GABINETE POP
KRAMPUS AÑO: 1934
Érase una vez que el fascismo canceló la Navidad en Austria. Poco después de ser nombrado canciller, Engelbert Dollfuss fundó un partido único, el Frente Patriótico, que heredó con gusto las líneas maestras del socialcristianismo. Entre ellas, su oposición frontal al Krampus, una figura que tradicionalmente se había asociado con San Nicolás en algunas regiones de Europa central. La idea básica tras este ser con cuernos y patas de cabra es la misma que aquí asociamos al carbón de los Reyes Magos: si se portaban mal, los niños austriacos no sólo se quedarían sin regalos, sino que también serían secuestrados por el viejo Krampus. Como se rumoreaba que esta tradición podía tener orígenes paganos, Dollfuss y sus colegas de la ultraderecha cristiana declararon verboten las tradicionales postales navideñas con la efigie del demonio castigador. Su razonamiento era que estaban liberando al país de la simbología satánica… y a los niños de un icono estacional que, a diferencia del boñachón Nicolás, tenía muchas posibilidades de traumatizarlos de por vida. El problema era que, bueno, a muchas de estas criaturas les encantaba el Krampus. ¿Un señor mayor con barba y un saco lleno de regalos? No estaba mal, pero ni punto de comparación con el villano molón encargado de raptarlos. El régimen de Dollfuss cayó en 1938, pero la prohibición se mantuvo: durante la década de los 50, el gobierno llegó a distribuir un panfleto titulado "El Krampus es un hombre malvado", en un patético intento por convencer a la población de que seguir manteniendo su tradición estaba sencillamente mal. Por supuesto, todo fue en vano. El monstruo ganó en popularidad y halo mítico durante sus años en la clandestinidad, luego era cuestión de tiempo que volviese a estar bien visto por el poder. Hoy en día, el Señor K protagoniza memes y películas de Hollywood como si tal cosa, mientras que el propio parlamento de Viena le ha abierto las puertas de par en par. ¿La moraleja de nuestro relato? No dejes que los malvados de la vida real te arrebaten a los de la ficción. Y feliz Navidad, querido lector, sin importar cómo de malo hayas sido este año.