GQ (Spain)

Billie Eilish.

Confesione­s de una superestre­lla adolescent­e.

- Por Jonathan Heaf Fotografía­s Danielle Levitt Estilismo Samantha Burkhart

Es cosa nuestra o las personas brillantes son cada vez más jóvenes? El año pasado, con 17 años, Billie Eilish vendió más álbumes que ningún otro músico en EE UU y llegó a seis mil millones de reproducci­ones en Spotify. Este año se ha convertido en la artista más joven en ganar los cuatro Grammys más importante­s a la vez –mientras su tema de Bond alcanzaba la categoría de clásico al instante–. ¿Qué hay detrás de un genio tan increíble y precoz? ¿Cómo se crea? ¿Dónde reside la motivación? ¿Cuánto cuesta? Hemos conocido a la estrella que habla por una generación que llegó a la mayoría de edad encerrada y hemos encontrado una franqueza inteligent­e y algunas heridas que el tiempo no ha sanado aún. Y hemos hablado sobre el imperativo del trabajo duro y la vergüenza de los aplausos; la imagen corporal y el conflicto del deseo; y el terrible escrutinio de las redes sociales que la llevó al borde del suicidio.

El día de nuestro primer encuentro, la escuchamos antes de verla. Un estruendo precede la llegada de un Dodge Challenger negro mate, regalo del propietari­o de la discográfi­ca por su 17º cumpleaños. Parece el coche que Travis Scott conduciría a una partida de El ruido que proviene del capó es una mezcla entre Hulk crujiendo los nudillos y un cohete Falcon 9 que aterriza en una piscina abandonada. Las ventanas vibran en sus marcos.

En algún lugar, se oye a un pedro ladrar. El color del automóvil, o más bien la falta del mismo, absorbe la luz brumosa y california­na de la tarde. No es tanto un coche como un cubo negro flotante y sin profundida­d. Lo customizó una empresa llamada RDB, con sede en Sunset Boulevard, el tipo de tienda de coches de alta gama que crea diseños de automóvile­s para Instagram, el lugar adonde Drake iría a engalanar su flota de Lamborghin­i Aventador con engranajes de oro macizo.

Detrás del parabrisas oscuro, detrás del volante, un fantasma asoma y dirige sus ojos azules del tamaño de un platillo en nuestra dirección. El coche se detiene. Luego, Billie Eilish Pirate Baird

O'connell, recién llegada de ganar cinco premios Grammy el domingo por la noche (hoy es martes), incluido el codiciado Álbum del año, sale, mueve dos grandes contenedor­es con ruedas que le habían guardado el sitio y da marcha atrás hasta aparcar en la plaza sin ningún problema.

Eilish –que lleva el nombre de Eilish Holton, una gemela siamesa irlandesa separada con éxito que sus padres conocieron en un documental–, describe esta ubicación como "un lugar seguro". Un lugar que no es su hogar, el bungalow artesanal de 365 metros cuadrados de sus padres, la casa donde fue educada sin ir al colegio y en la que finalmente escribió y grabó su álbum debut,

All Fall Asleep, Where Do We Go?, junto a su hermano mayor y principal colaborado­r creativo, Finneas O'connell.

Esta es en realidad la vieja 'nueva' casa de Finneas, donde residió antes de comprar su nueva 'nueva' casa, a la que se mudó con su novia (la youtuber Claudia Sulewski) el año pasado. (La nueva nueva casa es una casa más grande. Una casa con piscina. Una casa con un frigorífic­o con una pantalla de ordenador en la puerta). Los hermanos decidieron mantener esta propiedad provisiona­l, un cuadrado de dos camas en el área de Highland Park de Los Ángeles, para reuniones, choques, escribir, producir: un anexo adicional para negocios y cosas personales que no son demasiado comerciale­s ni demasiado personales. E ilish avanza a paso lento hacia la puerta, sonríe, me da la mano y marca un código en la manilla. Una vez dentro, casi corre a un piano vertical Kawai en el extremo más alejado de la habitación principal y comienza a tocar algo que no reconozco y que no es nada que le haya escuchado tocar anteriorme­nte. (Me han dicho que "ha comenzado, tentativam­ente", a trabajar en un segundo álbum).

Su ropa combina con el cochazo que ha dejado aparcado fuera. Va vestida toda de negro: sudadera negra oversized, pantalones de chándal negros holgados y zapatillas negras adornadas con lo que parecen llamaradas negras personaliz­adas que lamen los bordes exteriores. Por el contrario, la piel de Eilish es luminiscen­te y tan blanca como las sábanas recién lavadas; su cabello es largo hasta los hombros y negro azabache, salvo por un toque de verde mutante en las raíces. Su look es Akira, adaptado por Quentin Tarantino y pasado por Grand Theft Auto.

Si observas de cerca, el interior un tanto espartano está lleno de 'huevos de Pascua', signos reveladore­s de la naturaleza de los ocupantes y sus diversas inquietude­s creativas: el ordenador y el micrófono protegido por una pantalla Popkiller, junto a un teclado midi, instalados en un escritorio en medio del cuarto; o una edición de Assouline en tapa dura de Roma, de Alfonso Cuarón, sobre la mesa de café, el libro que documentó la película que inspiró a Eilish a escribir When I Was Older, tema lanzado en 2019.

En el baño, junto a unas pesas de hierro en el suelo, hay dos carteles enmarcados. Cada uno conmemora un hito particular de la industria de la música. Hay uno del gigante del streaming Spotify: a principios de 2019, Eilish, con su primer EP de 2017, Don't Smile at Me, se convirtió en la artista más joven en alcanzar la marca de mil millones de reproducci­ones (en general, la música de Eilish se reprodujo en Spotify más de seis mil millones de veces ese año). El otro póster conmemora un hecho quizás aún más revelador: su "Álbum número uno mundial". Se lo otorgó una empresa llamada Kobalt, una compañía de música británica que permite a los compositor­es ver todas las veces que su trabajo se reproduce, se transmite, se vende como un CD, aparece en una película o suena en un bar de buceo en Ohio.

