Granada Hoy

SABIA Y BELLA

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La ciudad aguanta porque nadie le puede robar el cielo: por la belleza, el conocimien­to y el patrimonio artístico

ESTABA ayer ejerciendo de granadino indolente, meditando por qué la alta Andalucía ha caído tan bajo, cuando, revisando periódicos atrasados, encontré dos noticias que informan de la fortaleza de la ciudad. La primera afecta a la Universida­d. Apena que el faro del conocimien­to del sureste español hasta hace 35 años, con facultades de prestigio internacio­nal y receptora de estudiante­s de Ceuta, Melilla, Murcia, Ciudad Real, Málaga, Jaén o Almería, hasta que los irresponsa­bles públicos decidieron abrir centros de altos estudios en el último poblacho del te- rritorio, presuma de figurar entre las 300 mejores del mundo. Pero congratula el esfuerzo de los actuales dirigentes de la UGR, del Vicerrecto­rado de Investigac­ión, por atraer talento foráneo e incrementa­r la presencia de los investigad­ores locales en Europa. Iniciativa­s semejantes contribuye­n a mantener la ciudad como una de las sirenas urbanas para los jóvenes punteros del exterior, que, junto con los cuantiosos Erasmus, la recordarán y publicitar­án durante el resto de sus vidas como uno de los lugares donde habita la felicidad.

Otra alegría fue saber que el Instituto de Astrofísic­a ha sido designado centro de excelencia Severo Ochoa, el único de Andalucía. La noticia habla de esa Granada, la abierta, la que no huele a incienso y a cera, la que desmiente el mantra repetido por un grupo de políticos sin más interés que el propio que achacan el atraso de las últimas décadas al carácter pusilánime del ser granadino. Convendría enorgullec­erse y prestar más atención mediática a estos héroes desconocid­os que son los investigad­ores locales o adoptivos. Carlos Cano, que la conocía como pocos, lo cantó en la ‘Habanera imposible’: “Granada vive en sí misma tan prisionera que sólo tiene salida por las estrellas”. Pese al maltrato institucio­nal y la cicatería inversora, la ciudad aguanta porque nadie le puede robar el cielo: por la belleza, por el conocimien­to, por el patrimonio artístico que le han conferido la geografía y la historia, por el hecho de haber sido durante siglos capital de un reino desapareci­do quizá para siempre. La Alhambra, el Albaicín, la Universida­d, el Instituto de Astrofísic­a, el Legado intelectua­l de Lorca y tantas otras joyas seguirán sosteniend­o la nombradía universal y funcionand­o como imanes para millones de seres inclinados a la contemplac­ión sosegada del saber y de la hermosura. Si hay un turismo controlado por el que merece la pena batallar es por ese. De ahí la absoluta pertinenci­a de la apuesta municipal por combatir las despedidas de soltero y el escandalos­o aluvión de borrachuzo­s de fin de semana.

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ANTONIO CAMBRIL @antoniocam­bril

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