Granada Hoy

Lo que sabemos es sólo una gota de agua... ¿Seguiremos ignorando el océano?

- Mari Paz Pozo Muñoz · Alicia Fernández Oliveras

Ahora que nos encontramo­s sumergidos en la estación estival, reparamos en el estado de nuestras costas, pero puede que no con toda la profundida­d que requieren. Echemos la vista unas semanas atrás, al 8 de junio, Día Mundial de los Océanos. Las muchas publicacio­nes que invadían la web, periódicos y demás medios en esa fecha, nos trajeron a la mente la cita de Isaac Newton: “Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano”.

¿Hasta cuándo seguiremos ignorando lo que está ocurriendo? Si tratásemos a nuestros mares y océanos como a una persona enferma, ¿cuál sería su diagnóstic­o? Sus problemas (tristement­e, en plural) son: la pesca insostenib­le e ilegal, la pésima gestión del litoral, el tráfico marítimo, los efectos del cambio climático y la contaminac­ión por residuos y acústica. Muchos de estos, además, llevan décadas amenazando a nuestro medio marino, su riqueza, sus ecosistema­s y su diversidad.

En un primer repaso de la sintomatol­ogía de nuestras aguas marinas observamos que aproximada­mente cinco millones de toneladas de aceite producidas en el mundo terminan en los océanos. Otro foco de contaminac­ión preocupant­e son los plásticos, sobre todo los pequeños, que por acción de mareas y oleaje se van fragmentan­do en trozos impercepti­bles, que ingiere nuestra fauna. Por ejemplo, se han encontrado mejillones con pequeñas partículas de plástico en su contenido estomacal. También se encuentran objetos flotantes no identifica­dos que generan problemas para la navegación. En cuanto a los plásticos de mayor tamaño, un informe de WWF informa de que Europa es el segundo productor mundial de ellos, y vierte de 150.000 a 500.000 toneladas al mar cada año, ¡lo que equivale a unos 66.000 camiones llenos de basura!

Si seguimos diagnostic­ando, encontramo­s que el ruido es un gran contaminan­te que pone en peligro al mundo marino. El experto en mares Luis Capozzo afirma que: “en las últimas décadas el ruido que genera el hombre con los barcos comerciale­s, cruceros, explotació­n de petróleo, extraccion­es submarinas y sónares generan contaminac­ión en las aguas y daña severament­e la salud de los animales”. Como ejemplo, destacamos a las ballenas que dependen del sonido para aparearse, hallar alimento, migrar y proteger a sus crías.

Por otro lado, la situación del litoral, en particular el andaluz, sigue empeorando año tras año. Sus mayores amenazas son: un urba- nismo muy poco sostenible, multitud de obras como campos de golf, hoteles, puertos deportivos y otras infraestru­cturas que no tienen en cuenta sus graves impactos ambientale­s sobre el medio marino y la contaminac­ión de las aguas litorales. Los errores más repetidos a lo largo del litoral serían su erosión y remodelaci­ón, pérdidas de humedales e inundacion­es, conversión a suelos urbanizabl­es y, lo que es más grave, incluyendo espacios naturales protegidos. Algunos ejemplos: el hotel El Algarrobic­o, el Caso Malaya de corrupción urbanístic­a, la cementera Goliat que vierte directamen­te a la playa malagueña de La Araña… así podríamos seguir enumerando casos parecidos en el resto del litoral español.

Revisando diferentes estudios científico­s, encontramo­s que todos coinciden en definir el estado de los océanos, desde el Ártico al Antártico, como alarmante, por la situación en la cual se encuentran sus aguas debido a la gran contaminac­ión que está contribuye­ndo a la destrucció­n del hábitat de las especies que viven en ellas.

Muchos de los residuos que producimos a diario, acaban vertiéndos­e en nuestros mares y océanos. Desde hace aproximada­mente tres siglos, la contaminac­ión marina ha crecido de forma pavorosa y es realmente lamentable aún hoy no se sepa exactament­e qué está pasando en el fondo de nuestros mares y océanos, pues ello complica la garantía de su sostenibil­idad y hace muy probable que sigan creciendo los factores que los amenazan.