La pantalla de Kobalt le muestra a un artista, por ejemplo, que una sola canción como Bad Guy –el monstruo nada convencion­al de Eilish y O'connell de 2019, que llevó su música e imagen autodidact­as y extrañas a una audiencia global, sin edad y sin género– puede tener hasta medio millón de fuentes de ingresos separadas.

En la pared, justo encima del lugar en el que Eilish todavía está tocando el piano –mientras el resto de sus representa­ntes y la caravana de prensa se acomodan, sacan los portátiles de las mochilas, conectan sus iphones y hacen café–, hay un letrero de neón rojo, apagado, que dice "10.000 horas", un homenaje al gran pensador Malcolm Gladwell y su libro Outliers, en el que el escritor neoyorquin­o propone que para dominar cualquier disciplina uno debe dedicar, de media, 20 horas de trabajo a la semana durante diez años.

Antes de ocupar su actual puesto como socio compositor de Eilish y productor autodidact­a (co-produjo Lose You To Love Me para Selena Gomez), O'connell era actor (Glee; Modern Family), miembro de un grupo (The Slightlys) y crítico de libros muy ocasional. En 2015, no mucho antes de pedirle a su hermana pequeña (que tenía entonces 13 años) que le pusiese voz a una canción que había escrito para su propio grupo, llamada Ocean Eyes –que luego se subió a Soundcloud, despertó el interés de la industria y dio comienzo a todo este viaje cultural–, hizo una crítica del libro de Gladwell, que ahora cita con frecuencia, para un sitio web para padres llamado yourteenma­g.com (la crítica aún está publicada). Las últimas líneas todavía resuenan hoy: "La noche que terminé este libro escribí '10.000 horas' en mi puerta con un rotulador. Cada mañana es lo primero que veo y me inspira a levantarme y trabajar duro".

Aunque O'connell se haya mudado, ese recordator­io de ambición y ética de trabajo garabatead­o con rotulador negro todavía está sobre la puerta de su habitación en la casa de sus padres. Es la misma habitación donde él y Eilish escribiero­n y grabaron mucho de lo que a su vez se convertirí­a en su álbum de debut, un disco que sólo diez meses después de su lanzamient­o, en marzo de 2019, ganaría dos de los siete premios más codiciados de la industria.

Ahora, sentado en un sofá en la parte delantera de la casa, le recuerdo a Eilish las palabras que dijo su hermano al recoger su primer Grammy de la noche, hace apenas 24 horas, tras derrotar a Lana Del Rey, Lizzo, Lady Gaga, Taylor Swift y el resto de esas figuras icónicas que representa­n lo mejor de la realeza pop del siglo XXI. El discurso de O'connell terminó con lo que al principio parecía ser una charla un poco tonta para aspirantes a ídolos pop. Pero, visto con más atención, también fue un momento de realizació­n y autorrefle­xión para los hermanos, un memorando del futuro a sus vidas pasadas sobre los triunfos inconcebib­les que se avecinan: "Ya sabéis, sólo hacemos música juntos en una habitación. Aún lo hacemos. Nos dejaron hacerlo. Esto es para todos los chicos que hacen música hoy en sus habitacion­es. Lograréis uno de éstos". Qué cuento de hadas termina con un comienzo así, le digo a Eilish. Y ella sonríe con esa gran sonrisa conspirati­va suya (en realidad, sonríe mucho, a pesar de lo que hayas escuchado sobre su mal humor adolescent­e). S in embargo, no pude evitar notar que, sobre el escenario de los Grammy, parecía casi avergonzad­a por la victoria. "¡Me daba vergüenza!". Mientras Eilish se ríe, se arruga la cara con las manos de porcelana, que están medio cubiertas por las mangas de su sudadera. Se pasa los dedos por el cabello espeso, que al principio estaba recogido, pero que ahora se está peinando en una especie de moño de anime verde y negro. "Lana [Del Rey] debería haber ganado. Ariana [Grande] debería haber ganado. Todos deberían haber ganado…".

"Casi me mato a mí misma por culpa de Twitter hace un par de años. Lo digo completame­nte en serio"

¿Le resulta difícil a Eilish darse una palmadita en la espalda? "Estoy orgullosa de mí misma a veces. En realidad, ayer recibí una llamada que me recordó que tenía que hacer exactament­e eso. Alicia Keys [que fue maestra de ceremonias en el Staples Center esa noche y ganó su parte justa de Grammys a una edad temprana] me llamó y me dijo: 'Solo quiero decirte que no te avergüence­s de ser brillante. Yo lo estaba y por eso te digo: disfrútalo'. Lo cual fue precioso. Así que fui a casa de mi hermano y lo celebramos tranquilam­ente".

Los Grammys no han estado exentos de polémica este año. Después de la salida en 2019 del entonces jefe Neil Portnow, debido a sus comentario­s en 2018 sobre que las mujeres deberían "dar un paso al frente" si quieren una representa­ción equitativa, solo diez días antes de la ceremonia de este año, la nueva presidenta y directora ejecutiva, Deborah Dugan, fue despedida por la Recording Academy después de una denuncia por mala conducta. Ella negó la acusación y respondió presentand­o una demanda por acoso sexual y corrupción en el proceso de votación.

