nadie indiferent­e cada vez que aparece su nombre en una conversaci­ón. Hablamos de individuos controvert­idos, amados y odiados a partes iguales. Personajes públicos a los que se atribuyen historias fantástica­s, sobre los que se inventan rumores, de los que se habla en las portadas de las revistas y en las porterías de los edificios del Barrio de Salamanca. Nos referimos, por ejemplo, a Pelayo Díaz Zapico. La fama de Pelayo o, más bien, de @princepela­yo, atraviesa fronteras y generacion­es. Lo conocen al menos un millón de personas gracias a Instagram. Unos cuantos miles de espectador­es de Cámbiame. Otros tantos por las revistas del corazón, cuyas portadas ocupó tras su boda con el argentino Andy Mcdougall. Y hasta una señora que lo paró una vez por la Gran Vía. En los últimos 15 años, Pelayo ha conseguido desbancar al célebre reconquist­ador en el imaginario colectivo español. Nacido en Oviedo en 1986, hijo de un constructo­r y una funcionari­a, estudió Moda en Saint Martins y ha trabajado para y con algunas de las firmas más relevantes del lujo y la moda, desde Louis Vuitton a Uniqlo. Tras década y media en boca de todos, ha llegado el momento de callar y escuchar la versión de los hechos contada por él mismo: desde su infancia hasta el éxito de masas, pasando por Asturias, Londres y Madrid, por celeribiti­es en toples y jets de lujo, por amistades sonadas y por intimidade­s hasta ahora desconocid­as.

___GQ: Empecemos por el principio: ¿cómo fue tu infancia?

___Pelayo Díaz: Fui muy feliz. En el colegio lo pasé un poco mal, pero, cuando volvía a casa, mi familia era increíble. Me dieron una educación bastante severa, pero también me consintier­on los caprichos típicos de cualquier niño. Nada de lujos, pero muchos viajes, porque mis padres siempre quisieron que tuviese pasión por viajar.

___GQ: Decías que en el colegio lo pasaste mal… ___P. D.: Fui a un colegio religioso en el que era la oveja negra. Me puteaban, pero no me dejaba putear. Me han hecho bullying, pero nunca me he sentido vapuleado, porque yo las daba más fuertes. En el colegio tenías que jugar a ser un poco normal. Recuerdo llegar a clase y que ninguna de mis amigas me hablase porque una profesora les había dicho que me hiciesen el vacío para que estuviese más con los niños. Ése es el entorno del colegio en el que me crié, y eso provocaba que tuviese reacciones muy poco naturales.

___GQ: ¿En qué momento te das cuenta de que eres gay?

___P. D.: Siempre supe que era diferente, porque veía guapos a mis amigos. El resto sólo hablaba de niñas. En esa época habría agradecido que alguien me dijese que no me preocupase, que en el futuro iba a ser feliz, a tener un trabajo, y que nadie me iba a excluir, que era mi mayor miedo. A los 18 me fui a Barcelona y conocí a mi primer novio. Fue rarísimo, porque él tenía libertad absoluta para decirme lo que sentía, y yo me notaba muy cohibido. Ahí me di cuenta de la diferencia cultural entre alguien que había crecido en Barcelona y un chico de Oviedo como yo.

___GQ: ¿Cuándo dijiste en casa que te gustaban los chicos?

___P. D.: Mi hermana fue la primera en saberlo. A mis padres se lo conté cuando me mudé a Londres y tuve mi primer novio serio. Fue muy natural. También te confieso que se lo dije cuando ya era independie­nte económicam­ente…

___GQ: ¿Siempre tuviste claro que querías dedicarte a la moda? ___P. D.: Desde los 7 años dibujaba a mi madre vestida con la ropa que más me gustaba de su armario. Ella tenía looks de Versace y Cavalli, Moschino era su marca favorita, compraba revistas de moda… Yo la acompañaba de compras, le daba mi opinión sobre los arreglos de la modista… Y, de pronto, con 16 o 17 años, empezó a encontrarm­e en las tiendas hablando con las dependient­as, que me animaban a estudiar moda, me invitaban a visitar las ferias…

___GQ: O sea, que en tu casa dejaron que desarrolla­ses tus inquietude­s con total libertad...

___P. D.: Mi hermana había estudiado odontologí­a porque era lo que querían mis padres, así que cuando me tocó elegir carrera, ella fue la que les dijo que yo estudiaría lo que quisiese. Mi padre era constructo­r y quería que trabajase con él. Así que hicimos un trato: si no entro en Saint Martins, es que no sirvo. Y si no sirvo, me vuelvo a trabajar contigo, me planto un traje de Ermenegild­o Zegna cada mañana y voy a la oficina en la Vespa. Y te juro que ponemos esta empresa en lo más alto. Cuando les dije que

"Mi primer trabajo fue de asistente en Giles Deacon. Les mentí, les dije que era estudiante de primero y a la hora de estar allí me mandaron a hacer un ' tting' a Victoria Beckham"

me habían aceptado, se echaron a llorar, a aplaudir… fue muy emocionant­e.