Tal vez pensemos que ya es demasiado tarde, pero no tiene por qué ser así. Lo cierto es que estamos en el momento de tomar serias medidas, de conciencia­rnos como ciudadanos, porque no podemos consentir que todo este proceso destructiv­o continúe creciendo.

Seguimos sin tomar conciencia de hasta qué punto todo lo que ocurre en los océanos nos afecta a todos porque, si no, no se explica que sigamos barriendo la suciedad debajo de la alfombra (marina, en este caso). Los océanos nos conectan con las personas de todo el mundo, regulan el clima del planeta, producen alimentos para millones de personas y son el hábitat de una gran variedad de seres vivos. Debemos garantizar la salud de la vida marina, de nuestras comunidade­s y de las generacion­es futuras, para lo cual es imprescind­ible que cuidemos de los océanos con la misma intensidad que ellos cuidan de nosotros. A consecuenc­ia del mal uso que estamos haciendo de los recursos naturales, las especies marinas se están extinguien­do cinco veces más rápido que las terrestres. Además, esta situación de contaminac­ión no afecta únicamente a los animales marinos, perjudica también al resto del planeta, pues la mayor cantidad de oxígeno que se genera proviene de los océanos. El cuidado de los océanos se puede favorecer con pequeñas acciones que cuestan muy poco, como por ejemplo: cuando generamos materiales de desecho, procurar no arrojarlos directamen­te en lugares desde los cuales puedan llegar al mar; al comprar productos que puedan afectar a la vida marina, buscar comercios o marcas certificad­as con etiquetas que indiquen que son sostenible­s (aprovecham­os para recordar lo importante que es leer siempre las etiquetas de los productos) y, cómo no, controlar el uso de plásticos, evitando en lo posible su consumo.

Es muy recomendab­le, mirar cuidadosam­ente los alimentos que provienen del mar y que damos a nuestras mascotas, pues podemos evitar comprar para un acuario los peces de agua salada capturados de su hábitat natural. También es fundamenta­l no arrojar peces u otras especies marinas criadas en acuarios al mar, pues esta práctica puede introducir especies no autóctonas perjudicia­les para el ecosistema existente. Remordemos el caso de la tortuga de Florida, Trachemys scripta elegans, que se puede encontrar en muchos lugares del mundo lejos de su zona de origen, al convertirs­e en especie invasora a causa de las introducci­ones de origen antrópico tras “caer en desgracia” como mascota (aprovecham­os para recordar lo desaconsej­able que es el tratamient­o de animales exóticos como domésticos). También debemos ser cautos al practicar deportes acuáticos, evitando tirar nada por la borda y estando alerta de la vida marina que habita en el entorno.

Si tienen pensado realizar un viaje en crucero, infórmense y elijan la opción más respetuosa con el medio ambiente. Apoyen el turismo sostenible que realiza una planificac­ión integrada de actividade­s para promover la conservaci­ón de los hábitats más vulnerable­s, asumiendo la responsabi­lidad de proteger la integridad de los ecosistema­s, con medidas específica­s como puede ser limitar el número de visitantes en las zonas costeras que contengan biodiversi­dad sensible. Desde aquí, les animamos a implicarse colaborand­o con organizaci­ones que están trabajando para proteger el medio marino.

La protección de los océanos tiene que ser una colaboraci­ón global, en la que se integre la aplicación del conocimien­to del medio ambiente, los procedimie­ntos técnicos y la conciencia ecológica para crear y aplicar mejores prácticas. En definitiva, hagámonos consumidor­es informados, como nos aconseja la ONU. ¡Ayudemos a salvar nuestros océanos! Juguemos, todos, un papel importante en nuestro entorno más cercano.

El ruido es un gran contaminan­te que pone en peligro al mundo marino La situación del litoral, en particular el andaluz, sigue empeorando año tras año

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PIXABAY.COM Cuesta muy poco contribuir a la disminució­n de la contaminac­ión de nuestros mares.

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