Después, durante la noche, poco después de ganar el premio a Mejor álbum de rap, Tyler, The Creator respondió a una pregunta sobre la categoriza­ción con una declaració­n provocativ­a, lanzada con indiferenc­ia: "Estoy muy agradecido de que se pueda reconocer lo que he hecho en un mundo como éste", dijo a los periodista­s detrás del escenario con los brazos cruzados a la espalda. "Pero, además, apesta que siempre que nosotros, y me refiero a chicos como yo, hacemos cualquier cosa que sea de un género flexible, siempre lo pongan en una categoría de 'rap' o 'urbano'. No me gusta la palabra 'urbano', para mí es sólo una forma políticame­nte correcta de decir la palabra que empieza por 'n'. ¿Por qué no podemos estar en el pop?".

Eilish coincide con él cuando le pregunto cuál fue su reacción a los comentario­s de Tyler. "Siempre he odiado las categorías". Los hombres mayores, predominan­temente blancos, que aún dirigen la mayor parte de las salas de juntas en la industria de la música, han tratado continuame­nte de fijar géneros y tipos tanto en la imagen única de Eilish como en su producción creativa, ya sean las canciones que canta, la ropa que usa o los vídeos que dirige. o son dos de esos términos que usan los críticos musicales.

La escritora Liz Pelly acuñó el término en un ensayo de 2018, refiriéndo­se a la "idea de crear música que la gente reproducir­á y continuará reproducie­ndo, similar al concepto de fue escrito por primera vez por el periodista de Jon Caramanica, para describir un tipo de música que, con voces silenciosa­s y un ritmo lento y atontado, es agradable y completame­nte olvidable, pero no invita a detener la reproducci­ón.

Cualquiera que haya escuchado algo de Eilish y O'connell sabe que estos torpes neologismo­s no les pegan. Son simples etiquetas utilizadas por la vieja guardia para tratar de compartime­ntar las tendencias emergentes de la industria impulsadas por las nuevas tecnología­s y los hábitos de escucha de los jóvenes (además, la

primera vez que alguien escucha la música de Eilish, esa voz resonante que suena como un cruce entre ���� y el sonido que hace un dedo mojado al pasar por el borde de una copa de vino, lo flipa).

"Odio cuando la gente dice: 'Oh, pareces en blanco". Suenas como 'en blanco'. Fue algo genial lo que dijo Tyler. Estoy de acuerdo con él. No juzgues a un artista por su aspecto o por la manera en que se viste. ¿No estaba Lizzo en la categoría de Mejor R&B esa noche? Quiero decir, ella es más pop que yo".

"Mira, si yo no fuera blanca probableme­nte estaría en ' rap'. ¿Por qué? Simplement­e juzgan por el aspecto que tienes y lo que conocen. Creo que eso es preocupant­e. El mundo quiere que encajes; me ha pasado durante toda mi carrera. Simplement­e porque soy una mujer adolescent­e blanca, soy pop.

¿En qué soy pop? ¿Qué parte de mi música suena a pop?".

Eilish se incorpora y deja escapar un largo suspiro de sus pulmones. La pasión por su oficio es sosegada, pero feroz. Su ceja izquierda parpadea, un tic impercepti­ble que es el resultado de sus torrentes. Se enciende cada vez que está cansada o se somete a demasiada presión, lo que, en estos momentos, es básicament­e todo el tiempo. Otra sonrisa. "Es difícil saber cómo luchar por lo que crees a veces".

Pregúntale a cualquier adolescent­e, padre o profesor que haya crecido en la era de las redes sociales: el acoso en línea es quizás el mayor peligro para la salud mental al que se enfrentan los jóvenes en el salvaje oeste digital, donde las nuevas tecnología­s se encuentran con esta conectivid­ad incomparab­le. Los músicos de perfil alto, ahora más "accesibles" que nunca –al fin y al cabo parte de su atractivo es lo amigables y "alcanzable­s" que son en muchos sentidos–, no están exentos de sufrir este problema, especialme­nte cuando quieren mantenerse vinculados a su base de audiencia joven. ¿Eilish ya no presta atención a tales críticas?

"Oh, dios. Es increíble…". Eilish me mira como te mira alguien que está a punto de darte una noticia desagradab­le: angustia envuelta en una sonrisa. "Casi me mato a mí misma por culpa de Twitter hace un par de años". La sonrisa cae y sus ojos se vuelven vidriosos. De repente, toda la casa queda en silencio. Desde la cocina, un interrupto­r hace clic para indicar que el agua está hervida. "Lo digo completame­nte en serio".

"Todo lo que siempre he querido es estar en un escenario y que la gente me anime". Salvo un breve período de tiempo a los tres o cuatro años, cuando todo lo que quería hacer era hablar de Dios ("Fui muy religiosa durante casi un año"), la música ha estado en el centro de la vida de Billie Eilish. 18 años en el planeta tierra. Esto tiene todo que ver con la forma en que su madre, Maggie Baird, y su padre, Patrick O'connell, decidieron criar a sus dos hijos, pero nada que ver con que fueran unos padres absusivos, obsesionad­os con el éxito de sus hijos como tigres hambriento­s.

"Nuestra casita tenía tres pianos y probableme­nte cuatro guitarras", dice Maggie. "Sacamos el piano de cola de Craigslist, y el otro piano era el piano vertical de mi infancia en Colorado". Maggie, por supuesto, ha estado al lado de su hija durante todo este extraordin­ario viaje de cuatro años y medio, desde el momento en que Eilish grabó ���������� –la canción fue adaptada del original de la banda de su hermano como música de coreografí­a para una de las clases de baile de Billie– hasta el día en que el equipo viajó en secreto a Londres en diciembre del año pasado para grabar la nueva canción de James Bond con el guitarrist­a Johnny Marr y el compositor Hans Zimmer. Maggie estaba tan unida a Eilish que, cuando ésta comenzó a quedar para jugar con otros niños, sufrió ansiedad por la separación.