___GQ: ¿Te costó colocarte en la industria? ___P. D.: Llegué a Londres y, sin estar en ninguna universida­d, me puse a llamar a mis diseñadore­s favoritos para que me cogiesen de asistente. Mi primer trabajo fue de asistente en Giles Deacon. Les mentí, les dije que era estudiante de primero y a la hora de estar allí me mandaron a hacer un fitting a Victoria Beckham. No se me olvidará en la vida: Victoria Beckham simpatiquí­sima, en toples, estrechánd­ome la mano con ese anillaco, preguntánd­ome qué zapatos ponerse…

___GQ: En esa época comenzaste con tu blog, Kate Loves Me. ¿Cómo fueron aquellos principios? ___P. D.: Cuando empezamos en los blogs, sólo conocía a Bryanboy y a Cory Kennedy. En España teníamos Fotolog, y me lo censuraban todo el rato por publicar fotos sin camiseta o de fiesta. Mis amigos querían que les contase cosas y empecé a hacerlo en Kate Loves Me. Era como un Instagram, pero con textos larguísimo­s. En aquella época nos colábamos en fiestas de moda, en los desfiles, empezábamo­s a ir a viajes… Era muy excitante. El blog era un acto de generosida­d, no de vanidad, y creo que fueron esas ganas las que atraparon a la gente. Todos éramos nuevos y estábamos viviendo en revolución.

___GQ: Gala y tú fuisteis los primeros bloggers españoles de moda. ¿Seguís en contacto? ___P. D.: Gala y yo nos conocimos en el curso de preparació­n del porfolio de Saint Martins y fuimos compañeros de piso. Yo me vine a Madrid, ella se fue a Nueva York, y perdimos un poco ese roce del día a día, pero seguimos en contacto. Yo siempre le estaré muy agradecido porque ella fue la que me animó a que me abriera un Fotolog.

___GQ: ¿Cómo ha evoluciona­do tu estilo desde aquella época hasta ahora, que eres imagen de Uniqlo? ___P. D.: Ha variado mucho, pero siempre ha habido un hilo conductor. Llegué a Londres vestido como un skater, con el pelo largo, ropa ancha, deportivas… Y poco a poco Londres me descubrió otras cosas. La universida­d era una eclosión de estilo, y el primer año me sentía como un paleto. Conocí Uniqlo en Londres, y me pude comprar mi primera prenda de cachemir, las camisas de franela… Mis básicos dejaron de ser Billabong y Quicksilve­r, y empecé a experiment­ar con pitillos, camisetas largas, ropa vintage…

___GQ: Regresaste a España y te convertist­e en un personaje muy reconocido. ¿Cuándo te diste cuenta de que eras famoso?

___P. D.: Cuando empecé en la televisión y una señora me paró en la Gran Vía. Siempre había sentido que necesitaba llegar a un público masivo. Eso es el lujo: llegar a mucha gente y que sólo lo entienda una parte. Cuando llegó la oferta de Cámbiame vivía en París y trabajaba con gente muy potente de la moda. Ellos me animaron a hacer televisión. Un amigo me contó entonces cómo había dejado una marca para irse a otra porque tenía muchas más tiendas. Me dijo: "Cuanto más expuesto estés, más gente recibirá tu mensaje". Lo guay es saber hacerlo todo, hablar a todo el mundo, saber a quién estás hablando y vendérselo. Es muy fácil quedarse en una esquina. Cuando me dicen que mola mucho ir a Cannes en un avión privado con gente famosa, yo respondo: "¿Tú sabes lo difícil que es hablar con esa gente?".

___GQ: Hablas de tener mucho alcance para que tu mensaje llegue al mayor número de personas. ¿Cuál es tu mensaje?

___P. D.: Cree en ti mismo. Desde pequeño lo hice. Cuando en el colegio nadie creía en mí, yo sabía que iba a triunfar. Pero hay que trabajar muy duro. También colaboro con la Sociedad Española de Salud Mental para explicar a la gente que no hay que creerse todo lo que ven en las redes, que eso no es la vida real. Y este año estamos trabajando para dar visibilida­d a las alternativ­as al suicidio.

GQ: ¿Sigues alguna rutina para cuidar tu salud mental?

P. D.: No puedo decir que haya estado deprimido, pero tengo malos días, como todo el mundo. Y me permito tenerlos, sé lidiar con ellos. Si me apetece llorar y ver pelis tristes, lo hago y se lo cuento a mis amigos. Ellos saben que no soy @princepela­yo, saben que soy Pela, y no uso máscaras con ellos ni con mis seguidores, porque lo valoran.

___GQ: Otro tema del que se habla mucho ahora mismo es la conciliaci­ón. ¿Se puede conciliar siendo famoso?

___P. D.: Ésta es una vida muy solitaria, y al final tus amigos son tu competenci­a. Por eso necesitas a tu equipo y a tu pareja. Prefiero que Andy no esté demasiado involucrad­o en esto. Él sabe que si me acompaña, en algún momento será parte del contenido o me tendrá que hacer un contenido.

___GQ: ¿Y se puede tener hijos siendo influencer?

___P. D.: Sí, claro. Y espero que pase ya. Estoy deseándolo. Iba a ser padre hace dos años, pero conocí a Andy, me replanteé lo de ser padre soltero. Así que en vez de pensar en hijos, invertí en una propiedad, y me convertí en un cliché más clásico de lo que pensaba: yo creía que iba a ser un padre soltero en casa de alquiler en el centro, y resulta que voy a ser un padre casado, con trabajo fijo y una casa a las afueras. Creo que 2020 será el año en el que inicie todo.

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'KATE LOVES… HIM' Camiseta de algodón Uniqlo, mono Jil Sander y calcetines Intimissim­i Uomo.
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