POCOS PELOS, PERO BIEN “PEINAOS”
Trabajar en moda te convierte automáticamente a ojos de los demás en una persona con mucha ropa. Aquello de 'en casa del herrero, cuchillo de palo' parece que no aplica en el mundo del trapo. Poco importa si han contado el número de perchas que cuelgan en tu armario o no. Trabajas en moda, ergo tienes mucha ropa. Las asunciones de la peña son delirantes. Yo no soy de mostrar las virtudes y defectos de mi armario, que los tiene, como todos. Llámalo pudor, llámalo no-le-interesa-a-nadie. No lo abro de par en par cada vez que hay visita, sólo se ve cuando lo paseo por la calle. Tengo la mala costumbre de vestirme cada vez que salgo.
Mi armario ni es un museo ni es un vertedero. Entra lo justo y sale lo necesario, con permiso de algún capricho pecaminoso y algún arrepentimiento. Nadie es perfecto. Aquí la ropa no se guarda para ocasiones especiales, la ropa está para utilizarla a diario, siempre de acuerdo a las circunstancias, no nos volvamos locos con el aparato estilístico sin haber dado un sorbo al primer café de la mañana ni perdamos el decoro tras haber dado alguno de más a la última copa de la noche. La ropa está para ser utilizada con cabeza. Me leo y me he convertido en un puritano, en fondo y forma. Y eso que llevamos medio año en chándal por virulenta imposición.
Trabajar en moda me ha convertido automáticamente y a ojos de la imagen que me devuelve el espejo en una persona práctica. Abro mi armario –que a mí sí me lo enseño– y allí prevalecen los básicos, junto a los caprichos y arrepentimientos puntuales de esta temporada, claro. Y en los cajones, las reliquias que merecen quedarse en pausa.
Con el tiempo me he convertido en una persona que se quiere ver bien –entiendo que como todos–, pero sin complicaciones. No sé cuándo pasó, pero ha pasado. No me he dado cuenta en plena re lexión ególatra de mi ser, aunque en el proceso me he visto la cara más de una vez. Si no habéis descubierto todavía la serie Está to guapo en la web de GQ, os invito a hacerlo: consejos prácticos para verse bien. Pueden servirte o no; para mí, lo han hecho. Grabarlos me ha servido para conocer esa parte práctica en mí que aún desconocía. Experimentar contigo mismo y, en este caso, con el trapo es lo que tiene. Al otro lado de la cámara da la sensación de haberse ejecutado con un armario in inito, pero la realidad es bien diferente: a lo largo de los capítulos, las mismas prendas se repiten de manera incesante, mezcladas de manera diferente. Especial mención al archivo de vaqueros que se muestra en uno de los vídeos y que, lejos de pertenecer todos a la misma temporada, al mismo año o al mismo lustro, han sido rescatados de aquí y de allí, de hoy y del baúl de ayer, para dar forma al capítulo 1x09 de la serie.
Precisamente ésta es la conclusión que debemos sacar en este nuevo inicio de curso, en el que la moda nos invita a tener más cabeza y comprar bien. Tener más ropa no te convierte en alguien con más estilo; tener más criterio, sí. Ya lo decía Cary Grant, considerado uno de los hombres más elegantes del siglo XX. La moda siempre nos ha cambiado y, especialmente en 2020, se ha transformado una vez más por las circunstancias de la historia. Hemos sustituido la urgencia y la velocidad por la calma y la re lexión, y eso, como ha pasado toda la vida, se re leja en nuestra forma de vestir.
Es el momento de volver a pasear y perfumarse, pero quizá también de ser consecuente. El mundo está cambiando y el de la moda no es ajeno a él. Las colecciones han regresado a la elegancia clásica y, para más inri, nos invitan a invertir en piezas que nos duren más allá de una temporada. No hay nada más demodé que la ropa de usar y tirar. Ha bastado un frenazo en seco para que, en plena era de la velocidad desmedida, volvamos al capricho de una pseudo alta costura revisitada en forma de ready to wear. Compra menos pero compra mejor, dale al coco para ponértelo mil veces y te aseguro que el gusto de verte bien con cuatro trapos bien escogidos es mucho más placentero que tener un millón e ir hecho un cuadro –que por ahí hemos pasado–. Pocos pelos, pero bien peinaos.