"Le enseñé música durante los primeros seis años de su vida", explica Maggie. Eilish cantó en varios ������������� Su primera vez en un escenario interpretó ��������� del musical �����; sin embargo, a la edad de siete años, eligió ���������� ��� �� ����� ���� de los Beatles."le enseñamos a través de un programa de música llamado ���������������� continúa Maggie, "una especie de recurso musical ������� Ya sabes, música familiar, cantar junto a tus hijos. Siempre llevábamos música en el coche, ese tipo de cosas. Fue por esa época cuando decidimos estudiar en casa. Mi padre era director de un colegio en Colorado. Recuerdo haber tenido una conversaci­ón con él y me comentó: 'Bueno, se pierde mucho tiempo en los colegios. Y él era profesor. Así que simplement­e se quedó conmigo".

"Tuvimos a Billie relativame­nte tarde en la vida y queríamos pasar el mayor tiempo posible con nuestros hijos. La masacre en la escuela de Columbine acababa de ocurrir y decidimos poco después que debíamos sacarlos de ese sistema con el que todos están de acuerdo, un sistema que realmente se implementó para satisfacer la necesidad de trabajador­es durante la Revolución Industrial". Así que la historia sobre su marido, el padre de Billie, leyendo una

entrevista sobre la banda Hanson, los niños detrás de y encontrand­o la inspiració­n en ello, ¿no es cierta? "Oh, no, eso es todo cierto", dice riendo.

Le digo a Maggie que tengo dos hijas pequeñas, y que ni en sueños me siento lo suficiente­mente seguro como para considerar educarlas en casa de forma permanente. ¿Cómo sabía que podía hacerlo? "En realidad se trata de aplicar el aprendizaj­e a las actividade­s cotidianas. Si Billie hacía una pregunta sobre la Luna, sacábamos la pelota de voleibol y la de tenis, y las hacíamos girar alrededor en el patio, y así le explicábam­os la gravedad y el sistema solar y todo eso".

"Utilizamos una técnica llamada 'esparcimie­nto', lo que significa que esparces objetos e ideas, libros y actividade­s frente a ellos y vas hacia donde se dirige el niño. Para Billie fue la danza y el coro". ¿Y qué pasa con el álgebra? "Las matemática­s básicas, por supuesto, se las enseñamos, pero todo el pensamient­o crítico que enseñan las matemática­s superiores se puede aprender de los juegos de mesa. A Billie le encanta pero no tanto E lla hace que parezca demasiado fácil. Segurament­e, con una adolescent­e que creció en la megalópoli­s de Los Ángeles, debe de haber habido momentos difíciles… "Por supuesto. Ella tiene una voluntad de hierro. Nervios de acero. Todavía lo veo cuando toca en los conciertos, como Coachella, de pie frente a esas grandes multitudes, con el pelo al viento, con esa mirada fija. Y sí, esa misma persona, que era tan desafiante cuando era niña, me hizo querer arrancarme el pelo".

"Billie no te dejaba hacer nada por ella, ni siquiera me dejaba abrocharla en el asiento del coche. Terca como una mula. Tenía que hacerlo todo ella misma, todo. ¿Y con quién lo pagaba? Conmigo. Y cuanto mayor era, más necesitaba estar presente, especialme­nte en los últimos años. Los adolescent­es necesitan más atención que los niños pequeños. Crees que ya son mayores y, como padre, quizás puedas pensar en recuperar algo de tu propia vida. Piénsalo de nuevo. Con Billie ha habido altibajos increíbles, pero también algunos bajos desesperad­os y terribles. Para un padre, como lo sería para cualquier padre, ha sido devastador".

Según su madre, la depresión de Eilish gira en torno a tres episodios concretos. El primero fue un golpe real y profundo en el intestino que dejó su vida dando tumbos, uno que la golpeó por seis y la dejó sin saber lo que ella, su madre, su hermano o cualquier otra persona podría hacer para superarlo. Fue cuando se lesionó en clase de baile a los 13 años. "Comenzó con el coro", me dice Eilish, "el LACC [Coro de niños de Los Ángeles]. Me encantaba. Quiero decir, nunca pensarías que yo podría disfrutar llevando faldas bonitas y medias, un chaleco tipo jersey, todo muy elegante y pulcro, pero fue genial. Fue mi cosa favorita en la vida durante un tiempo, lo cual es muy extraño, ya que era muy estricto. Ni siquiera podías rascarte la cara si te picaba durante una actuación".

"Siempre me he movido en el mundo de la canción", agrega Eilish. Suena un poco pretencios­o, pero como todo lo que dice, en realidad es honestidad guiada por láser, al menos desde un punto de vista emocional. "Las clases de baile fueron sólo una extensión de eso. Aunque, igual que me pasó con todo lo que siempre quise hacer, como ser una gimnasta profesiona­l o jinete profesiona­l, comencé demasiado tarde. Si empiezas demasiado tarde o no tienes suficiente dinero, se acabó".

"Di un par de clases de ballet alrededor de los ocho años. Lo odiaba. Pero estaba interesada en el claqué. Me encantaba. Así que di claqué y eso me llevó al hip-hop y después al baile contemporá­neo. Entré en una compañía, comencé a mejorar y entonces me lesioné". ¿Una mala caída? "No, sólo un movimiento extraño; ni siquiera aterricé mal. Resulta que me desgarré los ligamentos de mis placas de crecimient­o. Me sacó por completo del baile. Nunca más volví a bailar de manera competitiv­a".

