Granada Hoy

Santamaría y Casado sostienen el pulso ante un congreso incierto

● El PP afronta muy dividido una cita clave

- Carlos Navarro Antolín SEVILLA

La derecha política española se mira a partir de esta tarde al espejo en los salones del Hotel Madrid Marriot Auditorium, donde votarán 3.082 compromisa­rios de los que 543 correspond­en a Andalucía, una circunscri­pción que en las primarias dio su apoyo mayoritari­amente a la candidatur­a de Soraya Sáenz de Santamaría. Y el cristal del espejo se resquebraj­a en dos trozos. La derecha está dividida entre la ex vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría, cuya carrera política es fruto de una apuesta personal de Mariano Rajoy, y Pablo Casado, el joven ambicioso que la misma noche de las primarias, tras quedar en se- gunda posición, tendió la mano a los perdedores (Cospedal y compañía) para hacerse a toda costa con la presidenci­a. En la campaña de esta segunda vuelta no han faltado alianzas interesada­s (los cospedalia­nos se han pasado con Casado) ni vídeos de reproches difundidos por las redes sociales

El Partido Popular celebra un congreso extraordin­ario marcado por novedades sustancial­es. No aparece la colosal figura de un patrón al que nadie tosía, ni las figuras de grandes jefes paternalis­tas. Del dedazo de Fraga y la libreta azul de Aznar, rasgos propios del presidenci­alismo que ha formado parte del ADN del partido, se pasa al sistema de primarias pro

movido por

Rajoy como método de elección de los nuevos gobernante­s. Un proceso de primarias que vive mañana su segunda vuelta.

El PP afronta el que probableme­nte es el tercer congreso más trascenden­te de su historia. El primero fue el congreso de Sevilla de 1990, el de la refundació­n (de AP a PP), cuando Manuel Fraga rompió en público la carta de dimisión presentada por anticipado de un bisoño José María Aznar: "¡Ni tutelas ni tutías!". El segundo fue el de Valencia en 2008, cuando Ra

joy, que ya llevaba cuatro años como líder de la oposición tras el atentado del 11-M, sufrió su particular vía crucis para mantener la presidenci­a frente a la presión interna de Aznar y Aguirre. Para el gallego fueron claves los movimiento­s de Francisco Camps y, sobre todo, el andaluz Javier Arenas. Rajoy pudo mantenerse en el cargo y terminó siendo presidente del Gobierno en 2011 con una cómoda mayoría absoluta. Sus rivales no pudieron formar una candidatur­a alternativ­a. El desencuent­ro de Rajoy con Aznar pasaba a ser ya una evidencia para toda España.

Nunca el PP ha elegido a su presidente en dos vueltas, nunca el elegido ha sabido de antemano que tendrá que enfrentar- se a unas elecciones generales en un plazo máximo de dos años, pues siempre disponía de tres o cuatro; y nunca el PP ha salido de un congreso nacional con una evidente fractura en sus filas. El PP estrena el sistema de primarias, además, de forma repentina, pues todo se ha precipitad­o por la moción de censura que provocó la pérdida del Gobierno. Todo indica, salvo una gran sorpresa de última hora, que mañana habrá una candidatur­a ganadora y otra derrotada. Lo nunca visto bajo las siglas del PP. Las novedades de los congresos se reducían hasta ahora a la designació­n del secretario general, al reparto de vicesecret­arías generales y a la ristra de pedreas de los miembros de la Junta Directiva Na

cional. El

PP estrena sistema, se pone a prueba con un esquema de juego que hasta ahora sido patrimonio inmaterial de los socialista­s. Hay quienes defienden que el PP entra con este congreso en el siglo XXI, en la verdadera democracia interna, de ahí que todo este proceso será una suerte de revolución interna para la formación política.

Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado tendrán que presentar sus equipos mañana sábado a las 09:30. A esa hora quedará cerrada técnicamen­te la posibilida­d de una lista única. Ya no habrá más opciones. Cada uno irá acompañado en su lista por una veintena de vocales, de entre los cuales el ganador designará a su secretario general. Esa lista ganadora, votada por el congreso, será la ba-

El último congreso con dos candidatur­as se vivió bajo las siglas de AP en el año 1987

se de gobierno del partido durante cuatro años. El ganador podrá incorporar después a los vicesecret­arios que considere oportunos, pero esas nuevas incorporac­iones que se produzcan no gozarán del blindaje por cuatro años que aporta haber sido elegido en el congreso. Por ejemplo, si el presidente cae en un momento de crisis (piensen en un resultado desastroso en las siguientes generales), los vocales elegidos en el congreso se mantendrán, pero los demás cargos pueden ser removidos por el sucesor en la presidenci­a.

Este nuevo proceso de dos vueltas está también poniendo de manifiesto que los aparatos regionales no controlan necesariam­ente a los provincial­es y que los provincial­es, a su vez, no tienen el cien por cien del control de los militantes. Ni de lejos. Se ha visto, por ejemplo, que el gallego Alberto Núñez Feijóo o el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla no han controlado sus respectiva­s estructura­s provincial­es. Ni la gran derrotada de las primarias, María

Dolores de Cospedal, ha conseguido la adhesión para Pablo Casado de nada menos que el secretario general del Toledo, quien de cara al congreso que hoy arranca

se ha alineado públicamen­te con Sáenz de Santamaría. En el caso andaluz fue llamativo de cara a las primarias que en una misma mañana Gabriel Amat (Almería) se

posicionar­a a favor de Cospedal, y Elías Bendodo (Málaga) y Virginia Pérez (Sevilla) lo hicieran por Sáenz de Santamaría. Ha quedado demostrado que, extinguida la cultura del dedazo, los aparatos mayores deben cuidar a los menores y éstos deben mimar a los militantes si pretenden ejercer algún tipo de influencia.

En el congreso que hoy comienza votan 3.082 compromisa­rios, de los que 543 son de Andalucía: casi un 17%. El peso del Sur es más que evidente en esta cita, casi tanto como el de Madrid. Las votaciones serán mañana sábado, pero no en urnas organizada­s por provincias como antiguamen­te. Se repetirá el modelo del último congreso: urnas repartidas por orden alfabético. Y con cabinas para garantizar el secreto del voto.

La derecha política, mayoritari­amente representa­da por las siglas del PP, se juega hoy su futuro al elegir quién presidirá el partido en un contexto muy delicado por estar marcado por varias circunstan­cias: el trauma por la pérdida repentina de la Moncloa, la lucha contra la corrupción que lastra la imagen del partido y la recuperaci­ón del voto escapado a Ciudadanos. Soraya Sáenz de Santamaría juega sus cartas: su condición de mujer y su experienci­a de gobierno. Pablo Casado baraja las suyas: una juventud que representa­ría la renovación y el hecho de estar limpio al no haber formado parte de ningún Gobierno de Rajoy. Determinad­os pesos pesados del PP también se juegan su porvenir. Es el caso del histórico Javier Arenas (Sevilla, 1957), considerad­o padre natural de la derecha andaluza, que ha apostado por Sáenz de Santamaría. O de Juan Ignacio Zoido (Montellano, 1957), ex ministro del Interior, que se ha arrimado a Pablo Casado tras la derrota de su mentora, Dolores de Cospedal, en las pasadas primarias. Otros rostros andaluces muy conocidos son los de la ex ministra Fátima Báñez (San Juan del Puerto, Huelva, 1967), íntima amiga de Sáenz de Santamaría; Cristóbal Montoro (Jaén, 1950), que apoya igualmente a la ex vicepresid­enta; o José Antonio Nieto (Córdoba, 1970) y José Enrique Fernández de Moya (Jaén, 1969), que están con Casado igualmente tras la debacle de Cospedal.

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EFE Casado comió ayer con Cospedal y varios de los que fueron ministros con Rajoy.
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EFE Soraya Saénz de Santamaría, en el almuerzo de ayer con su equipo de campaña.

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