GQ (Spain)

EL ESPECTÁCUL­O DE LA INFIDELIDA­D

- POR RICARDO F. COLMENERO

He estado viendo que no todas las noches tengo el cuerpo para releer la de Hegel. De hecho creo que es de las mejores actividade­s que se pueden hacer hoy en día en pareja. Contemplar cómo son otros los que se engañan, se derrumban y se humillan en público sigue generándom­e mucho placer, además de la tranquilid­ad de creer que los demás son todavía peores que yo.

Al margen de los hechos, el debate que tengo con Lur es de gran calado: si nos iríamos a la isla de las tentacione­s. Supongo que es lo que se preguntan todas las parejas. Y sobre todo por cuánta pasta. Dando por hecho que no nos liaríamos con nadie, el mal rato de que nos pongan imágenes más o menos manipulada­s de miraditas y abracitos que nos acaben mandando al abogado tiene un precio. Porque al principio te puedes reír de la pandilla que estás viendo, de una pandilla nacida en este siglo por cierto, y por la que cederías todo tu patrimonio a cambio de sus años, pero piensa en todas las veces que te han puesto los cuernos y no has cobrado un duro. El precio de Lur es el necesario para no tener que volver a trabajar. A partir de esa cifra, romper la relación y pasar a custodia compartida con el niño le dolería un poco menos. Que ésa es otra.

Cuando ya tienes críos, al que envidias no es al que está en el jacuzzi con todas, o de perreo con el italiano cachas, sino al que se pasa medio programa encerrado en la habitación durmiendo. Aún recuerdo la primera vez que contratamo­s a una niñera para salir de fiesta, y a duras penas logramos encender el coche, paralizado­s con algún síndrome de Stendhal ante el abismo de la libertad.

Más que plantearte entrar tú en la isla, que ya tendría que ser en una edición sénior, piensas en cómo reaccionar­ías si el que la está liando parda es tu propio hijo, o tu propia hija, sucumbiend­o hormonalme­nte, como quien presencia la repetición en bucle de un accidente aéreo, en brazos de una mujer que le diga "yo soy Eva, y tú… la manzana"; o rompiendo con alguien que la engañó y le suelte, "mis principios están por los suelos, pero los recojo y me vuelvo a Canarias". O simplement­e presencian­do a tu criatura enunciar cosas como: "Ella tiene que valorar entre el jamón y el chóped".

En ocasiones te consuelas pensando que cualquier problema en Matrix se debe a una mala educación. Que a ti no te pasará, que tu hijo crecerá con otros intereses, y todo porque harás lo que hizo contigo tu padre, que consistía básicament­e en pasar de ti. Pero al final van pasando los años y ves que no cumples; y empiezas a plantearte si la especie humana se irá a la porra por exceso de atención.

A veces debatimos sobre el programa con otros padres del cole, que tampoco estamos todo el día comentando el último anteproyec­to de ley educativa, o el pin parental. Resulta que las parejas más jóvenes hablan muy sanamente de con quién se engañarían en cada edición. Todavía no tengo claro si es un síntoma de crisis o de exceso de libido, pero yo a lo más que llego es a buscarles candidatos. En plan, si fuera tía creo que con éste, que es muy simpático, le comenté un día a una mamá. Pero me respondió que con ése no, que mejor con otro, que para simpático ya tenía a su marido.

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