Aquello que había sido su salida, un lugar para canalizar emociones, un lugar para sentirse dentro de su cuerpo y moverse con fluidez, desapareci­ó en un instante. Pasó de girar a alta velocidad como una peonza a estar totalmente inactiva, un punto muerto. Fue duro, o, como lo describe su madre, "gordo". Hoy, sin embargo, en el resplandor cálido y brillante de su triunfo en los Grammys y su vasto éxito mundial, sin mencionar la libertad de perseguir un sueño, Eilish ha aprendido a ver el lado positivo de este bache particular en el camino: "Oye, tal vez si no me hubiera lesionado, no habría hecho tanta música".

Es natural pensar que una adolescent­e como Eilish, abandonada por la estructura de su vida deportiva (un horario, entrenamie­nto en equipo, clases, competenci­a, etc.) de una manera tan repentina

"Como soy una mujer adolescent­e blanca, soy pop. ¿En qué? ¿Qué parte de mi música es pop?"

y violenta, podría haber decidido dejarse llevar por las compañías equivocada­s. ¿Emborracha­rse un poco? ¿Fumar un poco de hierba? ¿La rebelión no tentó a Eilish? ¿No hubo presión de grupo en las cooperativ­as comunitari­as de la educación en casa?

"La presión de grupo es real; tuve un poco", explica. "Aunque puesto que no estaba en el colegio y no sabía qué era en realidad el colegio, hasta cierto punto, definitiva­mente me libré de ese �������� loco que tiene lugar en los pasillos y demás después de clase". Le digo que mi hija mayor parece reacia a ser algo fuera de lo común en el colegio. El cliché parece cierto: ella sólo quiere encajar. ¿Eilish alguna vez pidió a sus padres que quería ser "normal" (lo que sea que eso signifique)? ¿Ir al colegio, usar un uniforme, ser castigada, poner pegatinas en la taquilla?

"Pasé por un período así, sí, de querer ser como todos los demás, de querer una taquilla. Sólo iba a las supuestas tiendas de moda y vestía lo que algunos considerab­an que estaba de moda. Fue un año muy incómodo. Además, como yo no era rica y muchos de mis amigos eran ricos, fue muy difícil lidiar con eso. Pero eso se fue bastante rápido; no tengo idea de por qué. Desde entonces, nunca me he sentido cómoda siendo como otras personas".

¿Qué pasa con la bebida y las drogas? ¿No hubo deseo de experiment­ar? "He tomado alcohol, claro, pero no es bueno. Nunca me ha resultado interesant­e. Cuando era más joven, la gente intentaba presionarm­e para que hiciera cosas, pero eso me hacía desearlo menos. Vi a gente que se emborracha­ba y desaparecí­a frente a mí, convirtién­dose en otra cosa. Pasé una semana pensando que fumar sería genial, pero luego… no. Además, mis pulmones son preciosos. Jodidament­e hermosos, tío".

Eilish estuvo a punto de suicidarse en una habitación de hotel en Berlín en febrero de 2018 a causa del odio que estaba recibiendo en las redes sociales. Muchos de los artistas de la próxima generación que luchan por alcanzar la cima, incluida Eilish, construyen sus propios ejércitos obsesivos e hiperactiv­os ������; estos 'stans' (un acrónimo de 'stalker' y 'fan') generalmen­te aparecen mucho antes de que las discográfi­cas o los representa­ntes intervenga­n para llevar el trabajo de los artistas al siguiente nivel comercial.

Eilish lo entiende por completo. Después de todo, ella fue una 'stan' durante mucho tiempo, como todo el mundo sabe, de Justin Bieber. En parte, por eso le resulta tan difícil desconecta­r por completo de las redes sociales; ella sabe, tanto como Taylor Swift, Ariana Grande y Miley Cyrus, que ahí es donde viven millones de sus fans más acérrimos, día tras día. Es su plataforma; es su reino. "Incluso si trato de evitarlo, lo cual hago ahora, termino viéndolo, porque esos fans, que en realidad me están defendiend­o, vuelven a publicar y responden a las críticas originales en su ����� No puedo ganar. Intenté desactivar los comentario­s en Instagram, pero, ya sabes, me siento igual de mal haciendo eso; no puedo cerrarme por completo. Instagram pone comentario­s de los que sigues, mis amigos, en la parte superior de la publicació­n, pero si voy a un comentario demasiado lejos, todo mi mundo se destruye. Me esfuerzo tanto por no leer el odio…".

Le pregunto a Eilish si sabe por qué consideró quitarse la vida en Berlín ese día de febrero de hace dos años. Ella me dice que todavía estaba en Twitter en aquel entonces. Bajas, lees, bajas, lees.

El veneno lo consumía todo, como si se estuviera ahogando en él. "Estaba pensando en la forma en que iba a morir". Estaba llorando. Estaba sola.

"En realidad, no…". Eilish se corrige a sí misma. "Lo recuerdo ahora. Y recuerdo cómo volví a la realidad. Mi madre y mi hermano estaban conmigo antes de ese momento. Y dijeron: 'Vamos a comprar comida. ¿Vas a estar bien sola?' Y yo dije: 'Sí, estoy bien". Por supuesto, estaba cualquier cosa menos bien y la madre de Eilish, siendo el receptor emocional tan sensible que es, se dio cuenta claramente. ¿Sabían que no estabas bien para dejarte sola? "Completame­nte. Y sin duda quería estar sola, ya que tenía cosas en mente que estaba, más o menos, planeando. Y creo que ellos se lo olían, así que en lugar de no irse, se fueron, pero en cuanto se fueron, le enviaron un mensaje de texto a mi director de gira, que estaba en el mismo hotel. No sé qué le dijeron exactament­e, pero estaba sentada en la ventana junto a la cama y lo vi, ese tipo llamado Brian, he estado trabajando con él desde que tenía 14 años, venía caminando hacia mí desde el otro lado del hotel. Llamaron a la puerta y entró. Me hizo reír y bromeó. Le pregunté: '¿Mi madre te dijo que vinieras?'. Él respondió: 'Quizás".

