GQ (Spain)

AQUELLA VIEJA Y FELIZ CLEPTOMANÍ­A

- POR MANUEL JABOIS

Winona Ryder, cleptómana. Fue uno de los grandes titulares de las Navidades de 2001 –tiempo después la actriz se sorprender­ía de haber sacado de portada la caza de Bin Laden– y desveló el trastorno de la actriz, detenida por robar en unos grandes almacenes. Winona de cuclillas en un probador deshaciénd­ose de los precios, incluido el del gorro que llevaba en la cabeza y que acabó metiendo entre sus ropajes; Winona saqueando calcetines, blusas y un vestido de Gucci; Winona siendo atendida por una vendedora para ponerse una tirita en un corte que se hizo en el dedo… al tratar de tijeretear las etiquetas a escondidas. Fue trasladada al sótano al modo Cifuentes, donde dijo estar preparando –Ryder, no Cifuentes– el papel de una cleptómana para una película que se titularía y luego, ante la policía, Las versiones de las dos partes acabarían enfrentada­s: los guardias de seguridad dijeron que el trato fue exquisito y el abogado de la estrella aseguró que uno de ellos copió de su móvil el número de Keanu Reeves. ¿Copiaría alguna fan el número de Javier Arenas en el suceso local? Muchas dudas.

"¿Por qué lo hace?", se preguntó la revista que sugirió ir a buscar los antecedent­es de su conducta en el estrafalar­io ambiente familiar que rodeó la infancia de la estrella: unos padres california­nos fumadores de marihuana que eligieron a Timothy Leary, gurú del LSD, como padrino de la niña; una paliza de su clase a los 10 años porque creían que la niña era un niño gay.

Winona Ryder apagó la luz. Sólo rompió su silencio seis años después en Vogue. "Empezar más allá de los 35", tituló la revista. "Yo no tenía sensación de culpa porque no había hecho daño a nadie", dijo. Y se jus

y el médico me estaba dando un montón de pastillas, que decidí tomar en un primer momento para pasar el dolor". Esto le causó momentos de confusión en los que enmarcar el suceso de los grandes almacenes. Por supuesto, su detención fue también una manera de redimirse muy

no volvió a tocar esas endiablada­s píldoras, dijo aliviada, como si el robo hubiese sido una bendición de Dios.

Un año después de la entrevista se publicó que la actriz fue pillada robando maquillaje en una farmacia de Hollywood. Como el establecim­iento no denunció, nunca se supo qué había de cierto en la noticia. La fama que ya arrastraba la estrella le acarreaba situacione­s sonrojante­s, como la vivida - ta con joyas prestadas por Bulgari valoradas en 100.000 euros que luego no apareciero­n. Se dijo que la actriz había dejado el anillo y el brazalete en la habitación del hotel, y que un encargado de la joyería no los encontró allí. Bulgari se limitó a reconocer que las joyas habían sido prestadas y no devueltas. Los tabloides se hacían la boca agua al punto de que el contó que Ryder habría cambiado su versión alegando haberlas dejado en recepción, pero que ninguna imagen de la cámara de seguridad la había mostrado en el lugar.

Se había desatado a su alrededor una suerte de histeria según la cual a la millonaria­winona Ryder había que tenerla vigilada para evitar que le dejase a uno el bolsillo limpio, lo cual no dejaba de ser una estrafalar­ia manera de seguirla: no para pedirle nada, sino para que no te lo quitase. Críticos estadounid­enses dieron en señalar el declive de la Ryder tras compartir pantalla con Angelina Jolie en 1999: Con el tiempo, como en la vida, se comieron el 'declive' con patatas. Ni inocencia, ni interrupci­ón ni decadencia.

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