Granada Hoy

JAQUE AL REY

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PP y PSOE impiden la investigac­ión en el Congreso apelando a la inviolabil­idad recogida en la Carta Magna

LA Monarquía sufre la maldición de la reina Victoria. La inglesa batió récords de longevidad: subió al trono en 1837, con 18 años, y aguantó hasta la muerte en 1901. Su alteza, que apenas levantaba metro y medio del suelo, fomentó las bodas reales con el propósito de mantener la paz en Europa y preservar el Imperio británico. La estrategia dinástica constituyó un desastre y en la I Guerra Mundial se despedazar­on países regentados por tres de sus parientes que a su vez eran primos: el zar Nicolás II de Rusia, el kaiser Guillermo II de Alemania y el rey británico Jorge V. A todos los ha juzgado y suspendido el tiempo. La maldición continuó con numerosas catástrofe­s domésticas o nacionales, la última de las cuales afecta a su tataraniet­o Juan Carlos I. En la tala del árbol genealógic­o han inf luido los resbalones personales, y el Rey emérito ha cometido varios. El pacto establecid­o por buena parte de los poderes económicos, políticos y mediáticos del país para proteger su imagen se fragmentó el día en que apareciero­n las fotos en las que se le veía matando por placer a otra majestad de la naturaleza, a un elefante, a una catedral gótica de sangre, músculo y nervio. Aquel disparo se le volvió en contra y hubo otro que casi lo remata: la condena por un rosario de delitos de su yerno Iñaki Urdangarín. Ahora llega la tercera bala, la filtración de las declaracio- nes de Corinna zu Sayn-Wittgenste­in, según las cuales mantiene depósitos en Suiza y cobró como comisionis­ta.

PP y PSOE impiden la investigac­ión en el Congreso apelando a la inviolabil­idad recogida en la Carta Magna, la misma que cambiaron a uña de caballo para asegurar el pago de la deuda a los bancos. Amén de injusta, la decisión revela una torpeza supina: socava las bases del PSOE, entre las que ya son minoría los monarquica­nos, aquellos que consideran la figura del Rey incómoda pero necesaria, y debilita el sistema democrátic­o al evidenciar que la igualdad entre las personas es papel constituci­onal mojado. La Monarquía no superaría un referéndum y en la misma derecha abundan quienes la soportan por rechazo a los errores reales o imaginario­s cometidos durante la II República. Si el que ocupó la máxima autoridad del Estado no puede ser juzgado por indicios claros de delito, la Monarquía sufrirá un desprestig­io progresivo y la maldición de Victoria se cumplirá con la desaparici­ón del último nieto de la Guerra Civil… un suspiro en términos históricos. ¡Son muchos los que gritan que el Rey emérito está desnudo!

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ANTONIO CAMBRIL @antoniocam­bril

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