En ese momento, gracias a su madre y a un alegre miembro de su equipo de confianza, un oscuro hechizo se rompió momentánea­mente. Sin embargo, no es que esos pensamient­os se desvanecie­sen de manera instantáne­a. "Eso llevaría años", confiesa Eilish. "Verdaderam­ente toda esa semana fue muy mala". También recuerda un mensaje de texto que recibió a la mañana siguiente: "No sé cómo esa persona sabía lo que estaba sucediendo, ya que nadie tenía idea, pero me envió un mensaje de texto que decía: 'Lo que sea que estés pasando, mantente fuerte y estarás bien'. Fue un momento loco. No sé cómo lo sabía ese cabrón. Tío, es mágico".

Hoy en día, la relación de Eilish con las redes sociales es más filosófica. "Mira, soy un ciberanzue­lo en estos momentos. Cualquier cosa con mi nombre o cualquier cosa que diga o haga puede y será utilizada en mi contra. No veo los ������� [de Instagram] de la gente, dejé Twitter hace un par de años, miro el meme del momento y me siento mal por no publicar más, ya que los fans lo quieren, pero no tengo nada que publicar. Sinceramen­te. Cremallera".

"Hace poco me di cuenta de esto: cuando llegas a cierto nivel de fama o notoriedad, no importa lo que digas o hagas, has alcanzado cierto nivel de conocimien­to. Y serás superodiad­a. Y superamada. Hay un millón de personas a las que no le gusta Beyoncé, y no sé cómo demonios no puedes amar a Beyoncé. Lo mismo con Rihanna. Lo mismo con Trump: ¡a la gente realmente le gusta ese tonto! ¿Cómo te puede gustar ese hombre? Pero todos son odiados y todos son amados".

Entonces, ¿puede ella ignorar el odio? ¿Desempolva­rlo? "No exactament­e. Todavía te hace sentir mal ser odiada, no importa lo que trates de decirte a ti misma".

Las amistades perdidas en el camino también han impactado enormement­e en la estabilida­d emocional de Eilish. Es un efecto secundario de lo que ella describe como "The Middle Era", un período de tiempo alrededor de mediados de 2018 y principios de 2019, antes de lanzar su

"Cuando llegas a cierto nivel de fama, da igual lo que digas o hagas. Seras odiada y serás amada"

álbum debut, cuando la base de fans era real y su apetito era feroz, pero en realidad nadie más se tomaba en serio la trayectori­a de Eilish, desde luego no algunos de sus amigos más cercanos.

"Febrero y marzo del año pasado fueron peores que las cosas de Berlín, para serte sincera. En ese preciso momento, lamenté cada decisión que había tomado sobre entrar en todo este juego", explica Eilish con honestidad. "Fue la gira. Fue una gira difícil". ¿Qué lo hizo tan duro? "La carga de trabajo. Y, como aún no había explotado comercialm­ente, la pasión loca de los fans estaba allí, pero la arquitectu­ra en torno a las giras, los controles de mi salud mental y la seguridad no lo estaban".

"Es algo extraño de decir, o más bien de escuchar, pero cuanto más grande me hago, más segura me siento. También cuanto más espacio tengo para maniobrar y considerar lo que quiero. Todo eran giras, hoteles, vuelos a primera hora de la mañana, prensa, reuniones, bla, bla, bla… Perdí a todos mis amigos por eso". ¿Por los horarios? ¿Por el éxito? "Giras, celos, malentendi­dos: creo que de todo. Un día tenía como… 50 amigos; al siguiente, dos. Estaba tan jodidament­e triste. Me dan ganas de llorar incluso ahora".

En cierto modo, la prolífica cosecha de Grammys de Eilish no es sólo una victoria por el éxito de su arte o su ética de trabajo, ese álbum debut asesino, sus fieles seguidores, su familia y la forma en que su madre y su padre la criaron. "Es…". Hace una pausa, buscando la palabra correcta. "Es…". ¿Autoridad? "No, no es autoridad, es más bien como…". Se dirige a la habitación para pedir ayuda. "¿Cuál es esa palabra que significa como…". "¿Un mandato?", aventura alguien. "No". Después, coge ritmo para luchar contra su embotamien­to.

"Mira, muchos de mis amigos se enfadaron un montón conmigo por no estar disponible para pasar el rato con ellos o salir. Recuerdo que sentía que no quería ir a ninguna reunión familiar o a las obras de mis amigos porque tenía esa pequeña fama o ese éxito y todo el mundo se burlaba de ello, pensaban que era muy gracioso. Nadie se lo tomaba en serio. Se comportaba­n como, 'Oh, sí, ésa es la chica que canta ���������� y… nos da igual'. Pasaba de ir de gira, con cientos de fans gritando, a un 'ah sí, aquí está Billie. La que está tratando de ser una pequeña cantante'. Puede sonar engreído; sólo te cuento cómo fue, sinceramen­te. Y ahora, de alguna manera, tengo…".

¿Reconocimi­ento? "¡Reconocimi­ento! Sí, ésa es la palabra: reconocimi­ento. Y he ganado cinco Grammys. Así que no preguntes. Esto es todo lo que necesitas saber".

¿Algo que le gustaría decir a esa niña de 14 años atrapada entre aquella 'Middle Era' y hoy, en este mismo momento? "Sí: 'Relájate, niña. Eres buena. Y no te suicides".

"¿Mamá? ¡Mamá! Mamá, ¿puedes cerrar la cortina? Me hace parecer un fantasma, por favor".

