Artesanía en whisky
La destilería THE GLENROTHES, en el área escocesa de Aberdeen, mantiene una elaboración tradicional para lograr un sabor redondo.
La comarca escocesa de Aberdeenshire transpira una tranquilidad que, para el urbanita empedernido, podría bordear peligrosamente el aburrimiento. Inmensas praderas, con ovejas y vacas pastando, se alternan con castillos y pequeñas poblaciones de casas bajas. Estamos en una de las regiones con mayor concentración de destilerías de whisky y rápidamente aprendemos que Glen significa valle y que, por lo tanto, nos dirigimos al Valle de Rothes, ciudad bañada por el río Spey. Ya dentro de las instalaciones de la destilería The Glenrothes, abierta en 1878, comprobamos cómo el proceso arranca cuando la cebada malteada se introduce en el molino, donde unos rodillos de acero abren el grano y lo muelen hasta convertirlo en una harina gruesa denominada grist. En un recipiente conocido como mash tun se mezcla el grist con agua caliente. Ese agua disuelve los azúcares de la malta molida y la solución resultante (wort) se filtra, se deja enfriar y pasa a fermentarse con levadura. Tras dos días de fermentación queda una mezcla con bajo contenido de alcohol y agua que se llama wash. Pasa entonces a unos alambiques de cobre donde se calienta hasta la ebullición y los vapores alcohólicos pasan al estado líquido. El espirituoso incoloro se deposita en barricas de roble, en las que cumple un periodo de maduración de por lo menos tres años. Sólo a partir de ese momento puede denominarse Scotch Whisky.