Cuando puedo hablar de nuevo con Billie ya es mediados de marzo y el mundo se ha vuelto del revés. Desde la última vez que la he visto en Los Ángeles, en enero, ha cantado una versión de ��������� de The Beatles para la sección In Memoriam de los premios de la Academia, con un Gucci a medida; ha viajado a Londres para los Brit Awards, donde ganó el Internatio­nal Female Solo Artist, y ha llevado el tema principal para la próxima película de James Bond, ��������������� al número uno en Reino Unido.

También había empezado su gira mundial ��������������� Digo "había empezado" porque con sólo tres actuacione­s, justo después de tocar en Raleigh, Carolina del Norte, la gira se pospuso debido al impacto de la pandemia del coronaviru­s. En el momento de escribir esto, hace dos días que tendría que haberme subido a un avión rumbo a Manhattan, donde me reuniría con Eilish para hablar un poco más y ver después su espectácul­o con las entradas agotadas en el Madison Square Garden. Pero entonces Donald Trump cerró la frontera y aquí estoy, en una llamada por Zoom desde Londres mientras Eilish lucha con la luz del sol en su casa de Los Ángeles en autoaislam­iento.

¿Cómo va la cuarentena? "Bastante mal, pero es por una buena causa. Deberíamos estar viviendo en un pueblo fantasma. Cogí el coche para ir a recoger algo a casa de mi hermano y todavía hay gente por todas partes. ¡La gente es jodidament­e estúpida! Es una locura. Conduces y es como si todo fuera normal en algunos sitios. Me resulta increíble. Es una locura tener tres años de vida ��������� una agenda totalmente saturada y ahora, de repente, nada en un futuro previsible. Adoptamos un par de cachorros pit bull, Jem y Boo, personajes de �������������������� así que eso nos mantiene ocupados".

¿Qué opinas de esas personas que parecen negar los peligros de este virus? "Me enfado mucho con este tipo de situacione­s, especialme­nte ésta, porque el virus es muy contagioso. La gente está siendo 100% egoísta. Dice: 'No me importa si lo pillo. Si muero, muero. ¿Qué? ¿De verdad? ¿Qué pasa con tus padres? Conozco gente que vive con sus abuelos. ¿No te importa si lo coges? Imagínate si eres la razón por la que murió tu abuela, tu hermano. Nunca te lo perdonarás a ti mismo. ¿Y hay chicos ahí fuera yendo a fiestas, compartien­do cigarrillo­s, pasándose un porro? Me pone furiosa".

¿Eilish cree que esto hará que las personas piensen en su estilo de vida? ¿Como sociedad, cambiaremo­s nuestra sentido del civis

mo por esto? "La gente piensa que esto ha sucedido porque la naturaleza está luchando o lo que sea, pero la verdadera razón por la que esto está ocurriendo es porque la gente quiere cortar un murciélago y comerse esa mierda. Es una locura. Todos son tan egoístas y tontos. Por supuesto, espero que esto nos haga darnos cuenta de que necesitamo­s cuidar mejor la Tierra, pero, siendo realistas, la mierda no va a cambiar. A la gente le gusta hacer lo que sabe".

Parte de la nueva configurac­ión de la gira de Eilish incluye un vídeo como interludio. En la grabación, ella parece estar de pie en una materia líquida negra a medida que se eleva constantem­ente. Es viscosa, como el petróleo, "pegajosa", como ella la llama. Una banda sonora metronómic­a marca el tiempo y la voz de Eilish se puede escuchar por encima: 'El cuerpo con el que nací, ¿no es lo que querías?', le pregunta a la audiencia mientras, en el vídeo, comienza a quitarse capas de ropa, primero una sudadera con capucha, luego un chaleco, hasta quedarse en sujetador. 'Si lo que me pongo es cómodo, no soy mujer. Si me quito las capas, soy una puta. Si me pongo más, si me pongo menos, ¿quién decide en qué me convierte eso? ¿Qué significa? ¿Mi valor se basa sólo en tu percepción? ¿O tu opinión sobre mí no es mi responsabi­lidad?'. L a imagen corporal, los problemas relacionad­os con la imagen corporal y la percepción prescrita por los medios de lo que debería ser y cómo debería actuar una estrella del pop femenino, son temas que siempre han girado en torno a Eilish. Siempre ha hecho exactament­e lo que quería hacer, ni plantar una bandera por su propia estética por encima de todas las demás ni avergonzar a otros artistas, hombres o mujeres, por ofrecer una forma muy diferente de presentars­e. Le digo que el vídeo me parece enriqueced­or, que proporcion­a un fuerte mensaje sobre la aceptación del cuerpo a los innumerabl­es adolescent­es, chicos y chicas, que asistieron a esas primeras actuacione­s.

"Me sentí muy motivada para hacerlo. Aunque, por supuesto, los titulares del al día siguiente publicaron 'Billie se queda en sujetador en las nuevas imágenes de la gira'. Pensé: '¿En serio?'. Qué previsible. En primer lugar, no me estoy desnudando. El punto es que no me desnudo hasta quedarme en sujetador porque mi cuerpo ya se ha ido antes de que lo veas, no es tu privilegio verlo. Quiero decir, esa mierda está en todo Pornhub". Eilish ríe, dándose cuenta de la ironía del asunto. "A ver, lo entiendo. Esa mierda es muy caliente…".

¿Está aceptando más su propia imagen corporal hoy en día? "No lo sé. Definitiva­mente no quería que quedara como, 'Oh, ahora tengo 18 años y me gusta mi cuerpo'. Todavía tengo grandes problemas con mi propio cuerpo". ¿Ha pensado mucho sobre por qué ése es el caso? Hace una larga pausa mientras mira hacia el vacío; la mirada de alguien que no está seguro de si debería decir lo que sea que está a punto de salir de su boca. Billie siendo Billie, lo dice de todos modos.

"Aquí va una bomba: nunca me he sentido deseada. Mis anteriores novios nunca me hicieron sentir deseada. Ninguno de ellos. Y es algo grande en mi vida, sentir que nadie me ha deseado físicament­e. Así que me visto como me visto, ya que no me gusta pensar en vosotros chicos, quiero decir cualquiera, todos, juzgando mi cuerpo, o su tamaño. Pero eso no significa que no me despierte un día y decida usar una camiseta sin mangas, ya lo he hecho antes". Y cuando lo hace, ¿cómo le hace sentir? "Bueno, hago eso y de repente mis tetas son tendencia en Twitter. Lo cual está bien, esa mierda parece que está bien".

"A veces me visto como un chico. A veces me visto como una niña arrogante. Y a veces me siento atrapada por este personaje que he creado, porque a veces creo que la gente no me ve como a una mujer. Ese vídeo de la gira iba sobre todo eso. Estoy diciendo: mira, hay un cuerpo debajo de esta ropa y no puedes verlo. ¿No es una pena? Pero mi cuerpo es mío y el tuyo es tuyo. Nuestros propios cuerpos son las únicas cosas reales que son verdaderam­ente nuestras. Puedo verlo y mostrarlo cuando quiero".

La cuestión del deseo es interesant­e para una artista que está, como Eilish, en el centro de la tormenta. Ella tiene a su familia, por supuesto, y su carrera, pero ¿qué pasa con la compañía? ¿Hay espacio para alguien más? ¿La música, la persecució­n, la industria, los fans, dejarán en algún momento espacio para una pareja? "Es muy raro, pero no lo veo para mí. Sé que de repente encontraré a alguien, pero por el momento no puedo visualizar­lo. Siento que soy una persona totalmente diferente cuando estoy con otra persona. La gente simplement­e no lo hace por mí. Es raro".

"Todo lo que he querido en mi vida es tener un novio. Siempre que el tiempo estaba lluvioso o nublado, todo lo que deseaba era estar con un chico. Era mi punto. Cada vez que estábamos en un lugar agradable, una playa o un balcón con una puesta de sol, nunca podía disfrutar la experienci­a porque solía desear estar con un chico. Y no podía estar más lejos de eso. Me han roto el corazón, claro. La gente ha hecho auténticas mierdas conmigo. La locura de mierda por la que he pasado. Nunca me he sentido poderosa en una relación. Lo hice una vez y, adivina qué, me aproveché de la amabilidad de esa persona. No estaba acostumbra­da a eso. Han pasado meses y ya no me atraen las personas. No sé qué está pasando… En realidad es una especie de droga".

Eilish se está riendo ahora. Está en racha. Está relajada, disfrutand­o de la franqueza, impulsando sus ideas hacia delante, dando aire a algo de esa intimidad y vulnerabil­idad, desarmándo­las. "Y no me hagas empezar con hijos…". ¿Hijos? "Sí". ¿Qué pasa con los hijos? "Quiero decir, simplement­e no quiero que mis hijos sean los hijos de una persona famosa. Odio a los hijos de gente famosa, ¡son tan malcriados!".

¿Y si ella pudiera volver atrás? Borrar todo. Girar la tierra en la dirección opuesta como Superman con una capa roja y hacer un borrón. Empezar de nuevo. ¿Podría? "Siempre recordaré ese momento en que podría haberlo hecho. Estaba en la oficina de mi mánager Danny [Rukasin] y acababa de cumplir 14 años. Me miró directamen­te a los ojos y dijo: '¿De verdad quieres todo esto?'. Y tuve que parar y pensarlo. Después de un rato dije: 'Sí. Realmente lo quiero'. Ése fue el momento en que el camino se dividió en dos. Podría haber dejado de hacer música en ese mismo momento. Podría haber sido otra persona. Ahora no tengo esa opción. No hay vuelta atrás. Esto es para siempre". Jem, uno de sus nuevos pit bulls, del color de una nube de tormenta, ladra para llamar la atención. "Mola, ¿eh?".

"Nunca me he sentido deseada. Sentir que nadie me ha deseado físicament­e es algo grande en mi vida"

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Zapatos GUCCI.
Joyería: BULGARI, PLATT BOUTIQUE JEWELRY, XIV CARATS.
Camisa THE INCORPORAT­ED CLOTHING. Pantalón TRIPP NYC, Zapatos GUCCI. Joyería: BULGARI, PLATT BOUTIQUE JEWELRY, XIV CARATS.
 ??  ?? 'I'M THE BAD GUY... DUH'. Billie Eilish no sólo es el presente de la música ¿pop? Es también el futuro, la voz de una generación que se ha tomado muy en serio el asunto de cambiar el mundo. En Eilish está todo: la creación artística, los fantasmas de la adolescenc­ia, el odio en las redes sociales, el empoderami­ento de la mujer, los problemas de salud mental… Todo.
'I'M THE BAD GUY... DUH'. Billie Eilish no sólo es el presente de la música ¿pop? Es también el futuro, la voz de una generación que se ha tomado muy en serio el asunto de cambiar el mundo. En Eilish está todo: la creación artística, los fantasmas de la adolescenc­ia, el odio en las redes sociales, el empoderami­ento de la mujer, los problemas de salud mental… Todo.
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 ??  ?? Camisa MOST PEOPLE ARE DEAD. Top
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Camisa MOST PEOPLE ARE DEAD. Top SANKUANZ. Joyería: BULGARI, JASON OF BEVERLY HILLS, PLATT BOUTIQUE JEWELRY, SHAY JEWELRY, XIV KARATS.

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